Una campaña tediosa
(Infolibre)
Por muy satisfechos que se sientan los líderes políticos, esta campaña electoral está resultando tediosa. Las alegrías y los pulsos de vida están más en la calle que en las declaraciones oficiales y los mítines difundidos una y otra vez por esos animales rumiantes que son las televisiones. La mayoría de las cosas que se dicen tienen la pesadumbre de las mentiras.
Resulta muy difícil que los seres humanos puedan equilibrar sus sentimientos íntimos con la realidad exterior de un mundo casi siempre hostil. Este equilibrio se consigue tan sólo con las religiones y con el arte, dos formas de ficción que llegan a sentirse como verdad. Pero cuando falla o se agota ese sentimiento de verdad, los sermones huelen a sotana rancia y las obras artísticas parecen insoportables pastiches o torpes retóricas.
La política se legitima como obra de arte cuando consigue equilibrar la representación oficial con la realidad social. Separada de la existencia cotidiana de la gente, la política se vuelve una mentira repetida en las declaraciones oficiales y masticada por los medios de comunicación.
El ejemplo máximo de tristeza y pesadumbre mentirosa es el presidente Mariano Rajoy. Cuando hablan, los papeles amarillean y las lámparas adquieren un tono enfermizo. Su realidad oficial está tan alejada de la España real, que miente al hablar del empleo, el paro, las pensiones, la economía, la información pública o la corrupción. Sus partidarios insisten en que será votado según las encuestas por un 29 % de españoles. Pero eso más que legitimar su Gobierno, sólo sirve para demostrarnos que hay un 71% de votantes que, de primeras, desean otro presidente.
Albert Rivera ha dicho una verdad en la campaña. Y las verdades relampaguean como el brillo de las navajas en medio de la mentira. Afirmó que la presencia de Rajoy paraliza cualquier regeneración democrática contra la corrupción. En efecto, se puede ser de derechas sin ser cómplice con el robo de dinero público y con los sobres negros.
El problema es que la política necesita hoy algo más que no robar. El programa económico de Ciudadanos es puro neoliberalismo, impunidad de los fuertes. Y nuestra democracia necesita políticas que generen igualdad después de años en los que se ha fomentado la riqueza de los ricos a costa de la clase media y de los pobres.
Por eso Pedro Sánchez es tan incomprendido cuando justifica su pacto con Ciudadanos como el fiscal Horrach cuando olvida su oficio y se convierte en abogado defensor para cantar las inocencias de la infanta Cristina. A Pedro Sánchez se le acumulan muchas averías: las políticas cómplices de la socialdemocracia europea con el capitalismo especulativo, la realidad española que necesita cambios reales más que ceremonias de confusión, las disputas internas, la división ideológica entre la cúpula del partido y muchos de sus votantes… El no haberse atrevido a presidir un Gobierno de izquierdas, asumiendo todas las dificultades, lo limita ahora para representar la solución de los dos grandes problemas del país en la verdad de la calle: la degradación del mundo laboral y la articulación territorial del Estado.
Es una suerte que la situación política española tenga ahora una alternativa democrática para dar cauce a la indignación de la gente, pero –sobre todo- a la verdad de la calle. Más que de populismo, se trata de realidad cotidiana, de vida injusta.
En Europa se extiende una extrema derecha que en España carece de energía propia debido al peso franquista del PP, dispuesto a integrar toda forma de extremismo nacionalcatolicista. Eso ha posibilitado que la disidencia y el cambio estén representados hoy por un movimiento político-social que se llama Unidos Podemos. Las cosas tal vez podían haberse hecho de otro modo en la izquierda española. O tal vez no. Pero la realidad es que el cambio generacional que necesitaba la izquierda ha venido a coincidir aquí con la verdad de la calle, esa verdad que no se encuentra en la mayoría de declaraciones oficiales de una campaña tediosa. Más allá del resultado de las próximas elecciones, se adivina un futuro que puede poner de nuevo a España de moda en Europa.
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Olé y olé, ese poeta de la realidad social, de la experiencia política fetén. Gracias, Luis. Reconforta muchísimo leer estas cosas. Un abrazo rojo con reflejos multicolores y mirando a la izquierda. Como un corazón bien orientado.
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