viernes, 24 de junio de 2016

El exit del Brexit


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Este título no es un trabalenguas, sino una señal de atención, en el tráfico social y político.
El resultado del referéndum en  United Kingdom ha golpeado a la UE de lleno con un bofetón descomunal y completamente merecido. Los ingleses han dicho mayoritariamente no a su permanencia en la UE. En ese resultado más que el rechazo a una Europa con la que comparten poca cosa -han conservado desde el principio su soberanía, su pasta gansa, su libra y su City a salvo de la bota merkeliana, de los manejos del BCE y de las zarpas de la Troika, además de su volante a la derecha, su antisistema decimal y de pesos y medidas sui generis, su lamentable vocación  gastronómica y hasta su espeso y peculiar sentido de la higiene en general-, expresan también su exit de la solidaridad humanitaria y los límites de su generosidad con los desposeídos y machacados por guerras y estilos imperiales que siglo a siglo y truño a truño, con su inestimable ayuda y empuje en la bulimia occidental sobre el territorio ajeno, ha ido produciendo y dando forma a esa monstruosa injusticia y hecatombe insolidaria que ahora empuja y pide cuentas a las puertas de una Europa amnésica, egocéntrica e irresponsable, además de encogida en su pánico cerril. Esa huida hacia ningún sitio para encerrarse en la madriguera ancestral sólo delata la incapacidad europea para dar forma a una coexistencia política y federada adecuadamente más allá de los cauces exclusivamente de cálculo, económicos, financieros y depredadores. También pone en evidencia lo que puede pasar cuando a ciertos miembros poderosos de la UE no se les exige con idéntico rigor lo mismo que a los países más frágiles y vulnerables en economía y finanzas como se ha hecho en el caso de Irlanda, Portugal, España, Grecia e Italia, los despreciables Gipsi, los gitanillos imprevisibles y desastrados del Sur, cuyos estados y ciudadanías han sido acorralados y vapuleados sin compasión ni miramientos con una dureza y una crueldad demoledoras.

Cuando Grecia el año pasado expresó en las urnas su disgusto y malestar con el trato abusivo y sádico recibido por parte de Alemania en especial y de la Toika en general, Bruselas y su montaje se le tiraron encima como fieras hasta presionarla y obligarla a morder el polvo de una derrota más que inmerecida por una ciudadanía que supera con creces en conciencia, en generosidad, solidaridad y en verdadero sentido de la democracia, el montaje millonario y miserable de una Europa desnaturalizada, rácana, miope, prepotente y sin memoria de sí misma. Una grandeza, la de los griegos, que están demostrando cada día con los refugiados, con las puertas abiertas de sus casas, incluso ante las presiones del propio gobierno griego hipotecado por la dichosa UE, y  obligado por ella a deportar a los desterrados en viaje de regreso a la miseria y a la muerte segura bajo las bombas o por el hambre y la enfermedad y las carencias sin atención. Inglaterra, en cambio, mira para otro lado y se encierra en su jaula de oro y se va de la UE.


Buena lección para Europa y buena oportunidad para corregir el rumbo actual hacia la nada y hacia la desintegración del proyecto que en vez de colocar al ser humano y su dignidad, sus derechos y deberes mutuos, como protagonista, ha coronado el dinero como la principal fuerza motriz de la vida. El Euro, en la mitología griega, era el aliento benévolo de los dioses que convertido en viento suave del Este soplaba desde el mar, hinchaba las velas de los navegantes y daba frescura a la tierra. La UE en el mejor estilo distorsionador de Goebbels, le ha dado la vuelta al concepto y manteniendo la misma palabra lo ha convertido en un tóxico letal para la sociedad europea, que la está dividiendo y enfrentando, hasta sacar de los baúles del pasado los atavismos racistas, xenófobos y cavernarios de nuestros antepasados más vergonzantes: aquellos reyes y emperadores ciegos de violencia y ambición, que se tomaban por sabiduría y poder divino, que esquilmaron el mundo para amontonar riquezas ingentes a costa de arruinar y exterminar o reducir a la esclavitud a todo territorio que encontraban en sus expolios viajeros, desde las cruzadas al mercado de esclavos y a la colonización sangrienta, y que con el tiempo engendraron y universalizaron la perversión de la democracia y del bien común con dictaduras a izquierda y a derecha, dando lugar a criaturas sociopolíticas frankesteinianas, como EEUU, Rusia o China. Israel. O los Emiratos. Monstruos sin alma en los que conviven el poder, el miedo, la mentira, el abuso, la demagogia, el fanatismo, la miseria moral, la corrupción y el pastizal, a partes iguales. Un primor de proyecto, ¿a que sí? ¿A que dan unas ganas enormes de quedarse en él?


Al lado de las consideraciones insolidarias de la ultraderecha inglesa, hay que  mirar también hacia la izquierda, hacia la muy legítima indignación de los trabajadores y trabajadoras británicas que están sufriendo los mismos recortes, desempleo y abusos que en la España depredada por el pp, aunque sin la lacra de la corrupción y del robo a mano armada por parte del gobierno. Ellos son víctimas de una Europa desalmada, ultraliberal y conservadora de los peores comportamientos sociales, y que está administrando el poder y los recursos contra los ciudadanos de las clases media y más humilde. Ellos, al otro extremo de la posición ultraderechista, se sienten maltratados, olvidados y abandonados por la UE en una situación de dramática e injustísima desigualdad. Ellos también han votado a favor de la salida de esa factoría del expolio en que se ha ido convirtiendo el antiguo Mercado Común Europeo, al que ahora mismo casi ningún euro-ciudadano gravemente perjudicado social desea  seguir perteneciendo. Con ellos me siento solidaria y entiendo sus razones, porque yo misma creo que para España, como para Grecia, Irlanda, Portugal e Italia, la UE está siendo una terrible trampa, una penitencia desproporcionada y cruel hasta decir basta y a veces pienso que salir de este infierno no puede ser peor que estar en él, aunque tengamos menos facilidades comerciales para exportar e importar y las fronteras otra vez levantadas entre los países vecinos, al menos recuperaríamos la soberanía y la capacidad para producir lo que necesitamos sin cortapisas exteriores, asumiendo solo lo que nos corresponde, la regulación autónoma monetaria para actuar en inflaciones y deflaciones, en subidas y bajadas de las bolsas, en las crisis financieras cada vez más estrepitosas y frecuentes de nuestro tiempo. Seguramente podríamos llegar a acuerdos y cooperación sin tener que perder las riendas de nuestra autodeterminación e ir trabajando tranquilamente en un nuevo proyecto regenerador europeo, contemplado, tras esta experiencia, la regeneración europea con otra mirada y otras aspiraciones más universales, más éticas y más inteligentes que especuladoras.
Europa sí, pero no así. Europa como proyecto humano no como  mercado y gestapo. Este sistema-estafa al que nos ha conducido la connivencia entre capitalismo salvaje y engañosas socialdemocracias cómplices, está siendo la tumba de la civilización que inauguró la Grecia antigua, siguió Alcuino de York en las Escuelas Palatinas de Aquisgrán, la creación del Trivium y el Quadriviuam en las universidades desde la baja Edad Media, la imprenta, la Reforma Protestante de la conciencia libre, el Renacimiento, la Ilustración,  la Revolución y los valores republicanos, la base filosófica de Descartes, Spinoza, Kant, Hegel, Marx y Engels, de Husserl, de Habermas y tantos y tantos puntos de luz , de ciencia, arte, verdadera espiritualidad y progreso...esa Europa está en un momento muy peligroso, donde las hordas del primitivismo y de la planicie cognitiva están agotando su alma y su fuerza. Recuerda esta situación a la Historia Interminable de Michael Ende: la nada amenaza con liquidar el Reino de la creación y de la libertad que en la novela se llama Fantasía, hundiéndose en el Pantano de la tristeza y devorado por una fiera negra e informe que arrasa la vida a su paso. Solo un niño, Bastian, lo comprende y se cuela en el cuento para cambiar el destino terrible de que aquel reino. En fin, a veces los cuentos explican la realidad con sus alegorías mucho mejor que las noticias. Porque la inteligencia clarividente del relato acaba por dar sentido y coherencia a una realidad fragmentada y deforme. A trozos y a trizas cuyo sentido no se distingue de su vorágine emocional y trastornada.
Tengo la sensación de que si Michael Ende estuviese aun entre nosotros reconocería a esta Europa hundida en la ceguera como  aquel Reino de Fantasía de su relato, a punto de desaparecer bajo el poder caótico e informe de la nada.

Ojalá los ingleses se salieran del euro para mejorar como personas y como  sociedad, porque han comprendido que no se puede sostener un mundo tan insolidario y que si se globaliza el capital hay que globalizar los derechos humanos al mismo tiempo, que el euro nos limita y recorta la capacidad de acogida y gestión de los desterrados; ojalá la causa de su exit hubiera sido esa. Entonces habrían dado un gran salto cualitativo y serían un ejemplo para todos. Pero no, se quitan del medio y se desentienden de las consecuencias del mismo sistema que ellos han potenciado y hecho crecer para llegar a ser  solventes y ricos a lo largo de toda su historia, en la que se premiaba y hasta se concedía título y nobleza a los piratas más rapiñeros que enriquecían las arcas del kingdom. Por ejemplo sir Francis Drake, un filibustero de élite que trabajaba al servicio de Su Majestad Isabel I, que con su daddy, Enrique VIII, son top models del brexit más cañero de la eurohistoria.
Sus fines justificaban sus medios, y en ellos siguen, y con ello funcionan siempre a su bola. Hasta incluso matando a una buena persona símbolo de la solidaridad como Jo Cox, para meter miedo a los que no son partidarios del Brexit. Una sociedad sana, simplemente para dejar clara su opción colectiva y reivindicar su salud ante esa atrocidad, habría votado contra una corriente política que es capaz hasta de asesinar por sus fijaciones obsesivas y que coopera a y refuerza el peligro de que en Europa se despierten y desentierren las momias del pasado violento, nazi,  fascista, stalinista o franquista que fueron las peores lacras del siglo XX. Pero no. Todo lo que supera la frontera natural del Canal y los acantilados de Dover, por lo que acaban de demostrar, les importa un rábano.

La UE en vez de sermonear y entristecerse por la decisión de los ingleses, debería hacerse un análisis honesto y verse en el espejo. Los británicos han hecho a Bruselas lo mismo que Bruselas le ha hecho a la Europa del Sur: cerrarle las puertas y abandonarla en el sufrimiento que la misma UE  ha causado con su pésima organización, suprimiendo bajo chantaje las soberanías legítimas, para que no se pueda salir de la crisis de uno en uno, con el agravante de presionar y oprimir hasta la asfixia apoyando gobiernos-títere y derrocando y anulando gobiernos decentes, para que se pague una deuda que no es pública sino de la banca privada, acumulada por el mismo sistema que mantiene y potencia el maldito euro, un esqueje especulativo del dólar, que ocupa el lugar y absorbe los cuidados e inversiones que deberían dedicarse a los seres humanos antes que a la especulación financiera y al crecimiento cancerígeno y contra natura de la banca mundial.

Esta situación, antes de que sea demasiado tarde, debería ser el motivo de un cambio en el rumbo de la UE y el punto de arranque de otra visión más inteligente y abierta, más transparente y democrática sin tapadillos ni ocultismos, ni vetos anticipados a las consultas ya inútiles antes de que se hagan, una UE  más honesta, más limpia y eficaz, más soberanamente universal que tediosa y  miedosamente encerrinada en sus mantras desgastados por la inutilidad y el despilfarro sin ton ni son para  mantener un parlamento y unas instituciones huecas, de comedia y sainete, que cuestan lo que daría trabajo a todos los euro-parados y ayuda a los inmigrantes; el inicio de un tiempo nuevo de unos territorios en red federal mucho más que en bombo y platillo; una Europa municipalista, de regiones organizadas entre sí, que cultiva la tierra y recicla sus pueblos,  en vez de llenarla de cemento, que impulsa la cultura de las renovables y deja el petróleo y los destrozos del fracking, un proyecto político y ético, en el que la justicia social, la igualdad de derechos, la cultura del apoyo mutuo y del bien común comenzase a echar raíces en el viejo y acromegálico tejido, ya deteriorado y medio muerto, de un constucto político sin vida, que, una vez perdido el Sur, el Este y el Oeste, está acabando por perder el Norte con un coste desorbitante en gastos y en deterioro y riesgos de la euro-ciudadanía que lo mantiene con sus impuestos e IVAs y cada vez merecedora de menos prestaciones y derechos legítimos. Un penoso ejemplo de Europa desnortada es el timo de los fondos de pensiones en Alemania; el Estado animó a los pensionistas a ahorrar e invertir en una futura y abundante pensión privada, así lo hicieron, pero llegó la crisis y las pensiones que deberían ser, según la inversión, de unos 1.800 a 2.000 euros al mes, se vieron reducidas a 400€, por arte de magia financiera, con lo que los jubilados alemanes se han visto obligados a subsistir a base de minijobs que les permitan la supervivencia porque ya el alquiler de la vivienda, allí, cuesta como mínimo 600€ al mes. ¿Qué ha pasado con los ahorros que invirtieron en aquella peculiar versión teutona de las preferentes españolas? Se esfumaron en la nada de una crisis financiera de la banca que controla el FMI y el BM, y que brotó sin saber cómo pero evaporando, a lo tonto, item a lo Rajoy, en ese casi místico no saber de qué va el fraude en el que se está haciendo la plancha en la piscina del mismo timo camuflado de natural asombro trincante, un capital que estará ahora en los bolsillos de los especuladores de  la globalidad, sin escrúpulos ni vergüenza, pagando intereses a los evasores, en cualquier paraíso fiscal del Planeta Cuchufleta, más conocido como Tierra (ábrete y trágatelos, porfa).

Ser Unión Europea es estupendo y todas lo deseamos con verdadero  entusiasmo, pero no en una Europa como ésta: agonizante en su egoísmo USA-OTAN-TTIP-dependiente y centrada exclusivamente en el euro-ombligo gigantesco de su agorafobia enfermiza.

Se puede salir del euro como los ingleses, por miseria espiritual y antropológica, pero también se puede salir del euro de común acuerdo mayoritario y votado para mejorar su sentido original e inventar juntos algo mucho mejor: convertirlo de nuevo, y al cabo de casi 3000 años, en el soplo actualizado,  fresco y regenerador, de energía con que los europeos se ayuden y se asocien para ser humanos de verdad sin perder la memoria de su ayer y recuperando hoy el alma perdida en los abismos de Mordor para construir el  futuro élfico de mañana, ése que nos merecemos en la medida en que evolucionamos y nos superamos en esos valores inagotables que el tiempo no solo no mata ni desgasta sino que refuerza, embellece y hace imprescindibles. Esos valores que solo puede producir la inteligencia infalible, transformadora e inagotable del amor y su alquimia social.

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