Pedro Sánchez se limpió la mano
con gesto de repugnancia, sí. Pero no después de chocársela a un niño
negro por la calle, sino tras estrechar las manos de Rajoy, Iglesias y
Rivera en el debate de la semana pasada. El mismo gesto hicieron los
otros candidatos, tras tocar la mano de sus rivales. Porque de eso va
esta campaña: de limpiarse la mano cuando rozas al rival; de evitar
siquiera rozarlo. De marcar distancia y romper puentes, de polarizar y
llamar al voto útil. De decir "nunca" y "jamás". De crear el peor
ambiente para luego sentarse a negociar cuando nadie tenga mayoría el
26J.
Como tras el 20D los partidos no se ponían de acuerdo,
repetimos las elecciones. Con los mismos candidatos que no fueron
capaces de entenderse. Con los mismos vetos y líneas rojas de entonces. Y
pasándolos además por otra campaña electoral a cara de perro, para que
la competición los enfrente aún más y crezca el encono partidista y
personal. ¿Qué podía salir mal? ¿A alguien le extraña que hoy las
perspectivas de acuerdo sean más sombrías que hace seis meses?
Lo único que hemos sacado en claro de la primera semana de campaña es
que Rajoy no se piensa echar a un lado por mucho que su continuidad
impida el entendimiento con Ciudadanos o la abstención del PSOE. Y que
Sánchez no piensa gobernar con Podemos, y no permitirá un gobierno del
PP ni por activa ni por pasiva. Sabemos también que Iglesias tiende la
mano al PSOE, pero en modo abrazo del oso, para hundirlo más abajo de
las encuestas: “ven aquí, ven que te pacte”. Y que Rivera en la recta
final de campaña ya carga contra el único con el que aún no se limpiaba
la mano.
Alguno pensó, tras el 20D, que unos meses de
ingobernabilidad y la repetición electoral serían suficientes para que
volviésemos al redil del bipartidismo y nos dejásemos de inventos.
También hubo quien pensó que le valía con simular voluntad dialogante
durante unas semanas para luego recoger en nuevas urnas el premio por
haberlo intentado. Y hasta quien creyó que unas nuevas elecciones serían
esa semana extra de campaña que le faltó en diciembre.
La noche del 20D todos los candidatos dieron por hecho que la
repetición electoral era altamente probable, y esa amenaza pesó sobre
ellos durante meses, incapaces de ceder porque luego podrían pagar
precio en las urnas. Ahora, por si alguien tiene un momento de debilidad
en la noche del 26J, ya han echado a rodar la bola de las terceras elecciones.
Cuidadito con lo que pactáis, que igual no sale, y a ver qué les decís a
los electores cuando lleguen las terceras. De paso, mensajito para los
votantes: ojito, no os equivoquéis otra vez al votar, que tripitimos.
Ese sí que es el voto del miedo.
Estoy seguro de que
la mayoría de votantes tenemos menos prejuicios y líneas rojas que los
líderes políticos; seríamos mucho más flexibles que ellos para aceptar
cesiones y acuerdos entre diferentes. Pero parece que hay quien ha
decidido que la única vía para resolver el atasco es por agotamiento y
eliminación: agotamiento de los votantes, y eliminación de los rivales
políticos, en sucesivas elecciones como rondas del viejo juego de la
silla.
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