miércoles, 15 de junio de 2016

La voz de la memoria histórica dice la verdad


El Papa declara "venerable" al sacerdote valenciano Vicente Garrido

Francisco reconoce "las virtudes heroicas" del fundador del Instituto Secular de las Obreras de la Cruz

14.06.2016 | 16:29
Vicente Garrido Pastor.
Vicente Garrido Pastor.
El papa Francisco ha firmado este martes el decreto por el que se reconocen "las virtudes heroicas" del sacerdote valenciano y fundador del Instituto Secular de las Obreras de la Cruz, Vicente Garrido Pastor (Benaguasil, 1896-Valencia,1975).
El Pontífice ha recibido hoy al prefecto para la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, para firmar la promulgación del decreto, por el que se le otorga también a Vicente Garrido Pastor el título de "venerable", con lo que continúa su proceso de beatificación, según han indicado hoy a la agencia AVAN Ramón Fita, delegado episcopal para las Causas de los Santos en Valencia.
El proceso de beatificación de Vicente Garrido Pastor fue abierto el 12 de junio de 1990 en Valencia y clausurado el 14 de septiembre de 1999, en la localidad valenciana de Moncada. Más tarde, el 20 de octubre de 2000, la Congregación para las Causas de los Santos concedió el "decreto de validez de dicho Proceso instruido en la Curia Eclesiástica Valentina" continuando el proceso en la Curia Romana.
Asimismo, en 2012, la delegación para las causas de los santos del Arzobispado de Valencia inició el estudio de un "posible milagro" atribuido a la intercesión de Vicente Garrido.
Biografía
Vicente Garrido Pastor nació en Benaguasil, el 12 de noviembre de 1896. Estudió en el Seminario Conciliar y fue becario del Real Colegio de Corpus Christi de Valencia. Recibió la ordenación sacerdotal el 12 de junio de 1921 y fue coadjuntor de Benimasot y Albaida. Destacó su actividad apostólica con la juventud femenina.
El 13 de febrero de 1934, reunió en Burjassot a un grupo de mujeres para dirigirles un retiro espiritual. Cuatro meses después, consiguió la aprobación de los estatutos de una sociedad civil, denominada Sociedad Amor Cristiano, que vendría a ser el germen del actual Instituto.
Vicente Garrido Pastor murió en 1975 en Valencia y sus restos mortales descansan en la capilla de la Casa de Ejercicios que las Obreras de la Cruz tienen en Moncada. "El sacerdote fue pionero en la promoción del laicado femenino e impulsor de un nuevo carisma en la Iglesia, fundando, en tiempos no fáciles para la Iglesia, un Instituto Secular", ha explicado.
"El testimonio de este sacerdote que dedicó su vida al anuncio de Jesucristo desde la tarea docente, la predicación de Ejercicios y la dirección espiritual, es hoy un estímulo y un ejemplo a seguir para quienes estamos comprometidos en impulsar la nueva evangelización en la Iglesia", ha añadido Ramón Fita. Asimismo, ha asegurado que "damos gracias a Dios porque la Iglesia de Valencia se ha visto honrada, pues a uno de su miembros se le han reconocido la heroicidad de las virtudes".
Obreras de la Cruz
Las Obreras de la Cruz impulsan, en la actualidad, varios proyectos solidarios de promoción de la mujer e inmigrantes en España y Bolivia. Además, el instituto dirige un colegio en San Javier, Bolivia, varias casas de espiritualidad, la casa de Acogida de Peregrinos de Roma y cuanta con presencia misionera en Chile, Brasil y Bolivia.
Igualmente, en España, el instituto es titular de tres centros educativos de Infantil, Primaria y Secundaria en las localidades de Xàbia, Alzira y Castalla; de dos Residencias de Tercera edad, en Moncada y Gandia; y de la clínica "Santa Cristina" en Albacete. (AVAN) 

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Y aquí queda el expediente a una maestra valenciana, en abril de 1941, del consejo depurador de maestros y maestras republicanas en el que estaba incluido el nuevo venerable fundador Vicente Garrido.





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Este "venerable" prócer de la catolicidad, honrado por Bergoglio como aspirante a santo, fue vocal en 1941 de la 'comisión depuradora del Magisterio' que el régimen fascista de  la dictadura estableció para castigar al profesorado que había ejercido la enseñanza estatal durante la República y la Guerra Civil. Estos comités inquisidores se encargaban de decretar la marginación, la expulsión o el traslado punitivo de una región a otra, de los maestros y maestras anteriores al franquismo. 
En los años que yo recuerdo, porque mi madre era maestra de nuevo cuño, que sacó las oposiciones en 1953, en el suroeste de Castilla-La Mancha había más maestros de Catalunya, Alicante, Madrid o de Asturias, "castigados" al destierro, que de la propia región. Les llamaban "los postergados", cuyo único "delito" había sido impartir una educación libre, laica y aconfesional en una República democrática, cuyo único y último modelo de Estado fue elegido en las urnas por la ciudadanía en 1931, sin presiones de oligarcas y caciques ni miedo inoculado a nuestra propia historia, como lo fueron en 1978 la actual Constitución y monarquía vigentes.


Curiosamente, en ese documento  consta también como vocal del aparato depurador, junto al "venerable" inquisidor al servicio de la dictadura, el médico Francisco Marco Merenciano, el psiquiatra que hizo fusilar a su maestro el doctor y catedrático Joan Baptista Peset Aleixandre, un héroe de la resistencia valenciana, que salvó un montón de vidas en plena guerra civil, incluidas las vidas de muchos fascistas heridos y enfermos, a los que, a la hora de la compasión profesional, nunca pidió el certificado de republicanos para atenderles con la misma generosidad y deontología compasiva con que atendía a cualquier herido o enfermo. Al terminar la guerra Peset regresó a su cátedra como es lógico. Una cátedra que Merenciano, un psiquiatra también, falangista y antiguo alumno suyo, quería para sí. Entonces denunció a su ex maestro por haber ayudado a los heridos en la República y haber colaborado a mejorar la sanidad del Estado republicano. Esa denuncia hizo que el Doctor Peset Aleixandre, fuese juzgado y fusilado, precisamente en el mismo año, 1941 en que está fechado el documento de la depuración de Magisterio que adjunto en este artículo, y que el Judas trepa y sin escrúpulos le sustituyese en la cátedra. Y ese personaje, felón infame, aún tiene dedicada una calle en Valencia: el carrer del Doctor Marco Merenciano, cuya placa vergonzante sigue exhibiendo su nombre. 

Han pasado casi 40 años de democracia, con varias legislaturas. socialistas incluidos, que no se han repasado la Historia; y las consecuencias luego son éstas: llevar a los altares a un cómplice de una dictadura genocida y represora de libertades, dignidad y derechos humanos. ¿Habría exaltado Bergoglio a un cura con ese historial reconocido por la memoria y los documentos de la Historia? Tal vez, no o tal vez sí, porque la ceguera dogmática es un mal implacable. Pero si lo hubiese hecho sería solo bajo su responsabilidad, no con la cooperación de un Estado como el español, supuestamente tan democrático, que aunque condena a los más pobres a la miseria para que se forren los ricos, es tan fan de esa igualdad sui generis que dedica calles lo mismo a los que son dignos de recordar por sus valores y obras memorables, que a los canallas, miserables o asesinos destacados, no por sus virtudes, sino por su complicidad con la política de la peor calaña.

Por si todo este mogollón no fuese suficiente, ahora Bergoglio, el pontifex católico, nombra medio-santo a un depurador franquista; se entiende que lo haga, ya que en la dictadura argentina él también fue cómplice de la misma barbarie farisea y beata (Videla, como Franco era un hombre devoto de comunión diaria entre tortura y tortura, entre condena y condena a muerte por el terrible error pensar distinto) con su cooperación, su olvido de las víctimas que no eran de derechas y su silencio frente a los crímenes de sus paisanos dictadores.  
Es posible que a fuerza de vivir en ese círculo cerrado sobre sí mismo, sin ventilar y enrarecido a más no poder, el futuro papa ni siquiera se plantease si lo suyo con la dictadura era propio de un cristiano o no. Yo misma fui educada así: escuchando en los sermones del domingo que la Iglesia montó la Inquisición para facilitar la salvación de los herejes obligándoles a abjurar y matándolos después de darles los sacramentos para  asegurarles la entrada, por lo menos en el Purgatorio, e impedir que volvieran a las andadas si los dejaban por aquí dando bandazos a riesgo de condenarse eternamente, que nunca se sabe en qué aberraciones teológicas puede caer un hereje sin disciplina. Y eso en los años sesenta y setenta, después del Concilio Vaticano. En fin, como para no tenerlos en cuarentena y con un cordón sanitario alrededor por si las moscas. Esto no quita que haya católicos ejemplares como son los de la HOAC, los de la Liberación y los que una vez en las misiones, codo con codo con la vida tal cual, comprenden lo que es el amor y lo lejos que está del papanatismo gregario, del querer convertir a todo el mundo sin estar una convertida, primero, en ser humano para sentir de cerca a Dios en el prójimo y alprójimo en Dios, más que en los misterios del santo rosario, jaculatorias, novenas, maitines, vísperas, y demás devotas zarandajas.

Con santos así, como éste, ir al cielo se convierte en una peligrosa recompensa post mortem, para cualquier persona decente. Menos mal que Dios es ateo, libre, laico y aconfesional y no hace ni caso de estos terribles fantoches. Precisamente, por hacer pública esa condición de Dios, los devotos y clero de hace 2000 años, crucificaron a Jesús y ahora machacan a todos lo que van en esa línea jesusiana de normalización democrática de la trascendencia. Basta leer los Evangelios para entenderlo, a pesar de estar manoseados a tutiplén, los grandes inquisidores no han podido aniquilar  nunca al espíritu vivo que los puso en marcha en el corazón humano antes de que se escribieran. La bondad y el equilibrio amoroso que los fariseos profesionales le atribuyen al Dios que no conocen, porque no les interesa, es incompatible con el engaño, la superchería, el culto al ego de los personajes, la fanfarria y el exhibicionismo, con el apego ansioso al poder, a los privilegios y a la manipulación de las conciencias, con tanta basura que es imposible que hasta Dios pueda respirarla y mucho menos bendecirla. Qué panda de vividores y parásitos transtemporales!
La parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón es muy clarificadora para comprender esas incompatibilidades entre planos distintos de conciencia, que no son un castigo sino las consecuencias lógicas de las opciones de vida que hacemos. Solo nosotros nos castigamos y premiamos con lo que elegimos. Y esas opciones no las altera ni Dios, porque dependen del uso de nuestra divinidad: el libre albedrío. El don más grande que poseemos.

El sentido de la vida no está en la pelea por imponer religiones ni políticas fanáticas y favorecedoras parciales, en vez de favorecer el bien común, ese sentido feliz y justo está en descubrir y construir la conciencia que nos hace dueños legítimos de nuestra libertad y de nuestra esencia, que nos pertenece en la medida en que le pertenecemos. 
No hay nada más santo que un ser humano libre para poder amar incondicionalmente, sin complejos ni manías ni divisiones ni amenazas, como el dios que ES. Y si hay un Dios, don Bergoglio, es el primer y el mejor dispuesto comunista, el que está siempre al servicio de su familia universal, sin valorar más a los "suyos", porque suyos son todos y todas, como él es de ellos y ellas. No lo dude, don Jorge Mario. Así en la tierra como en el cielo significa eso. Que no hay división entre arriba y abajo, sino igualdad en la decencia del amor. 
Por eso nos sobran fanfarrias, carguitis, oligarquías, reverencias  y  jerarcas de todo tipo; necesitamos convertirnos en servidores, como lo es Dios que no es solo espíritu intocable, sino encarnado en todos nosotros, como una naranja, su zumo y sus gajos o como una granada y sus exquisitos y deliciosos  granos, de una geometría perfecta, sin los que no sería posible  el fruto completo. Y muy especialmente en los que más necesitan apoyo, ayuda, sanar y despertar. Ahí está siempre presente ese soplo de energía incontrolable por cualquier montaje, como una llamada constante a ser nosotros para descubrir nuestro yo verdadero.

Disculpe que no le llame "su santidad", pero según Jesús y el sentido común, eso solo le corresponde a Dios y a los que viven como él, en la máxima modestia natural, no impostada para dar el pego de lo que no se es, desapegados del glamour, de las obediencias borreguiles que por eufemismo llaman humildad al sometimiento y al encefalograma plano,sin la pompa y el enjuague del ego, sea individual o colectivo, sí me refiero a esos seres de luz  que no deslumbran, sino que iluminan sin violentar, que no se pavonean en l los escaparates publicitarios, que  son anónimos y sencillos benefactores que cuando van a ser ensalzados, se largan y desaparecen. 
Como hace Dios, por eso nadie le ha visto nunca, su grandeza está reñida con el espectáculo, los sermones, el postureo, los emoticonos, las hegemonías "espirituales" que van de la mano del poder de este mundo putrefacto en la corteza y herido por dentro; a Dios, aunque sostiene por Amor las estrellas en el universo, no le va el estrellato, ni los juicios, las condenas y las sectas aunque sean multitudinarias. 
Por eso de Dios, como de los verdaderos santos y sabios, que son su manifestación más aproximada, solo se percibe el perfume de su esencia en lo que hacen y en cómo viven. Cambian el mundo como las violetas: desde la modestia de la fragancia que emanan. Y desde ellos y ellas se levanta siempre cada nueva oleada de humanidad que avanza, en medio de lo que aún grita y aturde, se desespera y se rebela contra sí mismo, porque aún no ve ni entiende quién es y qué le ata, pero que en  el interminable curso de la energía inteligente también va cambiando a su ritmo; aunque secuestrados, de momento, por la inercia, en la temporalidad asfixiante de lo perentorio, muchas veces no veamos lo que hay. Pero haberlo haylo. 

Es una pena que los "profesionales" de explicar a dios no se cosquen del tema y se monten películas de terror  e imperios varios, para entretener al personal y que así nunca crezca y se muera sin haber nacido a un nivel más reconfortante y humano. Más divino. A la vida sin fin, que no es un objetivo a conseguir sino el resultado de un bien vivir que  empieza en la justicia, la igualdad, la fraternidad y la libertad que nos hacen realmente humanos. Realmente semilla de Dios, sperma tou Theou, como decía un antiguo maestro del primer cristianismo. Semilla eterna que el viento, el agua, la tierra y el fuego, llevan a todas partes dando vida a la materia y convertidas en energía más sutil son también mente racional, emocional e intuitiva, voluntad, entusiasmo, sabia inocencia, flexibilidad y adaptación, fertilidad y vida abundante. No hay misterios. Dios es un libro abierto porque es Amor. Y todos y todas podemos leer en él. No hay excepciones ni enchufados ni predestinados. Sólo necesitamos encontrar el abecedario adecuado a cada lector/a, y de ello ya se encarga el maestro íntimo que todos llevamos dentro. Cuando los alumnos y alumnas están preparados y se dan cuenta de que necesitan el cambio tanto o más que la respiración, entonces, solo entonces, comienza el curso  y el maestro o maestra, aparecen sin avisar, con cualquier excusa, en cualquier acontecimiento, en cualquier ser.  Y ya nunca tendremos vacaciones en el curso de un aprendizaje cuyo descanso es disfrutarlo sine die. A partir de entonces, las iglesias y los cultos empiezan a estar de sobra y solo sirven para confundir y enredar la facilidad de la gracia. Para marear la perdiz, pero a esas alturas, la perdiz ya no es una presa que comerse, sino una compañera de camino y además nos descubrimos tan poco violentos y depredadores que solo podemos ser veganos de corazón y de apetito. Y un buen día no nos reconoce ni nuestro padre, ni la madre que nos parió. 
Y como Pedro Arrupe, miramos alrededor de la vieja casa de antaño, con serena alegría vemos lo que hay y decimos en voz alta, por si alguien anda todavía por allí: el último que apague la luz. Que la luz ya va por dentro. Como la música.  




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