miércoles, 1 de julio de 2020

   


Es evidente que nuestro mundo es dual y que las conductas humanas responden a ese reparto inevitable de dos realidades con muchos matices y focalizaciones. Hay sobre todo dos franjas antropológicas que saltan a la vista: el lado de los despiertos y el lado de los dormidos. ¿Qué los distingue? Fundamentalmente, lo que hacen, el resultado de sus conductas. Lo que dicen, desean o piensan, también importa por la influencia que pueda tener en los hechos, aunque no sea siempre así, también puede y de hecho, suele variar. Pero solo lo que se ejecuta es la huella dactilar infalible para reconocerse, el código genético de la conciencia o de su ausencia. 
Por estas razones para mí es preferible no meter a todos en el mismo saco tópico. Generalizar no me parece justo cuando se trata de valorar las conductas de cada ser humano, no de las masas. Creo que el mismo hecho de considerarnos masa, nos masifica, nos quita responsabilidad y nos inclina al camuflaje de las generalizaciones. No nos hace comunidad, nos hace serrín, pelusas irresponsables. ¿Qué se puede esperar de una masa, de un puñado de serrín o de un cogedor lleno de pelusas? Pues, lo primero, que no piensen. Que se acoplen a su estado "de normalidad", que no digan nada interesante, que se dejen transportar de acá para allá sin decir ni pío. En el estado de masa no hay conciencia despierta. Y es muy frecuente que se dé por hecho que todo lo que parece masa lo es. Y parece que la realidad no va por ahí. Que nos sorprende de repente y sale un sanitario cantado las cuarenta desde sus sentimientos más hondos y más viscerales. ¿Qué ha pasado? De repente alguien que no es de Vox o del pp se sale de madre y suelta sus emociones como si fuese un diputado de la oposición. La masa no está, el serrín y las pelusas no están ahí. Ha saltado de golpe una conciencia despierta. Que no se indigna porque lo exige la rutina de su cargo a la contra de lo que no sean sus intereses de partido y chollo adjunto, donde la conciencia está claramente missing total, y para colmo a cargo de los presupuestos del estado, al que ocntra todo pronóstico inteligente, parece interesarle mucho más subvencionar políticos concienciadurmientes, que valorar y aplaudir la conciencia despierta de la ciudadanía.

Se ha llegado a tal grado de sumisión y confinamiento ético y democrático que en vez de sorprendernos con el impacto de mantener con nuestros impuestos a una inmundicia parlamentaria impresentable que considera lo suyo una prolongación de 1939 y al gobierno legítimo un enemigo que eliminar, a un mangante coronado y protegido por la propia Constitución o a una casta sacerdotal que está tan al loro de los intereses del demonio como de trincar inmatriculaciones y exenciones tributarias, y sí sorprende en cambio la indignación logiquísima y siempre contenida, de quienes se quejan de las consecuencias de todo lo anterior,  sin atar cabos entre lo uno y lo otro. Si los sueldos de los inútiles y violentos representantes del sector dormido, las prebendas eclesiales y el saqueo estatal de reyes manoslargas y carasduras, no se permitiesen por ley y se penalizasen como le sucedería a cualquiera que no sea un gerifalte, seguramente ese sanitario dolido y defraudado por no poder disponer del material necesario para salvar vidas ni poder dar más de sí, no tendría motivos para hablar desde las tripas, que es lo que ocurre cuando la injusticia, la corrupción y la desigualdad, se convierten en las reglas del juego más sucio e inhumano. Que la indignación se desborda. 
Lo más triste no es que la población pase de todo y se olvide del doloroso lance a los cinco minutos, sino que quienes con su irresponsabilidad descerebrada, su frivolidad y su ineptitud , han ido dando lugar a semejante situación se sigan yendo de rositas y dejando todo como está. Hecho un asco. Precisamente la mayor parte de la ciudadanía está apoyando totalmente a quienes están en primera línea de fuego en esta pandemia. Es la ciudadanía la que presenta un grado de conciencia bastante más despierto, aunque un sector pijo, viejoven, chuleta y borderline social, se permita saltarse a la torera toda prevención y consideración higiénica hacia la salud pública. 

Hay que agradecer a la Cadena SER su conciencia informativa despierta, esa apertura al bien común que desde siempre  ha caracterizado su periodismo y que sepa siempre valorar y distinguir donde está el devoto tinglado de la misa y donde repican las campanas, porque lo esencial no es el grito sino las causas verdaderas que lo han producido y lo siguen produciendo. Y que no se preocupen, porque la situación no va  a permitir olvidar lo que sigue pasando cada día y nos sale al paso nada más salir a la calle. Tranquis. La pandemia y su debacle no se van de vacaciones. Los pobres, los precarios, los parados, los mendigos, el personal de riesgo y los emigrantes contagiados, tampoco. No tienen donde ir, ni cómo ir ni con qué pagar el viaje ni la estancia.

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