domingo, 15 de mayo de 2016

Un acto de soberanía

Publicada 15/05/2016 (Infolibre) 
  


Las elecciones son un acto de soberanía popular. Es verdad que las elecciones son también el momento de aprobar o suspender a políticos, castigar el comportamiento de los líderes, tomar postura sobre debates, polémicas y conflictos de actualidad o esgrimir heridas internas, ejerciendo esa mínima parcela de poder individual que supone el voto. Pero no es bueno que los impulsos coyunturales nos hagan olvidar que las elecciones son un acto colectivo, un deseo de soberanía popular.

En la configuración de las listas electorales y de los pactos, es verdad que se acumulan factores personales, juegos de aparatos, necesidad de buscar o mantener un puesto de trabajo, arribismo, deslealtad, vanidades y odios. Pero no conviene olvidar que una candidatura es una propuesta política para representar el ejercicio colectivo de una soberanía popular.

Las elecciones próximas van a facilitar una vez más la caricaturización y el reduccionismo del debate político. Deberían evitar esta dinámica los que estén interesados en conseguir que el ejercicio de la soberanía sirva en este caso para cambiar la realidad maltratada de España. Resulta necesario que la soberanía popular se deje de debates falsos y tome postura ante los problemas concretos de la gente.

A veces cuesta trabajo no entrar en las batallas prefabricadas. La firma del acuerdo electoral entre Izquierda Unida y Podemos ha desatado las alarmas más demagógicas y oportunistas sobre el fantasma del comunismo. Llama la atención ver a los herederos de Manuel Fraga Iribarne, ministro de la dictadura franquista, censor de escritores y firmante de sentencias de muerte, alarmarse del comunismo en nombre de la democracia. Durante muchos años, los militantes del Partido Comunista de España fueron los más disciplinados luchadores en favor de la libertad y la democracia, un horizonte que humillaban mandarines del Régimen como Manuel Fraga Iribarne, el padre político de Aznar y Rajoy. También llama la atención ver cómo agitan el fantasma del comunismo partidos políticos que estuvieron 40 años de vacaciones cuando la España comprometida tuvo la necesidad de asumir peligros ante las crueldades del dictador.

A veces cuesta trabajo callarse. Pero no creo que sea el momento de entrar en las polémicas abiertas por los enemigos, entre otras cosas porque el debate sobre el comunismo no es el asunto de estas elecciones. Y sería, además, un debate muy falso. La España de hoy vive un tiempo histórico diferente y el legado histórico del comunismo español es muy amplio desde el punto de vista humano. Ni siquiera pertenece a la actual dirección del PCE. Algunos de los nombres más dignos de su historia en la Guerra Civil, la clandestinidad y la democracia quedaron fuera de la organización por culpa de las sucesivas expulsiones.

Así que no conviene olvidar lo decisivo en este momento: las próximas elecciones pueden ser un ejercicio de soberanía popular. Más allá de líderes, de errores y de aciertos, el protagonismo corresponde a la gente. Las elecciones pueden suponer en este caso un esfuerzo colectivo para romper el imperio neoliberal en nuestra economía y nuestra cultura. Conviene no olvidar que el protagonismo lo tiene la gente que sufre la degradación de la sanidad pública, la gente que ha visto recortada la educación de sus hijos, la gente que ha perdido sus puestos de trabajo y las ayudas sociales, la gente que sufre una legislación laboral injusta, la gente que soporta el machismo y la desigualdad, le gente desahuciada, la gente avergonzada por tanta corrupción, la gente ofendida por el uso partidista de los medios de comunicación públicos, la gente engañada por la falta de independencia de los medios de comunicación privados, la gente que asiste al desprecio cultural y al predominio de los entretenimientos zafios y la telebasura.

No se trata de cambiar sólo las caras del Gobierno, sino el rumbo de la política española. Se trata de configurar una alternativa a las políticas neoliberales representadas por el PP y por Ciudadanos. Confundir la responsabilidad de Estado con cualquier tipo de pacto que tenga en cuenta al PP o a Ciudadanos será una forma más de inmovilismo.

Después del fracaso político que ha supuesto la repetición de las elecciones, resulta necesario más que nunca darle protagonismo a la gente, a su soberanía, y recordar todo lo que ha ocurrido aquí durante los últimos años. Recordarle a la gente que estas elecciones son suyas. 



:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::  

Gracias, Luis, amigo y hermano de causa y de verso libre, por este oportunísimo alegato a favor de la unidad popular y fraterna, que se manifiesta en las libertades, los derechos igualitarios y la diversidad soberana, base imprescindible de la democracia. 
Democracia es inseparable de justicia y de bien común, inseparable del apoyo mutuo y del diálogo inter partes. Un panorama que hasta ahora no ha coincidido demasiado con la realidad política que venimos padeciendo, pero que estamos en condiciones de poder cambiar por algo mucho más decente y sano, si conseguimos liberarnos de la confusión mediática utilizada como arma disuasoria, mediante el miedo, la propaganda espuria y los intereses perversos de quienes no saben vivir fuera de las burbujas, de las pompas de jabón tóxico, pintando de colores y tapando con alfombras y tapices viejos y  repintados, los desconchones, las manchas de moho, las grietas , los derribos y los montones de basura que nunca se recogen ni se limpian de verdad. 

Me avergüenzo y me indigno cada vez que escucho pronunciar la palabra comunismo como una evocación de lo peor. Me recuerda cuando en los años cincuenta y sesenta, en plena dictadura, el peor insulto que podían decirse los compis de la escuela , además de tonto, idiota o acusica, era "comunista". Aún lo recuerdo: "señorita, Maripili Fernández me ha insultado, me ha dicho comunista..." Y la respuesta que tampoco era moco de pavo: "Fernández, no insultes a tus compañeras, por favor. Y como castigo por insultar, ponte en el rincón de rodillas y de cara a la pared, con los brazos en cruz y un libro en cada mano hasta el fin de la clase y escribe en tu cuaderno para que te quede muy claro esta frase cien veces: 'No insultaré a nadie llamándole comunista' y mañana me traes la tarea sin falta. Así comprenderás lo horrible que es ese insulto." 
No es difícil imaginar a Inda, Marhuenda, Pedrojota o a Rajoy, aún más a FG y  a Alfonso Guerra, traumatizados por aquellas pedagogías, sobre todo si estudiaron en la escuela privada, si esas cosas ya pasaban en la pública. Lo chocante es que ese trauma también lo tenga Pedro Sánchez, que, además de haberse educado en democracia y  según dicen sus siglas, es socialista. O sea, rojo, como los comunistas, aunque con otros matices más marxistas descafeinados que leninistas o stalinistas. Matices que hace mil años se fueron difuminando y adquiriendo otras habilidades de adaptación al medio y de sabiduría social, en contextos que nada tienen que ver con la historia y las dimensiones  evolutivas de hace un siglo. 

El lado rojo y "comunista" de la sociedad mundial ha conseguido muchísimo en los últimos 150 años al servicio de la evolución. Lo primero, salvar de la muerte por inanición, enfermedad y analfabetismo a millones de seres humanos. Lo segundo, conseguir la liberación del trabajo como penalidad y esclavitud y dotarlo de dignidad reconociendo que sin él no hay progreso ni civilización y que es un derecho inalienable como el sustento básico y el techo protector.  Lo tercero, crear conciencia colectiva de que el yo humano no es nada sin el nosotros. Y que ese nosotros debe estar siempre vivo, atento y en marcha para que el egoísmo, sus miedos y obsesiones de poder no nos aísle a unos de otros con la fantasía de las castas sociales, que intentan dividir lo que es por medio de lo que se tiene o no. 
Ahora, simbólicamente, aparece el morado en el pacto de colores sociales. Nada es casual. Ni tampoco hay que tener miedo a evolucionar. Es cierto que los métodos que han utilizado los jóvenes renovadores no han sido demasiado acertados, incluso muy torpes y marrulleros, que han abusado del tacticismo, de la aparatosidad y de la prepotencia, que han hecho demagogia confundiendo al personal, que han ido avasallando y dando palos de ciego donde no tocaba dar palos sino escucha, comprensión y respeto, pero, es posible que ese guirigay no fuese sólo táctico ni estratégico sino también el producto de su propia pérdida del oremus, desbordados por el schock apabullante de un inesperado comienzo, demasiado apoteósico y vertiginoso para tan poca experiencia personal y grupal, que ha hiperdimensionado y enloquecido el ego colectivo y personal de una peña demasiado joven y endiosada por el mismo concepto capitalista hollywoodense y contagioso, del éxito como oportunidad única para dar golpes rápidos de estado mediático, sin tocar suelo intentando asaltar cielos, sin conocer lo que hay en profundidad y a la vez un poco viejos prematuros a causa de demasiada teoría, elucubraciones sofísticas y muy poco conocimiento real del alma humana. Aunque esto último es un mal que afecta a la politicancia en general. Los resultados hablan por sí solos.

El caso es que por fortuna en lo más crudo del crudo invierno del caos, suele haber a veces, flores cálidas de serenidad que en vez de destruir lo bueno que conocen para acceder a la incertidumbre caótica sin más, saben adaptarse y enriquecer de vida la estepa azotada por los vientos de la locura, plantas resilientes que tienen buenas raíces, resisten y saben ofrecer la riqueza y la fertilidad del polen sin pedir nada a cambio ni esperar más recompensa que el gozo natural de dar lo que son y lo que tienen, aún en medio de las peores ventoleras empeñadas en arrancarlas de cuajo y llevárselas como trofeo. Es lo que reconozco en IU/UP. El mismo viento irreflexivo de la dispersión alocada, transporta la vida y poliniza la tierra árida y fría, sin darse cuenta. Cuando el viento se calma, la lluvia ablanda el humus, las semillas penetran en la tierra, agarran y echan raíz. Brota la vida a partir del propio don de sí. Si la vida tuviese prejuicios y tiquismiquis, como los tienen los políticos profesionales, los expertos mundiales en finanzas y los millonarios que controlan las políticas, hace millones de años que todo estaría muerto y nuestra especie jamás habría llegado a ser y a estar en este planeta. 

Por suerte hay una inteligencia colectiva formada con brotes individuales mucho más que 'personales' (no es lo mismo individualidad que personalidad. Individuo significa ser entero, completo como un átomo, indiviso en su esencia sin que importe su aspecto. 'Persona', en cambio, significa la apariencia, la máscara, el personaje, la vestidura, lo impermanente, la forma externa con que el individuo se muestra y es percibido desde fuera, la personalidad es la manifestación psicoemocional del ego, mucho más "sentiente" que consciente. Con la "persona" y el ego que la habita se nace hacia fuera. El "yo" individual es mucho más consciente que "sentiente", mucho más hondo, nos hace nacer desde dentro y crecer con él si así lo decidimos.) 
La situación actual que padecemos es la esterilidad de la tierra agotada por los malos tratos de agricultores devastadores, Podemos es el viento enfurecido y cambiante, IU/UP es el polen que, arrastrado por ese viento, se une a la semilla social pisoteada en la tierra árida y la ayuda a germinar.
Podemos es la personalidad e IU, la individualidad del mismo proyecto político, por eso, la naturaleza de ambas tiende a unirse, ambas son imprescindibles para que el ser político y social completo se manifieste, sea percibido desde fuera con toda su fuerza esencial, sin cuya cooperación lo externo se queda vacío y lo interno no se comprende por completo. Y sobre todo esa unión es imprescindible para que ese trabajo sea operativo al 100%. 
Boicotear ese proyecto de unidad solo beneficia al  régimen que se nutre de la división y del enfrentamiento, de los egos representados en la apariencia de las siglas y los intereses turbios que sustentan los poderes amorales y amenazan las libertades soberanas. Sólo el bien común ha tenido la capacidad de unir los dos aspectos de la misma tarea y sólo él conseguirá limar diferencias y disolver fantasmas y miedos que no tienen sentido cuando el problema  es común y necesita de la misma energía unificada, que no absorbida y neutralizada por incompatibilidades, para resolverse.

El régimen en declive, corrompido e incapaz de ver el caos que crea constantemente, intuye que ese proceso le puede desarticular el plan y, claro, para boicotearlo nada mejor que contagiar su miedo a los ciudadanos apelando a un comunismo que ya no responde al modelo original que les han contado sus antepasados, aunque conserva los valores sociales mejorados por la experiencia solidaria, e integrados en el mundo que vivimos y con muchos más recursos de la inteligencia colectiva, como la paz, la ecología, el feminismo, la igualdad de géneros, el decrecimiento en indecencia destructiva, el respeto y cariño por los animales, el apoyo mutuo, el soplo libertario y constructivo desde el municipalismo y el reciclaje del capitalismo en un sistema de DDHH y justicia social, donde los individuos y su colectividad están y son mucho más valorados que los dineros y negocios para forrarse a costa de sacrificar ciudadanía, y solo son medios para conseguir el bien común, no la finalidad, como tampoco es finalidad en sí misma la sigla política que es solo un instrumento de trabajo y no un aparato de poder que acaba devorando las libertades y la misma esencia de la democracia. El alma de los pueblos. Es el nuevo tiempo de aprender y construir juntos el estado y el mundo que queremos y necesitamos. 

Como Varoufakis, creo que no es el enfrentamiento ni el odio de opuestos lo que nos ayudará al cambio, sino conseguir una unidad de conciencia que demuestre a los miedosos que no hay motivos para temer una ruina universal si se hacen las cosas con decencia, y que al contrario, lo mismo que  Keynes  (que no tenía nada de comunista) aseguró en los años 40 y 50 del siglo XX, para evitar otra calamidad como la II Guerra Mundial, hay que convertir la riqueza de unos pocos en el bienestar de muchos para que esa riqueza no  se convierta en una bomba de relojería y termine por aniquilarse a sí misma con el resto  del mundo, y sobre todo ir descubriendo sensatamente que la buena conciencia y la generosidad inteligente proporcionan mucha mejor calidad de vida que ser multi-billonarios y vivir aterrorizados por el miedo a perder sus posesiones o  a que los pille la justicia que no han podido comprar y  tramando desgracias para seguir siendo los amos de la mayor miseria en un planeta en ruinas provocadas por ellos mismos. Esa tarea regeneradora es cosa de la ciudadanía trabajando en dos niveles: llegando a las instituciones y comprometida en la calle para que lo institucional no se olvide de quiénes le mantienen y para quiénes trabaja. Creo que esta crisis nos está ayudando a despertar, como españoles, como europeos y ciudadanos del mundo y a asumir nuestra universalidad soberana, desde unos parámetros mucho más amplios y constructivos.  

                                                             





 

No hay comentarios: