lunes, 23 de mayo de 2016

No, Pedro Sánhez, no es eso



Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, este lunes. Efe

Sánchez: “Si dependo de los votos de Iglesias estoy convencido de que no seré presidente del Gobierno”

(Infolibre)

El candidato del PSOE asegura que "no habrá cambio" si no gana el 26-J. Añade que "el problema" de Iglesias nunca fue unirse el pacto de PSOE y Ciudadanos, sino tener que votar a favor de un candidato socialista.
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No hay manera. Así, no.
¿Cómo va a confiar la ciudadanía en un candidato cuya máxima preocupación, a estas alturas de emergencia social y angustia económica, es solo lamentarse porque Iglesias, en este punto del cuento de La Lechera, no le dejará ser presidente? Es un detalle que a los que padecen la  crisis les importa muy poco. Los españoles y españolas queremos acuerdos y soluciones mucho más que "estrellos" en la Moncloa (lo dejamos claro el 20D),  pero los políticos "profesionales" no estaban por la labor excepto IU/UP y Compromís. Es más, si la peña del cambio fuese creativa establecería una presidencia compartida entre las cabezas visibles de la coalición ganadora. Seis u ocho ojos ven mucho más que dos y tres o cuatro cerebros piensan e intuyen mucho más y mejor que uno solo. Sería un modo de transformar en democracia verdadera un cargo absoluto, como lo es la presidencia del Ejecutivo, que abarca demasiado poder y presenta  demasiados riesgos y fisuras para una sola persona. Tal vez una presidencia plural sería más segura y justa. Más inteligente y razonable. Encargos que no solo deben proceder de  las listas a dedo de una única rama, como está haciendo Podemos, sino teniendo mucho más en cuenta la pluralidad, la calidad y disposición de los aspirantes, que su 'fidelidad' interesada a la ideología y al aparato de partido.

Los españoles hemos aprendido a tortazos que el peor de los errores es confiar a una mayoría absoluta la responsabilidad enorme y diversa del gobierno y poner en manos de un tipo cualquiera, sin más cualidad que ser el primero de una lista, nada menos que la supervivencia, derechos y libertades de la mayoría social, tal y como está el patio. Por eso hemos votado en plural y no en bloque y lo volveremos a hacer.
La izquierda ha sido el único elemento de la democracia capaz de aportar un cambio de estrategia que favorece el nuevo camino necesario, y ha comprendido lo que queremos, por ello se ha agrupado en un multiequipo electoral a  base de acuerdos generosos e imprescindibles y de la presión de las bases, con una responsabilidad que si no fuese por la pésima y anómala dinámica de la maquinaria electoral que aún padecemos, se habría dividido y luego sumado en diversos partidos como en las elecciones del 20D.
Pero el caciquismo actual que manipula la valoración y "coloca" a su aire el cómputo de votos no permite que la democracia funcione en directo; tiene miedo a que el voto por persona le fastidie los negocios al poder y que valga lo mismo el voto de conciencia que el voto por inercia, que en la actualidad está penalizado y premiado, respectivamente, por zonas urbanas y rurales. Por eso la cohesión y la cooperación en el proyecto electoral es fundamental en la izquierda, cuyo mayor número de votantes está situado en las zonas urbanas, que son más conflictivas, más críticas y menos dóciles a la "tradición" ideológica del caciquismo clientelar. Por desgracia, el Psoe ha entrado históricamente en esa tradición, gracias al sistema bipartidista que  ha ido dando solera a los mismos miedos al cambio que tienen los votantes de la derecha.
Ese juego, que en épocas de calma y prosperidad no importaba demasiado, con la crisis infinita e imprevisible que sufrimos, se ha quedado no solo obsoleto sino también como una rémora insoportable que ha agotado las ideas, las soluciones y la creatividad en los políticos "de siempre".
Hemos tenido la gran fortuna de que la "revolución" práctica social y política la está protagonizando el sentido común de la ciudadanía y su sectorialidad, mucho más que los miedos y las viejas ideas violentas, como está pasando en tantos países de la UE, donde ese rol ha caído en manos de las ultraderechas. Precisamente es en el Sur de Europa donde más se sufre socialmente, donde el clima de la solidaridad, del apoyo mutuo y la democracia como baluarte se ha convertido en modus vivendi. Grecia, Italia, Portugal, España, Francia y una gran parte de Inglaterra y Escocia se están decantando claramente por la apertura a cambios y políticas que apoyan en mayoría derechos y dignidad. Realmente es ese Sur europeo y su fuerza de renovación para sacar vida de lo destruido, el recurso más fuerte y rico de que dispone la UE si es verdad que desea seguir siendo demócrata, ética, cívica, solidaria, cultivada y humanitaria. 

En estas elecciones nos estamos jugando algo muchísimo más importante y trascendente que el triunfo de una sigla de partido sea cual sea, algo más que el éxito que depare la presidencia de un gobierno o que el estrellato de los aspirantes. Nos estamos jugando nada menos que una nueva e imprescindible concepción del trabajo político en común, al servicio de la causa ciudadana y no al servicio de unas ideas, unas siglas o del rostro publicitado de cualquier candidato, por muy ingenioso, documentado, lenguaraz, carismático, chuleta, echao p'alante   o guaperas  que sea. Estamos realizando el ciclo de empoderamiento ciudadano que no había podido aún completar la revolución política del siglo XVIII, que se paró en los logros más básicos y no consiguió  que la Asamblea se convirtiera en el resto de Europa en algo vivo y no cerrado een sí mismo y atado a una ideología.

Ya no se trata de los personajes, que puedan ostentar cargos, más bien se trata de la necesidad de humildad de los inteligentes, de la modestia como virtud imprescindible  para que termine el lastre político del imperio del ego, y comience el tiempo de  la coherencia moral que permite construir el bien común por delante del propio pedigrí de partido o de la ambición personal. Renovarse es auditar y revisar la deuda pública que sin más motivo que el desastre de la banca privada, nos ha entrampado a todos por milenios y generaciones con una deuda impagable; renovarse es plantarle cara a los desahucios y negociar con los bancos acuerdos que impidan la injusticia y hacer que la ayuda que recibieron del dinero público  se compense a base de la cesión al Estado de viviendas para alquiler social. Renovarse es plantarle cara al TTIP y no hacer que un neoliberal como Jordi Sevilla marque el rumbo del programa económico del partido Socialista. Renovarse es pedir cuentas a  la OTAN por su política de guerra constante que nos implica como miembros de la UE que no compartimos sus métodos y que ha causado y sigue causando una tragedia humana de dimensiones descomunales, cuya peor secuela son los millones de refugiados sin tierra que pisar, de todas las edades, perseguidos y deportados sin compasión hacia una muerte asegurada.  Renovarse es asumir que el modelo de estado que tenemos no ha sido elegido libremente por los españoles sino condicionado por el miedo histórico y que necesitamos votar y elegir entre monarquía y república, para que de una vez por todas este Estado sea legítimo además de "legal" y disfuncional.

En política eficaz sobra la egocracia y falta el nosotros universalizado más allá de las etiquetas. José Mujica es un paradigma de lo que que necesitamos en España y en Europa, pero no solo como individuo, sino también como modelo político colectivo.
Solo los portavoces que comprendan esa realidad podrán ser útiles a la ciudadanía y al alma confederal de la mayoría diversa que seguramente en las urnas confirmará ese proyecto que se inició en 2011 en las plazas y ha llegado en 2015-2016 a las instituciones del Estado. No comprender este proceso causará más sufrimiento y degradación, no solo en España, también en Europa, para cuya base social el movimiento ciudadano español es ya una referencia importante que se contempla con mucho interés.

La unidad democrática y social del Sur de Europa puede ser la vanguardia de un gran cambio político imprescindible en el resto del Continente; las viejas recetas están agotadas y no van a recuperarse porque su tiempo evolutivo ha caducado irrevocablemente con el fracaso para gestionar la crisis y sus secuelas. También han periclitado las recetas 'ultras', que nos llevaron a la hecatombe en las primeras décadas del siglo XX, y sufrirán las mismas desgracias y desgarros sin poder evitarlo. Aunque ahora salgan a la calle y a las urnas impulsadas por el miedo del establishment y por la prensa que el miedo y el dinero tienen comprada al por mayor, bajo el disfraz de "liberal" o "demócrata". Solo hay que ver el caso Cebrián y el caso Berlusconi para comprobarlo.

Será la realidad próxima y comprobable de cada día, desde los observatorios de barrio y de municipio, el boca a boca de la decencia, lo que irá informando de lo que nos pasa, de lo que nos falta, de lo urgente y de lo que puede esperar, por medio de twits, guasaps, internet con sus recursos y sistemas de comunicación y debate, videos tutoriales de diálogo sereno y sin manipular,  llamadas en directo y vis a vis. Se tomará en serio solo la prensa cuyo relato coincida coherentemente con lo que la realidad nos define y nos depara cada día. La ideología del bien común será in crescendo el valor más cotizado y se manifestará en lo sectorial mucho más que en partidos y grupos financieros que solo quieren poder y manejar los hilos de la política. Poco a poco la mentira se irá revelando como la basura que es de verdad, sin barnices, a plena luz,  y los actos concretos y los resultados tangibles serán la mejor garantía que justifique una ideología o su desaparición. 

Si Pedro Sánchez está tan abducido por la estructura de poder de su partido que no alcanza a comprender la urgencia renovadora de la unidad popular, por encima de siglas y personalismos picajosos, en una marea política de ciudadanía organizada y plural, es que no está capacitado para ser presidente de Gobierno en un tiempo tan nuevo que se está cuajando como la lava de los volcanes, cuando hay erupción, sale líquida y al contacto con el aire nuevo se vuelve sólida y su morfología mineral se adapta naturalmente a la forma que le da el mismo cauce en el fluir, sin preocuparse de ser el pedazo de lava más grande o más vistoso. Ocupando su lugar. Dejando que la vida la modele en el cuerpo de la Tierra. Así la 'lava' de la inteligencia individual y colectiva orienta y agrupa las individualidades en función de la misma evolución de la conciencia humana que discierne y se adapta adecuando sus posibilidades al flujo de la corriente esencial, que como dice Heráclito, nunca es la misma, aunque lo parezca.
Y en ese movimiento creador se renuevan los modos de pensar, de sentir, de organizar, de relacionarse, de comprender fluidamente, de definir y estructurar el tejido social, que  como el flujo de la existencia, tampoco puede ser el mismo de hace cien, cincuenta o treinta años. O una década. La sustancia que funcionó al final del franquismo y en los años de transición ya no es el mismo mismo potencial humano racional emotivo como materia política, económica, filosófica y cultural. Ética y estética. Científica. Artística. Es otra sustancia muy distinta, modificada, permeabilizada e impulsada, orteguianamente, por nuevas circunstancias, que necesita otra visión y otra disposición acorde con su naturaleza.

El Psoe de los años 80 no sirve porque fue, como Podemos es ahora, un recurso instrumental para descafeinar la izquierda y colarse en los entresijos del poder para tratar de 'humanizarlo', pero sin fuerza ética como base, a salto de mata oportunista, por lo que acabó sin ser carne ni pescado, esa actitud que el Apocalipsis define con un rotundo: "como no eres ni frío ni caliente, te vomito de mi boca". El pp menos capaz aún, porque está estancado ideológica y visceralmente, en la obediencia perruna del franquismo a cualquier autoridad que le apabulle desde más "arriba", como han demostrado constantemente Rajoy y sus ministros aceptando en Europa lo que rechazan y niegan en España. El viejo comunismo del resentimiento  histórico, del miedo, del puritanismo suicida que es una forma de elitismo clasista, y con la frustración melancólica de los paraísos perdidos que nunca fueron realidad, tampoco sirve como regeneración.

Más que nunca el "renovarse o morir" es la clave, Pedro Sánchez; y renovarse no es citar a Suárez cuando el momento histórico no tiene nada que ver con aquel tiempo y aquellas circunstancias. Renovarse es decirle a González y  a los barones que fundó y colocó, que no pueden seguir siendo el pesado mascarón de proa que lastre constantemente el avance del socialismo y lo convierta en un sainete, con la de cosas feas y sucias que se hicieron en nombre del socialismo y que aún nos están pasando factura, no es precisamente un ejemplo a valorar. Por eso la ciudadanía se plantea que si en el Psoe no hay algo mejor a lo que recurrir y siguen eternamente los mismos gerifaltes hagan lo que hagan poniendo palos en las ruedas a cualquier intento de cambio en serio, pues va a ser que, a lo mejor, a base de tanto roce se han acabado contagiando de los miasmas del pp. Y por eso un partido fundamental como el socialista se ha deteriorado tanto que no puede recuperarse por más buena intención que tengan las nuevas caras, el equipaje sigue siendo el mismo: cien años de honradez pasados por la batidora del gato  taoísta y el "pragmatismo" del GAL y las manos en el fuego por los corruptos amigos, que si no se limpia de una vez, será la rueda de molino que acabe con el Psoe. No con el socialismo, afortunadamente. Como el asunto de Lenin no era el de Marx. Como el pésimo catolicismo no ha conseguido acabar con el mensaje de Jesús de Nazaret. Tampoco el socialismo es ese Psoe que ya muy pocos socialistas, por no decir ninguno, reconocen como su casa del pueblo. Al original no lo superan jamás las fotocopias.

Lo único acertado y sensato que puede hacer Pedro Sánchez, tal y como estamos, es pactar con la izquierda y lograr así que España levante cabeza y tenga la oportunidad que nunca ha tenido: disfrutar de una gran pluralidad progresista  y comenzar de nuevo desde una base social democrática, pacífica, dialogante, federal y decente. Eso, o si opta por finiquitar con el pp o con C's, su desaparición como ideología y programa medianamente creíble. No le queda otra, va a tener que decidirse por el ángel o el demonio, pero, ¿dónde está el ángel? ¿dónde el demonio? Chi lo sa!; como dicen Les Luthiers: "Juglar, tendré que elegir entre María o el trono, el trono o María...María, qué bella plebeya, ¿habrá que renunciar al trono por amor a ella?" "Pero...¿Quién es la plebeya? ¿Qué es el trono: la decencia coherente o el escaparate impenitente? ¿Mariano y Albert o Podemos&Friends? Con Mariano y Albert sostendría el régimen de la sopa boba y el enjuague a tituplén, a lo mejor por media legislatura, antes de que estallase el burbujón de la ruina total y me tendría que tragar mi programa en modo sapo...aunque, eso sí, FG y sus barones, agradecidísimos, me harían un homenaje de despedida precioso. Con Podemos&Friends, no seré presidente, el ego de Iglesias no me lo permitiría ni a mí ni a nadie, pero me ganaría a la izquierda socialista para toda la vida por mi acto kamikaze y mi coherencia valerosa...Uff, qué marronaco. ¿En qué estaría yo pensando el día en que acepté el regalito envenanado de esta candidatura socialista en la que si soy socialista me machacan los compañeros y me aplaude el "enemigo" comunista y si me rajo como socialista me aplauden y besuquean los neoliberales, que ya no sé si serán socialistas también, como Jordi Sevilla y eso?"
Pobre Pedro Sánchez, qué caro le está saliendo negar  al maestro ante la guardia neocon y retractarse de lo más valiente y justo que ha hecho nunca: quitarle en la tele la máscara al villano y  llamar indecente a un títere  sin alma capaz de cualquier cosa para no perder el poder, los shobresh y el aforamiento...No creo que Sánchez pueda librarse de la crucifixión haga lo que haga, pero sí que podría redimirse si sacrificase su socialismo de pacotilla y blandiblú  por abrazar un socialismo de verdad y liderando la Izquierda Socialista se apuntase a Unidos Psí que Podemos. Sería un bombazo, un susto mortal para la República Monárquica de Carcundia y un cambio de verdad. Ojalá le dé el punto genial y ético a tope de los Piscis y lo haga. Qué más quisiéramos!

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