lunes, 30 de mayo de 2016

El dilema de la verdad


Llevo toda mi vida dándole vueltas a esto: ¿qué es la verdad y qué no lo es? Normalmente se tiende a identificar verdad con realidad, con hechos tangibles y concretos. No está mal para empezar, pero un buen día se descubre que esa equivalencia, a menudo, no existe, cuando la realidad se nos muestra tan convincente como engañosa. Tampoco es lo mismo la certidumbre y el convencimiento que la verdad. Una puede estar convencidísima por la realidad de una mentira muy extensa y muy sólida, hasta llegar a dar su vida por una causa en la que cree, pero que en realidad no es lo que una cree que debería ser, sino lo que le ha contado su medio social, cultural, familiar, religioso y político y le muestra como lo que "se debe" asumir como bueno y justo, como legal y permitido, aunque casi nadie se plantee si es también legítimo y veraz y no lesiona la integridad de su conciencia, que es el único baluarte de que disponemos, siempre que la hayamos desarrollado y trabajado como parte imprescindible de nuestra esencia individual y colectiva. 
Por ejemplo, los militares creen en la Patria como en Dios y a veces, más, si son ateos. De hecho, el lema más noble durante mucho tiempo fue para ellos: Dios, Patria y Rey. Digamos que ese credo era y aun es para muchos, un trío de 'verdades' infalibles e incontestables para quienes no necesitan plantearse nada más que un código férreo impuesto desde fuera de uno mismo, capaz de sostener sus razones para estar vivos. Sin plantearse nada más. Todo lo contrario del imperativo categórico que Kant formuló con mucho acierto y visión evolucionada, tomando el bien común natural como medida personalizada de una ética asumible, lógica y sana: obra de tal modo que tu forma de vivir y de actuar pueda convertirse en una ley universal, o sea, en algo bueno, justo y sano para todos.
Un militar o cualquier otro ciudadano, puede confundir muy fácilmente la realidad objetiva y palpable de una patria geopolítica con la verdad de su conciencia acrítica y plana, sin pensar si esa patria solo por el hecho de ser suya es justa, honrada, humanitaria, honesta..., ya que por el hecho básico de una pertenencia se presuponen una excelencia y una autoridad moral de las que posiblemente el conjunto histórico-patrio carece, sustituidas por un cúmulo de intereses financieros, económicos, territoriales, ideológicos, religiosos institucionalizados y políticos, en la peor y más degradada de las acepciones del término "política". 

Recuerdo que hace muchos años, hablando con una compañera de clase muy devota y cumplidora de preceptos, le pregunté si ella estaba de acuerdo con las incoherencias anti-evangélicas del catolicismo que conviven tan ricamente mezclando poder material, dineros, abusos e injusticias con la devoción y los agnus Dei qui tollis peccata mundi y el secreto de confesión que impide hacer limpieza general dentro de una misma, como se hacía en las primeras comunidades cristianas, cuando la confesión se hacía una vez, al bautizarse, porque solo se bautizaban adultos dueños del albedrío de su conciencia y luego, las reconciliaciones y el perdón en la vida diaria eran comunitarios y cara a cara en fraternidad. Aquella compañera me dio la respuesta más clara: "'voy a misa y no pienso en nada más. Es muy seguro tener un sacramento para cada momento  importante de  la vida, no sé si habrá un cielo y un infierno, pero como no estoy segura, yo por si luego hay algo, voy a todo lo que me digan y hago el paripé como si fuera verdad. Una cosa es pensar en clase y otra rezar y obedecer a la Iglesia". Al escucharla pensaba en sus posibles alumnos y se me pusieron los pelos como escarpias.

Lo mismo me ha pasado a veces con conocidos militares y políticos, para quienes el credo que justifica su interés por la vida viene dado por ideas y seguridades que la "realidad", vista por otros, ha ido convirtiendo en una "verdad" absoluta para sus afiliados, conversos y practicantes. De ese modo la verdad parcial que se presupone universal se hace instrumento de proselitismo y de obediencia social, estatal, política, religiosa o económica, se convierte así en herramienta para manipular algo fundamental y muy escurridizo por lo sutil e intangible: la conciencia individual y social, que va creciendo y se acopla a lo que el entorno ofrece como "normalidad" por las referencias y los ejemplos prácticos mucho más que por los sermones y mandamientos teóricos. 

Con los años he llegado a la conclusión de que para mí la verdad es todo aquello que me abre la conciencia, me 'obliga' suavemente a escuchar y aprender con respeto y con  amor a quienes están explicando su visión de las cosas, aunque esa visión no tenga nada que ver con la mía; la verdad me ha enseñado a apreciar a todos los maestros que encuentro, unos que me enseñan a decir sí y otros a decir no o, también, según y como; me quita barreras y prejuicios, me hace analizar objetivamente con compasión y empatía las causas y los efectos hasta valorar la diferencia entre lo real y lo aparente, entre lo que acrecienta mi ego y lo que me muestra el bien común, que también incluye mi bien individual;  he aprendido a detectar la presencia de la verdad en los estados de ánimo, su especialidad es la serenidad en medio de los conflictos, de las dudas y las incertidumbres internas o externas, la verdad para mí es como un foco de luz sólida y flexible a un tiempo que ilumina mi espacio y mi tiempo interior en forma de calma agradable y gozosa, a pesar de los pesares exteriores, que no se opone fieramente ni "lucha" contra nada y mucho menos contra nadie, pero tan permanente y estable que nada la consigue arrancar de mi conciencia, sin que yo tenga que forzar mi voluntad ni mi mente, simplemente porque la siento como parte integrante de mí propio ser sin que la considere por ello una creencia ni un dogma, sino una especie de presencia que aunque todo a mi alrededor desaparezca, siempre permanece. Y no es de ahora; este descubrimiento lleva conmigo más de cuarenta años; apareció tras una crisis existencial que puso mi vida patas arriba y cuya solución ya al borde del abismo, apareció desde dentro de mí y desde entonces no solo no ha desaparecido jamás, es que se ha convertido naturalmente en mi guía y en mi maestra, con tal sustancia que no me permite dudar, ya que los resultados de su maestría me demuestran en la realidad el hecho de su condición verdadera, lo que no impide que yo sea totalmente libre para meter la pata hasta el cuello, que no tenga todas las respuestas a las dudas, que me equivoque mil veces al día y que esté llena de imperfecciones, como todos mis congéneres. Ese 'nolugar y notiempo' fértil, lúcido, amoroso sin estrépito, bello, sereno y hasta con un sentido del humor estupendo, lo encontré esbozado en Descartes y así pude ponerle el nombre de verdad al fenómeno de ese noúmeno, o sea a esa manifestación de algo inmanifestable materialmente, valga la paradoja como herramienta.

Tras muchos años de investigación interna, de escritura, lectura, estudio, compromiso, convivencia, responsabilidades múltiples y vida en general, he llegado a la conclusión de que para mí esta experiencia que ha cambiado gota a gota mi realidad programada por la genética, por mis inclinaciones naturales, por el ambiente y la educación, es la única fuente real que tengo para asumir la existencia a la luz de una verdad sin preceptos ni dogmas, que no es impuesta sino espontánea, nacida dentro del huerto interior como el brote de una planta sin nombre, profundamente entrañable, que se ha ido convirtiendo en árbol cuyas hojas son todos los seres humanos uno por uno. ¿Cómo se ha plantado? No lo sé. ¿De dónde llegó la semilla? Tampoco lo sé. ¿Cómo ha crecido? Eso sí lo sé: con un silencio íntimo y espontáneo, simple y natural que aprendió a crecer y a sorprenderse cada día con esa presencia callada y feliz. Los poetas místicos la definirían como la fuente que mana y corre aunque es de noche, la interior bodega, la nube del no saber, la voz del amado o de la amada...poner palabras a lo que desborda el lenguaje común siendo su mismo motor, es un empeño baldío. Hay que sentir mientras se piensa y se habla. Canalizar. Y casi nunca se acierta y coincide lo dicho con las dimensiones de lo experimentado. La poesía y la música, la contemplación de la belleza natural, el descubrimiento de algo oculto y espléndido como cotidiano y accesible, se acercan mucho, pero lo más cercano a ese estado es el amor materializado  por los seres vivos que agudiza la capacidad de comprender sin demasiados rollos. Para el que está despierto un simple signo es suficiente. Para el que está dormido mil explicaciones no bastan, dice el sufí Hají Bektash.

Resulta chocante y hasta enternecedor escuchar a veces cuestiones como "¿Es bueno decir siempre la verdad?" "¿Acaso se podría vivir si todos nos dijésemos la verdad a la cara? " "¿No será mucho más inteligente una mentira adecuada para evitar conflictos y problemas?" Y resulta conmovedor ver un mundo  supuestamente adulto que ha crecido no solo sin superar los miedos de la infancia sino que para más inri ha hecho con ellos un holding mundial para sacar tajada de lo que le frustra, le deteriora y le mata, y que con ello enferma y se hace viejo sin haber madurado con la sabiduría gozosa y desinhibida de la adultez. Un mundo ya en la universidad cósmica de la Naturaleza pero con la edad psicoemocional de parvulario cavernícola aún como asignatura pendiente. Y todo ello a causa de no haber aprendido aún a distinguir lo real de lo aparente, lo esencial de lo eventual, el autoengaño de la evidencia inevitable, la  miserable comodidad de las rutilantes chuches-mentira de la humilde raíz nutritiva de esa verdad, que solo crece bien hundida en la tierra, hasta que en la oscuridad de su silencio se hace posible la luz en esa hondura nuestra y al mismo tiempo universal, que no puede darnos ni quitarnos nada ni nadie y que solo nos nace dentro. Como el amor.

Es también muy gracioso saber que cuando explicas estas cosas enseguida alguien te va a responder: "Sí, eso es muy bonito, pero no es la realidad" En efecto, no es "su" realidad, pero eso no significa que lo que se desconoce y se ignora en los otros no sea real y que solo lo sea lo que está a nuestro alcance. Según esa teoría podríamos pensar que los viajes espaciales pueden  ser un invento de los políticos y de los medios que manejan tan requetebién, y que nos han endosado durante años una peli de ciencia ficción, porque ¿quién de nosotros ha presenciado un lanzamiento y un aterrizaje espacial in situ? Eso mismo pasa con la verdad. No es un acontecimiento ni un código determinado  de cualquier moral al uso o desuso. Es un estado del ser, que va  más allá del simple estar, tener, poseer o suceder. Y vuelvo a Descartes, porque es posible que se haya reducido y mutilado el concepto de su cogito ergo sum. Pienso, luego soy. O pienso porque soy. Una frase que no se ha traducido en su sentido original, sino como 'pienso, luego existo', que rebaja muchísimo el contenido esencial de la expresión. La existencia es propia de cualquier objeto o sujeto, no necesariamente humano o animal. Una planta o una mesa, existen, están, pero no son porque no pueden pensarse a sí mismas ni pueden relacionarse mental y conscientemente con su entorno. No pueden darse cuenta de su existir. No tienen capacidad para desarrollar una conciencia de sí mismas. Algo natural en ellas, pero no en los seres humanos, en los que no descubrirse como seres en vez de como sólo existentes circunstanciales, "pasantes", forma parte de la tragedia cotidiana y cada vez más globalizada.

La verdad sencillamente es. Y como la luz, ilumina todo lo que hay para que se haga visible, sin juicios ni exclusiones, sin condenas ni rechazos. Sin aspavientos. La verdad no obliga, expone, hace visibles las cosas. A nosotros solo nos toca elegir entre dejarnos iluminar por ella para poder distinguir la noche del día, el miedo de la libertad, el afecto del odio o de la indiferencia, la honestidad de los prejuicios, el conflicto de la solución, o vivir sin luz, tropezando a cada paso con la mentira disfrazada de realidad o con la realidad  al servicio de la mentira, creando la fuente de la desgracia y el enredo innecesario y tan torpe. Nosotros siempre elegimos cómo vivir lo que nos encontramos por delante. A la luz de la verdad o de espaldas a ella. Y a veces en la media luz de la ambigüedad para que nadie nos juzgue y nos rechace, con lo bonito que es para nuestro ego caerle bien a todo el mundo ¿verdad?
Con lo sencilla, limpia  y directa que eres, hay que ver cómo te complicamos.Verdad.

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