miércoles, 24 de septiembre de 2014

La voz e Iñaki



<I>Productividad cero</I>

Gallardón, un náufrago sin isla

Gallardón “parecía no estar nunca colocado en el sitio adecuado”

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Fin de la era Gallardonophis I y último. Un proyecto de faraón interceptado por el nihilismo de lo vacuo. El destino del eterno aspirante que acaba expirando sin que su aspiración se pose en algo sustancioso de verdad. Año tras año. El prototipo del mediocre. Con todas las oportunidades a su disposición y cero capacidad para desarrollarlas. 
Hay personas con mucho talento y capacidades que nunca encuentran la confluencia espacio-temporal o los medios materiales necesarios para que se cuajen sus proyectos. Pero hay personas, tipo Gallardón, tipo Rajoy, que no hay manera. Las coordenadas tiempo-espacio cuando chocan con ellos patinan cosa mala, les brindan  a lo largo de sus vidas numerosas ocasiones de hacer algo que valga la pena y no dan una. Y si la dan la pifian de un modo tan estrepitoso que más hubiese valido no tener a mano tanta posibilidad de hacer destrozos sin ton ni son. 
Gallardón cuando el pp no gobernaba era proclive a entenderse con la izquierda, hasta se dijo de él que hubiese sido el mejor candidato a Jefe de la Oposición, pero cuando su partido llegó al poder y con él Gallardón a Ministro de Justicia, dio la vuelta a la tortilla y se nos convirtió en el Torquemada más cerril de las Leyes. Mucho más  obtuso e injusto de lo que cualquier pronóstico hubiese vaticinado jamás. 

Patinaje total y nada artístico el de la trayectoria edilicia de este buen hombre, que hubiese sido un buen cicerone de museo con las lecciones muy bien memorizadas sobre los colores del Tiépolo o el significado de Las Hilanderas, un bedel eficiente, un camarero o maître educadísimo, un marchante de antigüedades o un buen mayordomo. Como alcalde de Madrid fue una pena. Batió el record de obras interminables, destartaladuras y suelos levantados, obras faraónicas que comenzaban cuando acababan y viceversa, ruidos y megalomanías como el traslado de la alcaldía del austero y elegante Palacio Municipal en la Plaza de la Villa, con una historia y una solera de siglos, a la horterada rimbombante del edificio de Correos presidiendo el carrefour de Cibeles. Su Palacio, su verdadero reino, si es que en la saga personal de Gallardón hay algo real, que no tiene muchos visos. Pero, qué le vamos a hacer, eso es lo que le va. Él no está hecho para pasar desapercibido  como el discreto Tierno Galván, por ejemplo, o el humilde Juan Barranco e incluso Álvarez de la Cosa, como llamaba Paco Umbral al del Manzano, (del que por cierto debo decir que me dejó impresionada en la entrega de un premio literario en aquel Ayuntamiento,  por su conocimiento de la literatura del Siglo de Oro, con un discurso natural, sin leer ni memorizado) con su esplendor camuflado en una casucha del siglo XVII, en el corazón viejo y gastado del Madrid de los Austrias,  pudiendo estar desparramado en pleno ataque de glamour delante de la Cibeles y a las puertas del barrio emblema de la derechona: el de Salamanca. Y se lo apañó la mar de bien mientras los constructores y reformadores no daban abasto con los beneficios a base de impuestos municipales desembocando a raudales en sus emppresas -ni el pp con los sobres en B-  como sucedió con las infraestructuras para la epopeya olímpica de Madrid, que él gafó y Botella enterró definitivamente, a precio de oro, con el funeral en modo trabalenguas anglosajón de pacotilla. Episodio "marca España"  que  el mundo entero pudo observar y carcajearse al mismo tiempo.

En fin, que se nos ha ido en un plis plas este Alberto de nuestros delirios (tremens), qué quién lo iba a decir, si en el pp nunca ha dimitido nadie de motu proprio, así de normal,  sin jueces soplándole en el cogote ni polis registrando despachos  o presidente del Gobierno tirando a matar con el chalecito del Canal, y ni por esas, que ellos son muy suyos y ante  accusatio petita , escaqueus manifestus. Al mejor estilo Aguirre en plan Thelma y Louise. Y, hale, échales un galgo o un par de coches-patrulla... Por eso Gallardón merece una mirada más compasiva y menos sospechosa de indignidades. Aunque sólo sea por lo que nos ha ahorrado en presupuesto para poder despegarle del sillón de ministro y  arrancarle el escaño de diputado.
Eso, que se pire, porfa, a ver si nos deja un respiro para reponernos de tantos años de desgaste soportando su inanidad política, ese pastosón y espesote que sí que no, que qué será, será, forever will by, will by...que si quieres que te cuente el cuento recuento que nunca  gobierna...y al final, ya de puro cansancio con vetas de ridículo internacional y bajón electoral a saco, va y dimite, como si toda la culpa fuera suya...como el chivo expiatorio  sacrificado en el altar del enjuague, en lugar del irresponsable que lo nombró ministro. O sea, Rajoy. Que debería dar ejemplo tomando la iniciativa dimisoria. Pero no se anima. El plasma no está de acuerdo en irse al paro y le ha hecho un piquete desinformativo, que es lo suyo. Para qué nos vamos  a engañar.

Que tanta Justicia se lleve como deja el señor Gallardón. A ver si así ata cabos y se cosca de lo que ha estado haciendo mientras  en el imperio bufo de su inopia habitual estaba convencido de que legislaba.

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