martes, 16 de septiembre de 2014

La voz de Iñaki


<I>Productividad cero</I>

El día después

Gabilondo se pregunta cuáles son los planes del Gobierno con Cataluña más allá del 9 de noviembre.
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Una buena pregunta la de Iñaki. Que los catalanes, como el resto de españoles, ya tienen contestada de antemano, visto lo visto y sufrido lo sufrido. Los olmos no dan peras. Los gobiernos pperos no dan una en el clavo. Y lo han demostrado con creces, día tras día, sobre todo en épocas donde la inteligencia que no existe no la puede improvisar ni el dinero que da el poder, ni el poder que da el dinero . O sea, que de donde no hay nada más que miseria cognitiva y ética, es imposible sacar algo que vaya un poco más allá de esa nada de nada, que , según Iñaki comentaba hace unos días, es el origen y el destino de Ana Botella. Que son los mismos que los del pp, por ósmosis corporativa.

Cuando los catalanes, en el caso de que logren ponerse de acuerdo y ser independientes, se encuentren en la tesitura de organizarse como sociedad autosuficiente, seguirán teniendo el mismo problema que tienen ahora: una base tan corrupta en lo político, económico y financiero, como el resto de la península. Y lo mismo nos pasará al resto de autonomías cuando echemos al pp de la Moncloa, del Parlamento, del Poder Judicial, del poder financiero y de poder religioso. Aunque quitásemos la monarquía y estableciésemos una república. El problema no se resuelve cambiando de banderas ni de fronteras ni de partidos ni de modelo de Estado, cuando la materia prima, la ciudadanía, no ha  tomado aún  conciencia de sí misma. 

El problema es mucho más profundo y aquí sólo se juega a combatir efectos sin ver las causas. Y la causa fundamental es la carencia de una conciencia ciudadana, personal y colectiva, ética y lúcida, que sólo puede llegar a manifestarse cuando se desarrollan métodos y herramientas pedagógicas y prácticas basadas en valores humanos por encima de intereses ideológicos y partidistas, que consideran absolutos sus dogmas y con ello olvidan el bien común, la realidad ciudadana, desconectan las consecuencias de las causas de sus decisiones, y olvidan, sobre todo, qué significa "asamblea"; es más, no creo que lo hayan olvidado, sospecho que desconocen el significado de esa palabra, de esa experiencia nunca experimentada a nivel gobierno-ciudadanos, y su poder constructor de civilización y convivencia, de transparencia y honesta solidaridad. Es el déficit del que se deriva que los gobiernos españoles no tengan capacidad para dialogar ni debatir cualquier asunto que supere sus horizontes ramplones y absolutamente miopes, primero, porque su soberbia de analfabetos políticos les priva de percibir a los demás como iguales, y más aún si los demás les han dado poder para decidir en su lugar, por medio de los votos, que se han convertido en pagarés y cheques en blanco para cualquier tropelía a gusto del filibustero de turno, elegido para "mandar" y forrase  no para servir y seguir con su vida de siempre al terminar el tiempo de servicio. Y eso pasa en Cataluña como en Galicia, como Jaén o en Badajoz. Y se cura con un largo tratamiento de Asambleína Multivitamínica, Derechohumanitol Reconstituyente y Libertadín Solidárico y ÉthiconForte. Unos fármacos muy raros de encontrar  y de difícil adquisición, porque requieren, precisamente, la cooperación del paciente para poder fabricarse.

Un paso importante es dejar de ser hipocondríacos institucionales, palurdos resignados y empezar a pensar que no hay médico político ni medicamento económico que pueda curar a pacientes que no quieren curarse porque su enfermedad se ha convertido en el negocio de sus vidas, en precaria seguridad, en birlibirloque quitaypón, en "virgencita, virgencita, que me quede como estoy" o en la dependencia miserable de un subsidio por enfermedad político-deficiente, que les condena a someterse a un régimen devastador y tiránico al que han dado en llamar, en puro eufemismo, nada menos, que "estado de bienestar" y que ha durado lo que una piruleta en la puerta de una guardería, porque era un señuelo; una dosis global de opio del pueblo, laico y aconfesional, pero opio fetén, de una calidad de luxe.

Otro paso definitivo sería descubrir que "asamblea" viene del verbo francés assembler, o sea, ensamblar. Que no es un mogollón de gente desnortada y rabiosa dispuesta a degollar políticos y reyezuelos, sino un sistema cívico ensamblado, organizado, para poder trabajar en equipo e ir arreglando lo que no funciona en la casa de todos, que es el Estado. Una herramienta de elementos ensamblados sin la que no hay manera de funcionar. Si eso acaba por entenderse, entonces no será necesario reclamar lo que ya es de una. Ni la nacionalidad ni la ciudadanía, que aunque parecen la misma cosa no lo son. Nacionalidad es la carta que nos da el derecho a ser ciudadanos de un territorio, sea por nacimiento, sea por concesión. La ciudadanía, en cambio, va más allá, es el poder de ejercer en la práctica ese derecho como participación  individual, horizontal e igualitaria en el colectivo y no  como súbditos obedientes de un poder vertical y por ello opresivo y neoabsolutista, aunque venga amparado en una Constitución en cuya redacción y diseño no ha participado la ciudadanía, sino que la han fabricado en una democracia artificial, unos "padres de la patria" de los que nadie se reconoce como hija ni hijo. La nacionalidad es la maleta de los derechos. La ciudadanía es la llave que permite abrirla y usar el contenido del equipaje.

Las preguntas podrían ser: ¿Todos sabemos que existe la maleta? ¿ Todos tenemos  maleta? ¿Todos tenemos la llave? ¿Todos sabemos cómo abrir la maleta sin que se caiga y se pierda el contenido por el camino? ¿Todos conocemos el valor del contenido de la maleta? ¿Todos estamos dispuestos a responsabilizarnos de ese contenido y a compartirlo con los que no aciertan a abrir su equipaje porque les faltan fuerzas o la llave o conocer el mecanismo para abrir la maleta? Para eso está el ensamblaje social que llamamos asamblea ciudadana sin saber lo que es ni lo que significa, para eso está la masa madre de la asamblea y al mismo tiempo su resultado, que se llama democracia.

Es imposible que algo funcione si ni siquiera se sabe lo que es ese "algo". Los sabios aconsejan la simplificación para comprender la realidad. Los necios, en cambio, lo complican todo y aunque pasen por eruditos,  no alcanzan a entender que la simplificación es sabiduría facilitadora de soluciones sorprendentes e imprevistas, de una lógica creativa instantánea. Cuántica. Por eso no salen jamás del enredo que ellos mismos hacen constantemente y lo peor es que son como arañas, crean telas-tendencia y arrastran a los demás hasta aprisionarlos en ellas, como hacen consigo mismos, porque están en su mismo grado cognitivo pero con menos retórica y por eso les desarman y les llevan a la extinción, con su flauta repetitiva y cantarina. Como el flautista de Hamelin. Pero con la particularidad de que tanto como el flautista, la flauta y los abducidos por su melodía, van hacia el mismo plano de la hecatombe. Ninguno de ellos sabe a donde va ni lo que va a ocurrirle. Ser millonario, lleno de glamour o poderoso no va a evitar que se acabe el chollo en cualquier momento de la abducción. Los Urdangarines, Pujoles, Gallardón, Botella, o los amos del Santander y de El Corte Inglés, lo pueden testificar con sus partidas de defunción respectivas y lo que te rondaré.

Es una pena que los cuentos clásicos se consideren sólo para niños y hayan perdido su valor pedagógico polivalente. Ains!


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