domingo, 5 de agosto de 2012

GARZÓN O EL DESTIERRO DE LA DECENCIA



El exjuez Baltasar Garzón, en Madrid el pasado miércoles / CRISTOBAL MANUEL

Baltasar Garzón: “Soy el último exiliado del franquismo”

El exmagistrado de la Audiencia Nacional liderará el equipo jurídico de Assange. Garzón ha creado un bufete y una fundación.
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Para un país que se cree democrático porque vota cada cuatro años y paga un pastón en impuestos para mantener el Parlamento y Senado más copiosos, caros e inútiles de Europa, el destierro forzoso, como condena, al Juez Garzón es una especie de prueba del nueve o el test del algodón sobre el alicatado costroso de nuestra fantasía de democracia-ficción. Nuestras reglas de la decencia civil, jurídica, política y económica no funcionan, no encajan con la realidad. Si al cabo de 35 años de Constitución los resultados han sido: la tejerada con la turbia comedieta de fondo, el acoso y derribo de Suárez,  acargo de sus propios conmilitones ucedianos, el primer presidente demócrata que posibilitó la unidad y el despegue social, que facilitó la convivencia de los opuestos, que adecentó los sueldos que el general tirano siempre retuvo en los niveles ínfimos de la miseria, que liberó el alma oprimida de un pueblo, que nunca se había sentido ciudadanía sin tener que sufrir represalias, algaradas militares, fusilamientos y exilios, si luego la alternancia de partidos que se acogió con un entusiasmo y un capital de esperanza como nunca nuestra historia recordaba, terminó en el pozo negro de una corrupción inimaginable en quienes pretendían capitalizar como herencia la histórica honradez de Pablo Iglesias que de haber resucitado, se hubiese vuelto a morir del disgusto, al comprobar la falta absoluta de ética y de inteligencia en sus descendientes ideológicos, que nos sirvieron en bandeja desde el latrocinio y expolio de las instituciones, al bandolerismo de Juan Guerra y Roldán, al terrorismo de estado, que luego nos trajo el reino de Jauja inmobiliaria de la mano de don Faes Aznar, marqués de las Azores y Duque de Badagdag, Barón del 11M, y conde de Inmobiliarilandia, que de una estocada convirtió la visión política en esclava del pelotazo y la burbuja y colocó el rescoldo moral de la sociedad como inversión en las preferentes del espíritu "marinad'or". Más tarde, la carta magna, el dolor por nuestros muertos y las urnas, nos trajeron un soplo de limpieza providente y  regeneradora a cargo del bueno de Zapatero. Decente y con capacidad para afrontar retos duros, pero totalmente inerme y frágil ante la zafiedad malpensada, retrógrada y violenta de una oposición impresentable, calumniadora y retorcida como la soga de un ahorcado. Y despistado ideológico, sin gota de ojo clínico a la hora de elegir asesores y colaboradores, sin ganas de molestar a los molestones, respetando a quienes consideran que el respeto y la tolerancia son debilidades y "mariconadas". Pisando de puntillas y pidiendo perdón por si acaso resultase poco humilde ser el elegido para gobernar. A la España de baja estofa y espesas vibraciones, representada por el pp, esas cualidades le dan risa; se desternillan con esos discursos llenos de propuestas, de manos tendidas a la cooperación, de apertura a la solidaridad y a las alianzas de civilizaciones, que son idioteces para quienes lo único que entienden como medio de relación es el conflicto, la rivalidad, el chanchullo y la picaresca corrupta. Si a Zapatero no se le podía atribuir delito alguno, habría que tocar otros resortes, como la ridiculización,el descrédito,el insulto como sustituto de un diálogo imposible y la calumnia. Con esa erosión ética, con esa herida profunda en la sociedad dividida una vez más por el atavismo, hemos llegado al culmen de la miseria: la defenestración de un juez, al parecer el único, capaz de enfrentarse al Estado si el Estado se corrompe. La condena a Garzón a manos de un Tribunal Supremo presidido por un Dívar, es ya el remate de la interminable prueba del nueve que España lleva ajustando desde una transición imaginaria y tan llena de buenos deseos como de tristes y miserables resultados éticos, políticos y sociales. 
Ahora la crisis nos ahoga. Y quieren hacernos creer que la cosa sólo depende de un juego de cifras y rating. Incluso según la tesis de Guindos, llegar a imaginar una conjura antiespañola por parte de  la Europa menos torpe y más organizada.  Pero no es cierto. Esta crisis entre nosotros, es mucho más grave, profunda y decisiva de lo que imaginamos. Ha permitido que lleguen al poder  absoluto los promotores de la misma. Ha permitido que estemos comprendiendo, a base de zarpazos y bofetones,  la relación que hay entre el desastre económico y una sociedad que  no es capaz de hacer una huelga general por el "asesinato" jurídico de un juez decente y permite con sus votos la promoción social y política de los delincuentes que deberían haberse sentado en el banquillo en lugar del magistrado que les estaba procesando. Esta crisis es mucho más que una estafa y que un montaje. Algo que también es, por supuesto. Esta crisis, sobre todo, es el resultado de un modo de pensar, de actuar y de vivir, completamente erróneo. Mecánico. Inducido. Autómata e irresponsable. Crédulo para lo picaresco y renuente ante la honestidad. Ante la transparencia. Da pena y rabia escuchar comentarios en las encuestas callejeras, en los que las víctimas se flagelan como si fuesen la causa de todos los males por haber estado años trabajando, por cobrar su pensión de jubilados y pudiendo vivir con normalidad. Han conseguido que el sentimiento de culpa, que los ladrones institucionales no tienen ni por asomo, se trasvase a los desahuciados que acaban por aceptar los recortes inhumanos y el expolio de la banca, como la cosa más natural, como el castigo divino por haber tenido unos años de normalidad, que ahora los creadores y practicantes del abuso, llaman despilfarro social. Es la ceguera con que Saramago describe este estado de cosas en su "Ensayo".
Por otra parte, parece lógico que no se alcance a exigir decencia y justicia a un gobierno al que se ha votado precisamente seducidos por sus métodos indecentes y su injusticia, más que manifiesta. Obviando el "curriculum" repugnante ante las promesas de mejorarlo todo cuando llegasen al poder, sin comprender que individuos que se comportan como villanos obstruccionista e insolidarios mientras fueron oposición, perjudicando a España sólo para medrar como partido, con sus bloqueos parlamentarios e impidiendo reformas fundamentales en la sociedad, boicoteando en las autonomías los planes de mejoras del gobierno central, acusándole de no dar presupuesto suficiente, mientras sus gürteles varias, se apropiaban de todo fondo y de toda forma, se puedan convertir milagrosamente en un gobierno excelente. La excelencia no la da el poder, sino la conciencia despierta de los individuos que lo detentan. Y es precisamente la llegada al poder la que pone de manifiesto si hay excelencia o todo es un fraude para sentarse en la poltrona de las prebendas. Precisamente el poder es la prueba del nueve y del algodón que hace salir a la luz y demostrar quien es y como es quien llega al gobierno de una nación.
Con un cuadro calamitoso se pueden hacer muchas cosas, entre otras, mejorarlo, limpiarlo y restaurarlo o borrarlo para volver a pintar encima del lienzo algo mejor, si es que la pintura era malísima, pero también se puede romper, tirarlo a la basura o también darlo al trapero a cambio de nada, siendo una obra de arte oscurecida y ajada por pésimos e ignorantes "conservadores" y falsos restauradores, que aprecian mucho más un cuadro del mercadillo porque está en mejor estado colorista, que un Velázquez irreconocible, velado, deformado y en pésimas condiciones, pero que una vez restaurado será una maravilla.
Creo que está muy clara la evidencia y que no hay que ser el oráculo de Delfos ni la Sibila de Cumas, para ver la realidad y entrever el futuro inmediato. O despertamos y rescatamos el cuadro que ingenuamente hemos dejado en manos de marchantes ignorantes e inútiles, o corremos el riesgo de que, definitivamente, sean los traperos alemanes quienes se hagan con el cuadro, lo restauren, lo valoren y se lo queden. El cuadro es nuestro futuro. El de nuestros hijos. Y los marchantes idiotas y sin preparación alguna, incultos da morire, zafios, necios, patanes, garrulos e impresentables, expertos en palos de ciego, en la dialéctica del "que se jodan" y partidarios del destierro de los mejores, de suprimir derechos y de castrar deficientes sin recursos sociales para ser atendidos, a cuyas madres se impidió el aborto, son quienes, con nuestro permiso nos están haciendo papìlla el presente y el futuro, justo, porque no conocen más receta que repetir el pasado. Si los ciudadanos no reaccionan a tiempo y renuncian a esa condición, para convertirse en ganado de matadero.
El destierro de Garzón y la crisis son las dos caras de la misma moneda. Nunca se habría producido lo uno sin la otra. Y viceversa.

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