Once meses han pasado desde que unos niñitos desaparecieron y se esfumaron bajo la "patria potestad" de un energúmeno disfrazado de padre con el síndrome vengativo de Medea. En once meses la angustia de la madre ha sido aumentada e hiperalimentada por la policía "científica". Menos mal que es científica. Porque si llega a ser analfabeta no sabemos lo que hubiese sucedido. Y ha tenido que ser la ciencia de un médico forense de verdad, por méritos prácticos, por estudios profundos y sin enchufe, que se debió sacar la carera en la universidad pública y sin copiar en los exámenes, el que por fin y en pocos días ha conseguido llegar a la verdad. Al dictamen sabio, a la evidencia científica irrefutable. ¿Por qué la investigación no se empezó por ahí? A saber. Imaginamos los líos burocráticos y la rivalidad entre el sistema policíaco y el sistema científico. Los piques y competencias incompetentes. Entre la prisa y el método. Entre el estudio concienzudo de años y el desasosiego por dar soluciones rápidas a la prensa y a los familiares. Entre la disciplina científica e independiente y la chapuza del remiendo rápido.
Para ser un buen policía no debería bastar con unas oposiciones al gremio y luego la práctica diaria y cursitos de adecuación al medio, como gramática parda y barniz curricular. No. A un policía "científico" hay que exigirle, a parte de un examen psíquico exahustivo, una ética exquisita como conditio sine qua non , unos estudios profundos y certificados de anatomía, genética, bioquímica y fisiología. Estudios y no "salidas" para no irse al paro y tener seguro el sueldo de funcionario, sin acabar de funcionar como sería lo justo. Si la policía no da una en el clavo y no es capaz de resolver el caso porque aunque analiza los restos no sabe distinguir un huevo de una castaña, ¿no hubiera sido mucho más lógico que el juez le hubiese encargado la investigación a un médico forense como Etxebarría? Pues sí. Pero no. Estamos en la España del rebote fachapolítico, del rencor y de la bajeza de miras, donde el instinto cafre es mucho más potente que cualquier otro impulso. Y estando la poli de por medio y el cambio de gobierno hacia la diestra de dios padre carcapoderoso ¿cómo encargar del caso al mejor forense, si es vasco y no andaluz, si ha colaborado con Garzón en las exhumaciones de la memoria histórica y en el esclarecimiento de caso GAL, cuando Felipe González aprobaba de facto y justificaba la "operación cloaca" como alivio para la democracia estreñida sin inteligencia institucional, sin humanidad ni sabiduría política y atrapada en la telaraña de las momias dictatoriales, que ya no se distinguían, ni se distinguen, de la normalidad, después de cuatro décadas aniquiladoras de cualquier cosa que huela a derechos humanos? España. Ahí está. Con su mapa en piel de toro bravo y su cerebro de mosquito con alzehimer que ha perdido el sentido de la orientación en el vuelo rasante sobre el estiércol de una historia amnésica. España patética y triste bajo la capa del estruendo fallero, sanferminero, futbolero, asaltamercados, rabioso y distraído. Disperso. Idiota. Superfluo. Con arrancada de caballo altanero y parada de burro sumiso y acojonado. Y pringado tantas veces con el sobre bajo mano y con el tirano bajo palio. O bajo botafumeiro. España, el único lugar de Europa donde un político provinciano no consigue vivir decentemente con 5.000 euros mensuales. España, un jinete que galopa sin saber a donde va entre las cruzadas del Opus y la timba político-bankiera. Entre la cursilería de Julio Iglesias y el vozarrón de Labordeta. Con los cables cruzados entre libertad y síndrome de Estocolmo. Entre incultura y chulería. Incendios e incompetencias autonómicas. Garrulismo y pesadilla. Y siempre con el dolor vergonzante y terrorista, en un suma y sigue de nunca acabar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario