jueves, 8 de octubre de 2020

Desde Cuarto Poder nos regalan este artículo lleno de sentido, de vida y de conciencia. A disfrutarlo! Y muchas gracias, familia informativa, que nunca se queda en la corteza de la noticia. Sois/son/somos fundamentales en la construcción del nuevo Planeta: el Planeta Conciencia. La casa común.


Ayuso tiene un plan

  • "Pensar a estas alturas que Díaz Ayuso no tiene un plan es caer en una trampa peligrosa donde mucha gente se juega su salud, trabajo, derechos e incluso su vida"
  • "Nos encontramos en una auténtica guerra contra los pobres y los sectores populares. Una guerra por imponer en nuestro país el modelo económico de Friedman"
  • "Tenemos que hallar remedios, y uno de los urgentes pasa por no dejar que la solidaridad, en todas sus facetas, se convierta en excepción"

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“Desconfíen del acto más trivial y en apariencia sencillo y examinen sobre todo lo que parezca habitual. Les suplicamos expresamente no acepten lo habitual como una cosa natural. Porque en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de cambiar”.
La excepción y la regla
Bertolt Brecht, 1930

Si hay obras que son eternas es porque tratan cuestiones eternas. Este domingo la casualidad quiso que, de camino al Teatro del Barrio a ver la obra de Bertolt Brecht La excepción y la regla, leyese las últimas declaraciones polémicas que Isabel Díaz Ayuso había hecho en una entrevista del ABC.

Para quien no haya leído o visto la obra de Brecht, es muy recomendable en los tiempos que corren. Una obra eterna porque denuncia la 'normalidad' que eternamente parecemos vivir. La normalidad o la regla de una sociedad dividida por el modelo de quienes oprimen y quienes son oprimidos. Un resumen rápido, aviso spoilers. Un comerciante contrata a un guía y un porteador para cruzar el desierto de Mongolia con el objetivo de cerrar un negocio de explotación de petróleo. Tras despedir al guía por considerar que trataba con benebolencia al porteador, sigue su camino sin descanso, maltratando a su acompañante, hasta que sin guía, acaban perdidos. El comerciante termina matando al porteador cuando este pretendía compartir su agua con él, pensando que lo atacaba para robarle su cantimplora. Finalmente, en el juicio por asesinato, resulta absuelto por considerar el juez que al tratarse de personas de diferente clase social, es normal que se produjese el abuso y la reacción del comerciante.

Tal y como relató Catalina Lladó, directora de la versión del Teatro del Barrio, en el coloquio posterior a la obra, cuando Brecht escribió La excepción y la regla habían pasado meses del famoso crack del 29, el colapso de un sistema especulativo que había sembrado graves desigualdades y abrió las puertas a un crisis económica que tuvo repercusiones trágicas en los años 30, de sobra conocidas. Con esta obra, Brecht buscaba precisamente lanzar un mensaje didáctico contra ese modelo de explotadores y explotados, que a lo largo de la historia ha ido mutando para seguir manteniéndose como la regla vigente.

Señalar además que la Justicia tiene un papel protagonista en la obra del dramaturgo alemán, como garante de que esa normalidad siga siendo la base para las reglas del juego. Porque en su lógica, si los oprimidos pudiesen, se convertirían en opresores, y actuarían de igual manera, formando parte de esa normalidad que parece emanar por si misma de la naturaleza humana. ¿Cómo se podría luchar entonces contra algo que es inherente a la propia humanidad?

“El hombre débil se queda atrás y el fuerte llega primero”, canta el personaje del comerciante en alguna de las escenas.

Tontos son los que dicen tonterías

Decía al principio que la casualidad hizo coincidir que viese esta obra con las declaraciones de Isabel Díaz Ayuso. Recordemos:

"No se trata de confinar al 100% de los ciudadanos para que el 1% contagiado se cure, se trata de detectar al 1% que va contagiando y que el 99% salga a la calle a buscarse de vida".

Sus palabras, que no suelen dejar indiferente a nadie, en esta ocasión son cuanto menos inquietantes. En resumidas cuentas, afirmó la necesidad de sacrificar a ese 1% de la población por el buen discurrir de la economía, es decir, cerca de 67.000 personas, y por la economía de quien ya sabemos. Bien vale la vida de un porteador un suculento negocio. Y ya puestos, que mismo da 1 que 67.000, mientras sean porteadores.

Sinceramente, no creo que sea ni tonta, ni inútil, ni una incompetente. Básicamente porque esto rebajaría sus actos o sus palabras a tonterías. Creo que pensar a estas alturas que Isabel Díaz Ayuso no tiene un plan es caer en una trampa peligrosa donde mucha gente se juega su salud, su trabajo, sus derechos e incluso su vida. Pero para vislumbrar el plan, es necesario poner sobre la mesa quienes están en la diana de sus políticas y sus mensajes.

Hace unos días veía en Filmin el recomendable documental chileno Chicago Boys, de Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano. Se trata de un trabajo audiovisual clave para entender el trasfondo de la Dictadura de Pinochet y el modelo económico neoliberal que se implantó a sangre y fuego en el país, del que son consecuencia las desigualdades que sufre hoy en día. Según el informe 'Panorama Social en América Latina de 2018' publicado por la CEPAL, en 2017 el 50% de los hogares más pobres tenían una riqueza neta media de 5.000 dólares, el 10% más rico poseía un promedio de 760.000 dólares y el 1% más rico uno de 3 millones de dólares.

El documental está protagonizado, en formato entrevista, por los llamados 'Chicago Boys', un grupo de economistas chilenos que hicieron su postgrado en la Universidad de Chicago en los años 60, bajo la sombra de Milton Friedman. Tras el golpe de Pinochet, y amparados por la brutal represión, asesinatos y violaciones de derechos humanos, implantaron las medidas de libre mercado de las que Friedman era abanderado (llegó a visitar a Pinochet para apoyar con su figura el régimen y sus políticas económicas). En el libro La Doctrina del Shock, Naomi Klein relata los hechos y consecuencias para el pueblo chileno, así como la expansión posterior del modelo neoliberal por otros países.

Sergio de Castro, uno de los Chicago Boys que llegó a ministro de Economía y Hacienda con Pinochet, niega en el documental conocer la violenta represión que ejerció la dictadura, pero reconoce sin embargo que “habría ayudado igual” con las políticas neoliberales de haberlo sabido.

Otro de los entrevistados, Rolf Lüders Schwarzenberg, reconoce que sólo con un régimen autoritario había sido posible llevar a cabo su experimento económico y ahonda en una de las cuestiones hacia las que apunta Brecht como forma de normalizar los modelos de opresión. Según este Chicago Boy, ministro de Estado con Pinochet, la lucha del movimiento popular contra las desigualdades no viene motivada por un intento de alcanzar sociedades basadas en la justicia social y el reparto de la riqueza, sino que “el problema de la distribución de ingresos es un problema de envidia”. La mejor forma de hacer regla la opresión es desvincularla de responsabilidad para vincularla a la propia naturaleza humana.

Quizás, si no tuviese tan reciente el documental (con semejantes declaraciones) me hubiesen escandalizado más las palabras de Ayuso (que son para escandalizarse, ojo). Sin embargo, creo que sólo han conseguido afianzarme más en la teoría que se viene trabajando desde hace tiempo, y que con la crisis de la Covid19 se ha vuelto cada vez más evidente. Nos encontramos en una auténtica guerra contra los pobres, contra los sectores populares. Una guerra por imponer en nuestro país el modelo económico de Friedman, que atenta directamente contra ámbitos clave para el Estado de Bienestar como son los servicios públicos o los derechos laborales.

Matar la solidaridad

Quien haya visto o leído La excepción y la regla puede reconocer esas actitudes en el personaje del comerciante y en la Justicia que avala sus actos. Mata al porteador porque la normalidad no puede ser el acto solidario de que este comparta su agua con quien encima le oprime, sino que lo normal es que hubiese intentado matarle para apropiarse de su agua. “El hombre débil se queda atrás y el fuerte llega primero”, esa es la regla. La solidaridad se convierte así en la excepción, y en los parámetros de quienes defienden el modelo Friedman, para que se convierta en eso, debe ser criminalizada y extraída de la sociedad (Lean a Naomi Klein).

¿Recuerdan aquellos días en los que salíamos a aplaudir a las y los sanitarios, a defender con ese sencillo acto la sanidad pública? Fue la primera reacción como sociedad que tuvimos ante la pandemia. Un acto esperanzador y cargado de tintes solidarios, no solo por el acto en si, sino también porque puso la semilla de acciones como las redes de cuidado vecinales, las despensas de alimentos, las iniciativas para coser mascarillas... Y porque además defendía la solidaridad en su vertiente institucional, el modelo de servicios públicos.

No fueron pocos los ataques que recibió un símbolo que había unido a millones de personas. Ataques para intentar sustituir esas reacciones por odio, crispación y fascismo de móvil y balcón. De esto los medios corporativos tienen mucha culpa, por amplificar los mensajes, o directamente generarlos. La solidaridad en sus diferentes facetas está en el punto de mira. La división, el individualismo, el odio son una estrategia para acabar con ella y profundizar en las políticas neoliberales que desde hace años vienen socavando nuestra democracia. Ese es el plan de Ayuso. El de la FAES. Y el de Vox.

¿Para quiénes son los medidas contra la Covid19 del Gobierno de la Comunidad de Madrid? Que el confinamiento selectivo de los barrios y municipios del sur de Madrid ha ahondado en la división ricos-pobres lo ha denunciado hasta el New York Times. Pero va más allá. Son medidas de odio que criminalizan a los sectores populares en las zonas donde la solidaridad brotó de forma más evidente durante la primera ola. Las redes de cuidado vecinal han sostenido a miles de familias que sufrieron el abandono institucional, incluso atendían a gente derivada de unos servicios sociales cada vez más depauperados. Redes que por cierto siguen con su labor a día de hoy, con muchas dificultades, cuando no trabas, como por ejemplo el caso de la Plataforma La Cuba de Lavapiés, que tuvo que cerrar la despensa que atendía a cientos de personas en el barrio por la negativa del Ayuntamiento de Madrid de ceder un local.

Es la criminalización y la culpa, que calan hasta los huesos en nuestra sociedad de encorsetada educación católica. Es esa guerra contra los sectores populares. Contra quien tiene que desplazarse cada mañana en Metro para ir a trabajar, contra las familias que viven en pisos de 30 o 40 metros cuadrados, quizás al borde del desahucio o desahuciados. Contra trabajadores precarios, migrantes o la falsa alarma social sobre la ocupación, que merece capítulo aparte. Darwinismo social. “El hombre débil se queda atrás y el fuerte llega primero”. Ya lo dijo Ignacio Aguado, en la 'libertad' que tenemos de elegir, si no eres vacuna, eres virus.

Defender los servicios públicos frente al abuso

Algo que ha dejado muy patente esta pandemia es que del abismo nos separan servicios públicos como la sanidad, la educación o las pensiones. Y que cuando el sistema colapsa, es la gente quien acude al rescate de sus familias, vecinas, compañeras de trabajo... Es eso lo que se está gritando en los barrios y municipios que confinó Ayuso, la defensa de esos servicios que garantizan derechos y apelan a una sociedad más justa e igualitaria. Se pide mayor inversión, reforzarlos y protegerlos frente a esa estrategia de recortes, privatizaciones y saqueo que en la Comunidad de Madrid tiene su buque insignia.

El desmantelamiento que se está llevando a cabo de la Atención Primaria es uno de los ejemplos más sangrantes del ataque a lo público. Tres semanas estuvo sin médicos el Centro de Salud de Abrantes en Carabanchel entre agosto y septiembre, en pleno crecimiento de los casos de Covid en la región, situación de falta de personal que se repite en otros centros. “No llegaron nunca los refuerzos”, reconocía en una entrevista a #404 Comunicación Popular Olaya Múñoz, médica del CS de Lavapiés. Y por supuesto, el cierre de los 37 Servicios de Urgencia de Atención Primaria (SUAP) que viene denunciando el sindicato Summat desde el 22 de marzo, para destinar personal al hospital del IFEMA. Se cerró el hospital, pero no se reabrieron los SUAPs. “En Madrid se quiere destruir la Atención Primaria para ocuparla mediante privatizaciones”, denunciaba en cuartopoder hace unos días el médico Carlos Navarro.

Defender la Atención Primaria no es sólo una cuestión vital para hacer frente a crisis sanitarias como la que sufrimos ahora, sino también por ser lo que declaró la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud de Almá-Atá, organizada por la OMS y UNICEF en 1978: “Los gobiernos tienen la obligación de cuidar la salud de sus pueblos, obligación que sólo puede cumplirse mediante la adopción de medidas sanitarias y sociales adecuadas […]. La atención primaria de salud es la clave para alcanzar esa meta como parte del desarrollo conforme al espíritu de la justicia social“.

Terminaba Brecht La excepción y la regla con este epílogo.

“Consideren extraño lo que no lo es. Tomen por inexplicable lo habitual. Siéntanse perplejos ante lo cotidiano. Traten de hallar un remedio frente al abuso, pero no olviden que la regla es el abuso”.

Los modelos de opresión mutan hasta parecer eternos, pero no por eso deben ser lo habitual.

Ayuso tiene un modelo, un plan. Que el abuso siga siendo la regla. Tenemos que hallar remedios, y uno de los urgentes pasa por no dejar que la solidaridad, en todas sus facetas, se convierta en excepción.

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