Una abstención que suena a no
El PP no es un partido más. Es el único partido junto con el PSOE que ha sido partido de gobierno en España. De distinta manera a como lo han sido antes de 2015, continúan siéndolo todavía hoy. Aunque en los últimos años ha habido momentos en los que pudo parecer que Podemos podría convertirse en el primer partido de la izquierda española y Ciudadanos en el primer partido de la derecha, esa posibilidad ha quedado descartada. Ya no existe el bipartidismo "turnante" de las primeras décadas de esta Segunda Restauración, como también lo hubo en las primeras décadas de la Primera, pero continúa habiendo una suerte de bipartidismo de menor intensidad, pero de bipartidismo.
Únicamente el secretario general del PSOE o el presidente del PP pueden ser de facto, aunque no tengan por qué serlo de iure, presidente del Gobierno de España. Únicamente a través del acuerdo entre ellos se puede producir la renovación de los órganos constitucionales (Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Defensor del Pueblo) para los que se exige la mayoría cualificada de tres quintos de diputados o senadores. Únicamente a través de un acuerdo entre ellos se podría pensar en una reforma de la Constitución. Posiblemente no sería ya suficiente un acuerdo entre ellos exclusivamente, sino que se tendría que dar participación a otras fuerzas políticas. Pero, con un acuerdo entre el PSOE y el PP se desbloquearía con seguridad lo que ahora mismo está bloqueado.
Un partido que tiene ese estatus dentro del sistema de partidos no puede abstenerse en una votación como la que se ha producido este jueves en el Congreso de los Diputados. Cuando un país se encuentra ante un problema de la magnitud de la pandemia generada por el coronavirus y la angustia alcanza un nivel alarmante en el conjunto de la población, la abstención no es una opción para un partido de gobierno. Cualquiera de los otros partidos podría haberse abstenido. El PP, no. Hay problemas que exigen una respuesta inmediata e inequívoca, que transmita a la población un mensaje susceptible de ser compartido por la inmensa mayoría de la población. El coronavirus es uno de esos problemas. En tales casos, el concurso de los dos partidos de gobierno es imprescindible. Hay momentos en los que no se trata solamente de no obstaculizar, sino de participar activamente en la respuesta que se hace llegar a los ciudadanos y ciudadanas. La abstención en estas circunstancias no contribuye a la gobernabilidad del país, sino a todo lo contrario.
Más todavía cuando el discurso y el lenguaje corporal, tanto de presidente del PP que habla desde la tribuna, como el de los miembros del grupo parlamentario desde sus escaños, es el discurso y el lenguaje corporal del NO. Oyendo y viendo a Pablo Casado y a los diputados del grupo parlamentario del PP, ningún ciudadano o ciudadana puede entender que se hayan abstenido. El discurso y la actitud del presidente y de los parlamentarios del PP ha sido el del no rotundo y no el de la abstención. Este es el mensaje político que han transmitido en un momento de gravedad extrema, del que todavía no sabemos cómo ni cuándo vamos a poder salir. En el momento en el que hay que intentar dar confianza a la población, uno de los partidos de gobierno se ha dedicado a sembrar incertidumbres. Y es sabido que se recoge lo que se siembra.
Esta es la conclusión que cualquier persona que haya seguido el debate habrá sacado. Es la conclusión que se va a ver reforzada por los comentarios que se están produciendo ya y se van a seguir produciendo en los diferentes medios de comunicación. La abstención del PP transmite más inseguridad que un no. La abstención ha sonado a un no subrepticio, que es mucho más deletéreo que un no expreso. Lo que Pablo Casado ha dicho es que el PP no va a decir no de manera expresa, a fin de que no pueda imputársele responsabilidad alguna si la respuesta del Gobierno fracasa, pero que va a hacer todo lo posible porque dicha respuesta fracase. Ese era el mensaje del PP de este jueves.
En mi opinión, ha cometido un doble error. En primer lugar, porque un discurso de esa naturaleza disminuye su credibilidad como partido de gobierno. En una situación de emergencia extrema un partido de gobierno no se puede poner de perfil. O, mejor dicho, no puede hacer como que se pone de perfil, cuando en realidad se está poniendo en contra. Pero no tiene el valor de decirlo.
Y en segundo, porque de esta manera sigue alimentando a la extrema derecha. El discurso ha debilitado al PP y ha fortalecido a Vox. Ha puesto de manifiesto que el PP no es capaz de mantener de manera consistente la línea divisoria que trazó respecto de la extrema derecha en la moción de censura. La frontera entre el PP y Vox ha quedado diluida.
El PP no es ni puede ser en el futuro inmediato el partido que ocupe el Gobierno de la nación. No tiene fuerza para ello ni aliados que le suministren la que le falta. Sí tiene fuerza suficiente para dificultar en grado extremo e incluso torpedear la acción del Gobierno de coalición. Me temo que esta es su estrategia. Me temo que seguimos donde estábamos antes de la moción de censura.
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