Científicos advierten que las prisas políticas por la vacuna del covid-19 pueden ser muy peligrosas
- Luis Enjuanes (CSIC): “Estamos
ante una competición entre rusos, chinos, estadounidenses y británicos,
con inversión de capital de los distintos gobiernos”
- Margarita
de Val (CSIC) espera que en el futuro "se vote a quienes apoyan a la
ciencia y han apostado por una gestión menos polarizada y más eficaz de
la pandemia”
- Fernando Lamata, experto en Salud Pública: “Los
tratamientos del covid-19 deberían ser sin patente, es un sistema
perjudicial porque incentiva el lucro al que llega primero"
La carrera por la vacuna del Covid-19 se ha convertido en una lucha sin cuartel entre los grandes laboratorios, con los gobiernos de los respectivos países muy atentos -y nerviosos- por ver quién se lleva el gato al agua. Algunos, incluso, como Donald Trump, presionando en la sombra para ser el primero en cruzar la línea de meta, sin importarle que los ensayos clínicos no hayan concluido. El presidente estadounidense va por detrás en las encuestas y, sin duda, anunciar antes de las elecciones del tres de noviembre que tiene la fórmula mágica contra el virus sería un golpe de efecto que le podría ayudar a retener la Casa Blanca.
Son muchos los millones en juego y todos quieren su trozo del pastel. Rusos y chinos ya han anunciado a bombo y platillo que tienen el antídoto, pero la comunidad científica se muestra escéptica ante la opacidad de sus investigaciones: prefieren ser cautos y apuntan a la segunda mitad de 2021 como un horizonte razonable para el lanzamiento de la primera vacuna con todas las garantías. De hecho, aclaran que un tratamiento débilmente efectivo sería muy peligroso, ya que empeoraría la pandemia.
Vicente Larraga, director del Laboratorio de Parasitología Molecular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), critica que algunos antepongan sus “intereses políticos y económicos” a la salud: “Tanto rusos como chinos han aportado pocos datos sobre sus ensayos, por lo que no son realmente fiables, y Trump sólo dice sandeces”. Según el experto, “la compañía Moderna va muy deprisa, mientras que Pzifer, Sanofi y Johnson van a un ritmo más razonable y les importa muy poco lo que diga el mandatario estadounidense; están haciendo un trabajo serio y no se ven afectadas por las opiniones de los políticos, que se están comportando, en general, de forma bastante insensata”. A su juicio, la utilización de una vacuna con baja protección “no sirve de nada”, y muchos pensarán que “están vacunados sin estarlo”, por lo que puede resultar “peligroso” ya que el virus se puede propagar con mayor facilidad.
Luis Enjuanes, jefe del Laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), denuncia que “estamos ante una competición política entre rusos, chinos, estadounidenses y británicos, con inversión de capital de los distintos gobiernos”, y sería “muy peligroso” sacar al mercado una vacuna sin garantías y basada en las urgencias económicas, con “poca transparencia informativa y siguiendo métodos poco ortodoxos al pasar a los ensayos en humanos. Estados Unidos tiene elecciones y Trump está presionando bastante a las autoridades reguladoras del país, pero no creo que den su brazo a torcer”.
El investigador asegura que las prisas están forzando mucho los plazos, y recuerda que después de los ensayos en fase clínica en humanos hay que esperar “hasta seis meses” para ver si realmente tienen “efectos negativos”; y así lo están entendiendo algunas farmacéuticas occidentales, “las que no están controladas por los políticos”.
Margarita del Val, viróloga del CSIC, avisa que una vacuna poco eficaz generaría “desconfianza” en la población, y considera que algunos países están llevando a cabo una labor “propagandística” para atraer inversores a los proyectos médicos, debido a la elevada financiación que necesitan. Sobre Trump, estima que no tiene “criterio científico”, y las “bravuconadas” de Putin son “parecidas” a las del por ahora inquilino de la Casa Blanca.
Más fondos a investigación
Por otro lado, la científica confía en que la situación generada por la pandemia cambiará las prioridades y se destinarán más fondos a investigación. Afirma que lucha “por ello”, y sostiene que el esfuerzo económico que la ciencia necesita para dar un “salto cuantitativo” no es tan grande, en “comparación con pensiones, sanidad o educación”.
“Sabemos que en cuanto se ‘riega’ a la I+D+i con fondos y flexibilidad en la gestión de los proyectos de investigación, florece: lo hemos visto ya en algunas comunidades autónomas. Espero que esto influya cuando lleguen las elecciones, y votemos a aquellos partidos que apoyan más a la ciencia y han apostado por una gestión menos polarizada de la pandemia y, por lo tanto, más eficaz”, matiza la investigadora.
Larraga, sin embargo, se muestra escéptico sobre el aumento de capital para un sector abandonado a su suerte en las últimas legislaturas: “Quisiera creer que la crisis del coronavirus cambiará las preferencias, pero no lo tengo claro. Durante el estado de alarma, todos los proyectos de investigación relacionados con el covid-19 dejaron de tener obstáculos burocráticos, pero un mes después de terminar el confinamiento volvieron los terribles problemas de burocracia que tiene la ciencia española, por lo que no parece que hayan aprendido mucho los burócratas”.
Fernando Lamata, médico y experto en Salud Pública, apunta que el sistema farmacéutico público genera “8.000 millones anuales de gasto inútil” debido a los precios “abusivos” de los medicamentos, que se podrían “destinar” a investigación y formación. Sobre la búsqueda acelerada de la vacuna, opina que sería muy “arriesgado” forzar los tiempos, ya que es primordial comprobar que “produce” una actividad inmunitaria “eficaz” y reduce el número de “contagios y la mortalidad”, y señala al sistema de patentes como causante de las prisas por obtener el ansiado antídoto: “Es muy perjudicial porque se incentiva el lucro al que llega primero, y se pueden ocasionar errores en el diseño o en el control de seguridad. Todos los tratamientos para el covid-19 tendrían que ser sin patente. Es una inmoralidad que los países defiendan un modelo nacionalista y, las empresas, otro de beneficios para accionistas y ejecutivos”.
Del Val discrepa sobre este punto. A su entender, las patentes son necesarias para “proteger al inventor” y otorgarle cierta “prioridad”; pero no son privilegios para el “enriquecimiento”, sino para “fomentar la innovación”.
“Los números de Madrid son impresentables”
Para Enjuanes, una de las enseñanzas de la crisis del coronavirus es que será fundamental “reforzar” los sistemas sanitarios y el personal de los centros médicos y de atención primaria, que está dando una “lección” de profesionalidad frente a la disminución del presupuesto y la “privatización”. También es necesario seguir educando a la población: “La mayoría ya cumple las normas, pero todavía hay un pequeño porcentaje que no lo hace, como los que celebran botellones y fiestas privadas. En Madrid, los números [de contagios y muertes] son impresentables”.
Del Val, que recomienda las próximas celebraciones de Navidad “solo con los convivientes”, subraya que el virus afecta especialmente a las personas con “menos recursos” porque no pueden realizar aislamientos “adecuados” al disponer de viviendas “reducidas”, y se acaban contagiando “todos” los miembros de la familia. La experta destaca como “aprendizaje” de la pandemia que los medios de comunicación y los científicos “nos entendemos mucho mejor que antes”.
Lamata considera que será esencial “gestionar adecuadamente” las ayudas de la UE, y vislumbra el segundo semestre de 2021 para la “llegada” de una vacuna con “seguridad y capacidad” de producción y distribución; mientras que Larraga pronostica: “A partir de la primavera que viene aparecerán las primeras con un porcentaje de protección alto, pero no podremos atacar al virus de forma masiva hasta dentro de un año”.
Sobre una distribución igualitaria a escala mundial, Enjuanes muestra su incredulidad: “No todo el mundo va a recibir el tratamiento de anticuerpos que le dieron a Trump, en el que una sola dosis costaba 80.000 euros. Eso no quiere decir que los organismos internacionales -OMS, UE, Banco Mundial, Fundación Bill y Melinda Gates- no estén esforzándose para conseguir una cierta equidad en el reparto, pero no se puede competir con gobiernos como el estadounidense, capaz de comprar cien millones de dosis a una compañía que tenga la vacuna avanzada; las compañías cogen el dinero rápidamente, y no todos los países disponen de la liquidez necesaria. La UE podría tratar de paliar este tipo de desigualdades, pero no va a haber una distribución igualitaria entre Kenia y Estados Unidos, por ejemplo”.
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