La verdad sobre la muerte de Miguel de Unamuno
'Palabras para un fin del mundo', de Manuel Menchón, revela información desconocida que apunta a que Unamuno fue asesinado por el falangista Bartolomé Aragón Gómez. El documental se presenta el domingo en la 65 edición de la Seminci.
madrid
"Si me han de asesinar como a otros, será aquí en mi casa". La crónica oficial dice que Miguel de Unamuno murió repentinamente en su casa la tarde del 31 de diciembre de 1936, pero ahora la película documental Palabras para un fin del mundo, de Manuel Menchón, revela información silenciada todos estos años que apunta a que uno de los más grandes intelectuales de nuestro país podría haber sido asesinado a manos de la Falange.
Nada más conocerse la noticia en Salamanca, una emisora de radio republicana informó de que Unamuno había sido envenenado. Desde entonces, hace más de ochenta años, muchos han sospechado que la postura crítica del filósofo y, especialmente, su discurso abierto y público del 12 de octubre en el Paraninfo de la Universidad, ante el general Millán-Astray, el colérico 'novio de la muerte', había tenido consecuencias mucho más serias que las que tuvo. Al fin y al cabo, las bestias fascistas lo saldaban todo con sangre.
El 12 de octubre por la tarde, Unamuno fue, como cada día, al Casino a tomar café. Allí algunos contertulios le insultaron y le abuchearon. El 13 de octubre fue suspendido como alcalde y concejal honorario de Salamanca. El 14 de octubre, el claustro universitario acordó su destitución como rector perpetuo de la Universidad. A partir de ahí y hasta su muerte, el filósofo se recluyó en su casa, donde concedió algunas entrevistas y siguió escribiendo.
La última persona que le vio con vida, Bartolomé Aragón Gómez, es la clave de esta historia. Hasta hoy, siempre se ha dicho que éste fue un ex alumno de Unamuno, sin embargo, Manuel Menchón empezó a tirar de este hilo después de su anterior película, La isla del viento, sobre los días del exilio del escritor bilbaíno en Fuerteventura. Y los resultados de una minuciosa y muy amplia investigación son, cuando menos, sorprendentes.
"Algún incidente desagradable"
Bartolomé Aragón Gómez nunca fue alumno de Unamuno ni amigo suyo, jamás había hablado con él antes del fatídico día de su muerte. Y, mucho más, fue director del diario La Provincia de Huelva que, entre otras lindeces, publicó que el pensador había donado voluntariamente 50.000 pesetas a la causa fascista. Jefe de Falange, participó como voluntario en la cuenca minera de Ríotinto, con el tercio de requetés 'Virgen del Rocío', en una acción de represión dantesca que dejó decenas de asesinados. Por esos días, estaba profundamente comprometido con las labores de propaganda, entre las que se priorizaba la censura inquisitorial contra las ideas del "enemigo".
Menchón continúa su indagación y ata cabos. La identidad falseada de este personaje se relaciona inevitablemente con los hechos posteriores, entre otros, la inexplicable rapidez con que se publicó el libro Síntesis de economía corporativa, de Aragón Gómez, donde el rector José María Ramos Loscertales firmaba el prólogo "dedicado a la muerte de D. Miguel de Unamuno" y con el que se intentaban acallar rumores sobre un posible asesinato.
No hay que pasar por alto que el mismo 13 de octubre, tras los hechos ocurridos en el Paraninfo, el falangista Francisco Bravo Martínez envió una carta al hijo de Unamuno, Fernando, que residía entonces en Palencia, advirtiéndole del peligro que corría su padre. "Sería doloroso que a tu padre, cuya contribución al movimiento nacional es tan significativa y magnífica, sobre todo para el extranjero, pudiera sucederle algún incidente desagradable".
Último acto de una mascarada
Y, finalmente, el secuestro que Falange hizo del cuerpo sin vida del pensador, sacándolo de su casa y organizando un entierro apresurado, que incumplía el requisito temporal establecido legalmente en la época. Informaciones, todas ellas, que alientan mucho más que simples sospechas sobre el verdadero final del pensador.
Las exequias por Unamuno fueron falangistas. Ellos llevaron a hombros su féretro y le rindieron honores en su entierro. Ahora con más claridad y antes con recelos lógicos, parece evidente que aquel fue el último acto de una mascarada que se había iniciado años antes en el organizado y, desgraciadamente, muy eficaz servicio de propaganda fascista y que tenía como objetivo convertir la figura de Miguel de Unamuno a ojos de la opinión pública en un defensor del movimiento.
Precisamente, en esa despreciable maquinación es donde mejor se explica el rumor falaz de las tristemente famosas 5.000 pesetas que Unamuno donó, supuestamente de forma voluntaria, a los rebeldes. Manuel Menchón en su película demuestra que esta aportación fue obligada y que los diarios afines la utilizaron hasta convertirla en una cantidad mucho mayor, como hizo el mencionado Bartolomé Aragón.
"La más feroz tiranía nos amenaza"
Palabras para un fin del mundo, más allá de la valiosa investigación que aporta sobre el final de Miguel de Unamuno, es una película que restablece –como la anterior de este director– la enorme figura de este gran pensador y pone de manifiesto la necesidad de un discurso crítico también hoy, en una España que, de una manera siniestra, está reproduciendo día a día la arenga del odio y los insultos que se desataron antes y durante la Guerra Civil.
Banderas coloreadas sobre imágenes en blanco y negro, muchas de ellas inéditas hasta el momento; dolorosas escenas de quema de libros, la muestra de documentos desconocidos, una narración sostenida sobre palabras reales de los protagonistas de la época –Unamuno, Millán-Astray, Mola, Azaña, Gil Robles, Queipo de Llano, el capitán Gonzalo de Aguilera y Pemán–; una meticulosa investigación y un relato claro y espléndidamente estructurado hacen de esta película una obra necesaria para la Historia reciente de España y altamente didáctica para las nuevas generaciones.
La poderosa voz de José Sacristán pronuncia las palabras de Unamuno, mientras Víctor Clavijo lo hace con las de Millán-Astray y Antonio de la Torre, con las del general Mola, entre otros. Así, es el primero el que anuncia: "Si triunfan, España va a convertirse en un país de imbéciles", una convicción de Unamuno que, posteriormente, tuvo que rematar con un aciago: "La más feroz tiranía nos amenaza"
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