Carta abierta a la ministra de Trabajo
Estimada señora: Le escribo para manifestarle, con todo respeto, la sorpresa que me ha producido conocer la autorización de la Dirección General de su Ministerio para inscribir un llamado sindicato de “trabajadoras del sexo”, eufemismo con el que eluden mencionar a las mujeres prostituidas.
Me satisface que usted haya declarado que no había dado semejante permiso y que le “habían colado un gol por la escuadra”. Espero que en breve la Abogacía del Estado hallará los mecanismos jurídicos pertinentes para revertir la inscripción de tal sindicato, que supone legalizar el crimen organizado para la esclavitud y explotación sexual de las mujeres.
Pero yo espero que esa Dirección General primero se plantee las cuestiones que competen a un sindicato. Esas trabajadoras, y trabajadores, puesto que también existen hombres prostituidos, se organizarán para enfrentarse a la patronal, como es la razón de ser de un sindicato. Y quien es el empresario de la prostituida. El cliente que ha establecido una relación comercial con la prostituta no puede ser interpelado como la patronal, en todo caso será una de las dos partes de la contratación en condiciones de igualdad, como dispone la legislación civil y la mercantil, y las reclamaciones deberán solventarse por la vía civil, excluida la laboral.
Será entonces el proxeneta la “patronal”, que es el que realmente “emplea” a la mujer. Pero esa figura está considerada un delito en nuestro Código Penal. El artículo 188 de ese ordenamiento jurídico específica que será encausado y perseguido todo aquel que se beneficie de la prostitución de otra persona, “aún con su consentimiento”. En consecuencia, para proceder a la legalización del sindicato primero tendremos que modificar el Código Penal.
Segunda cuestión, a través de una retórica que recuerda a la de la Iglesia cuando recurre a excitar las emociones y los sentimientos caritativos para defender una postura reaccionaria, una asociación que dice defender los derechos humanos, y otra más antigua que se hace llamar Hetaira, nos describen los sufrimientos de las mujeres prostituidas, las necesidades que todavía tienen que cubrir y la posibilidad de cotizar a la Seguridad Social para ir haciendo una hucha que les permita cobrar una jubilación en el futuro. Pero tales argumentos son una falacia.
Porque, como deberían saber, toda persona puede darse de alta en la seguridad social en la profesión que quiera. Solo basta que lo declare y pague las cuotas. Aquellas mujeres tan seguras de que lo que quieren es ser prostitutas cotizantes que lo hagan en los apartados que mejor les parezcan, masajistas, perfumeras, peluqueras, limpiadoras o secretarias. Como autónomas no necesitan ningún permiso, y pueden incluso eludir la calificación infamante de prostituta.
Las ayudas sociales que precisan las víctimas de esa situación están demandadas hace más de un siglo tanto por el Movimiento Feminista como por las asociaciones de ayuda a las mujeres prostituidas. No necesitábamos que vinieran las Hetairas a recordarnos los sufrimientos de las víctimas de esa explotación, ni mucho menos que pretendieran que la solución fuera legalizar el maltrato y la violación. Desde 1905 en que se celebró la primera Convención contra la Trata de Blancas, el feminismo de verdad, no esa versión espúrea de las Hetairas que montan escuelas de prostitución, está luchando por liberar a las mujeres de la más antigua práctica del Patriarcado que consiste en que los hombres accedan al cuerpo de las mujeres para su placer propio, por una paga normalmente muy módica.
En Suecia, Finlandia, Noruega, Islandia, donde se ha abolido la prostitución, las ayudas sociales se aplican como política imprescindible de inserción de las mujeres en diversas ramas del trabajo. En Francia, donde se acaba de prohibir, se presupuestan las necesidades de ese colectivo para erradicarla.
Aquí he enumerado solo algunas de las cuestiones prácticas que hay que plantearse ante esa insólita inscripción de un sindicato de “trabajadoras del sexo”. Y he dejado para el final uno de los valores más importantes por los que lucha la izquierda desde hace siglos, la dignidad. Que se hace realidad en el reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos. Fundamental para llevar a cabo los ideales de la Revolución Francesa y de las revoluciones socialistas. Nadie puede comprar o alquilar el cuerpo de otra persona, nadie puede disponer a su antojo de la capacidad sexual de otra persona, porque la sexualidad forma parte de la pulsión más profunda de un ser humano. Ninguna otra relación tiene la complejidad y comunicación entre personas que la función sexual.
Nunca se realiza un trabajo con la implicación de todo el cuerpo, la pulsión del placer y las consecuencias psicológicas que implican. Y eso lo sabe todo el mundo. Ningún trabajador considerará que es la misma explotación apretar tornillos o ensamblar ladrillos que dejarse violar por el capataz. Ninguna familia deseará para sus hijas que se conviertan en prostitutas. Ninguna de esas esforzadas defensoras de “las trabajadoras del sexo” se dedican a ello ni lo tienen como perspectiva en el futuro, ni se imaginan que pudieran hacerlo su madre, sus hijas o sus hermanas. Porque se trata de mantener claramente la división entre las que pueden ser prostituidas y las que no. Que todavía hay clases.
Y hablemos de la cuestión que utilizan tan perversamente los defensores de la legalización, la supuesta libertad de contratación de la mujer prostituida para dedicarse a semejante “profesión”. Como también todo el mundo sabe el 99% de las víctimas no son libres de escoger, porque no hay mayor coacción que la miseria. Quizá los mensajes machistas de las obras literarias y fílmicas de prostituidores y pornógrafos que se han complacido en defender tal práctica, hayan sido la inspiración de esos “defensores” de la prostitución. Pero ni “Belle de Jour” corresponde a una realidad ni de esos casos existen más de diez. Y para complacer a semejantes personas no hace falta legislar ni sindicarse.
Y que algunas víctimas se pronuncien por legalizarse y sindicarse tampoco legitima su petición. Muchas víctimas de violencia machista perdonan al agresor y no por ello eliminamos el delito. Algunos esclavos querían que el amo los mantuviera en su estatus para que les protegiera, y no por ello legalizamos la esclavitud. Si se permitiera, muchas personas desesperadas por su situación económica venderían “voluntariamente” sus órganos, o a sus hijos y mujeres, como desde hace siglos. Y no por ello lo vamos a consentir. Porque las legislaciones modernas han llegado a establecer las barreras que los seres humanos no pueden traspasar, aún con su consentimiento, precisamente para que los poderosos no arguyan esa supuesta libertad para quedar impunes de sus crímenes.
Lo peor que le puede pasar a la izquierda es que pierda sus principios más acendrados, aquellos por los que han luchado y entregado su vida durante varios siglos las personas más sacrificadas. En los que además de la libertad, la igualdad y la fraternidad se encuentra la defensa de la dignidad humana. Si renunciamos a ella y todo está en venta, el cuerpo, la pulsión sexual, la capacidad reproductora, nada nos separa no ya de explotadores económicos de toda laya, sino de los tiempos de señores feudales en que disponían del destino de sus siervos.
Esta polémica que han creado las mafias de proxenetas para ser todavía más impunes en la explotación sexual de mujeres, y jóvenes y niñas y niños, que todo va en el paquete, es la operación más perversa y dañina de todas las que organiza el capital, porque mediante los falsos argumentos que utiliza y la manipulación del sentimiento de compasión está convenciendo a ciertos sectores populares desinformados de que hay que ayudar a las mujeres prostituidas dándoles la oportunidad de sindicarse y pagar la seguridad social.
Y al parecer hasta a la Dirección General de Trabajo de nuestro Ministerio.
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Además del gol administrativo que el lumpen sexualista le ha intentado colar al Ministerio de Trabajo, está en juego la salud ética y social de los habitantes de Iberia con la pérdida total del oremus en lo tocante al caos en el tema de los DDHH.
Que la prostitución sea tan vieja como el asesinato, la pederastia, la violación y los malos tratos sociales en compraventa y negocio degradante, como son igualmente las gestaciones subrogadas, o las enfermedades y trastornos mentales y de conducta exhibidas en las redes como modelo de libertad de expresión, no debería significar objetivamente y en un mundo sano, que haya que normalizar el kit y asumir el basurero como parte natural de derechos y deberes humanos.
Ese barrizal globalizado es la cara inmaterial de la plastificación del medio-ambiente. Su metáfora más acertada. El plástico, como su materia prima, los hidrocarburos emponzoñados pero super rentables, tan cómodos y asumidos, que se vienen utilizando hasta la saciedad y que se han convertido en una fuente inagotable de beneficios financieros para los millonetis que controlan el mundo, con el cuento facilón de los puestos de trabajo y prosperidades cortoplacistas, han terminado por derivar en amenaza y daño incalculable para la biosfera, la naturaleza y la vida humana, tanto, que si no les ponemos límite desde ya mismo, en pocos años habrán acabado no sólo con las especies vivas, sino también con la posibilidad de vida en el Planeta, como al parecer y según los últimos estudios espaciales están confirmando, sucedió hace millones de años, en Marte, el planeta rojo, por achicharramiento y destrozos programados por alguna descivilización de cenutrios listísimos pero letales, seguramente. ¿A qué nos sonará este dejà vu, tan requetevu?
Las amenazas de extinción antes de materializarse cuantitavamente comienzan en los aspectos cualitativos. Como la enfermedad, se inician en las actitudes que implementan hábitos insanos, ideas perturbadoras y conductas enfermas pero normalizadas por la frecuencia de una praxis masiva y hasta pedagógicamente contagiosa. Tenemos un ejemplo en las drogas normales como el tabaco, el alcohol, el café y las drogas 'legales' aunque fatales, que al principio de su empleo son hasta recomendables como inofensivos analgésicos o estimulantes "sanos". Una copa para reanimar lo decaído, otras cuantas para celebrar cada plato de un buen menú, una buena moña colectiva de los adeptos en honor de los goles del equipo favorito...Las colillas amontonadas en los ceniceros tras una quedada o una larga jornada de curro intensivo y ese estrés que ya es por lo menos un nueve...Poco a poco esos atentados constantes contra nosotros mismos tienden a formar parte de nuestra vida cotidiana, ya no se come por necesidad sino por gula. Cantidades demoledoras de comida que cuando han saciado a reventar, siguen en activo pudriéndose y pudriendo el entorno en los contenedores, en envases de plástico o de aluminio, letales para la naturaleza y para los consumidores consumidos, que usan la saciedad orgánica de sus atracones para ningunear sin éxito el vacío inorgánico de un agujero cada vez más negro, sin fondo ni forma, pero que consume el tiempo y emborrona el espacio devorando al portador consumido por su propio consumismo.
La misma dinámica se emplea con la degradación del sexo y las gestaciones de compraventa; su degradación consiste en que un impulso naturalmente sano en los animales pero desnaturalizado por los instintos desequilibrados del ser proto-humano, convierte en transacción mercantil los planos del ser que tienen otras funciones superiores, como el desarrollo emocional compartido, el cultivo y cultura de los sentimientos, que son la clave de nuestra evolución como síntesis entre la reconducción inteligente y voluntaria del instinto hasta convertirlo en emoción y desde esa esfera unirse a la idea, al pensamiento creador para dotarlo de expresión y manifestación en el sentimiento, que es la clave de todo movimiento evolutivo hacia lo mejor y sin cuyo concurso, es imposible avanzar y no pudrirse en inercias torpes pero falsamente seguras y justificadas porque no presentan retos lúcidos ni objetivos que nos hagan mejores, sino que sólo buscan la supervivencia y salirse con la suya en una pseudovida que se instala en el conflicto como reto vital, desde el cerebro reptiliano y su PIB: el ego. Una secreción a caballo entre materia y energía formada por hormonas, instintos, emociones primarias y pensamientos angustiosos o violentos de supervivencia elemental como sistema, incapaces de construir tejidos más sutiles y capaces de dar sentido a la mera existencia, como es la conciencia y el alma, y por supuesto, con la incapacidad añadida de comprender necesidad alguna que traspase lo meramente tangible y manipulable. Es decir para establecerse y desarrollar el neocórtex cerebral.
Con semejante panorama nuestra especie se autotara y se frustra constantemente. Hay en el Nuevo Testamento un párrafo muy interesante de Pablo de Tarso que no tiene desperdicio, en el que describe ese estado evolutivo que nos aprisiona y paraliza de por vida si no tomamos conciencia y resolvemos desactivarlo desde dentro, porque solo desde dentro actúa la conciencia y su esencia que es la libertad, y dice así, al describir la naturaleza del ser humano a media cocción: "Porque sabiendo el bien que quiero hago el mal que no quiero. ¿Quién me liberará de este mal que me lleva a la muerte? " Ese mal nos lleva a la muerte, pero no sólo física que es el fin y jaque mate del proceso, sino que primero se manifiesta como bloqueo energético, cognitivo, psíquico, afectivo, existencial, formando una especie de costra separadora y falsamente protectora entre lo que somos y lo que parecemos o creemos ser, y que con su peso y su volumen nos impide despertar, estirarnos, respirar la vida sin máscaras y descubrir qué y quiénes somos, para empezar a caminar sin trompicones innecesarios que retardan e imposibilitan nuestro camino, hasta convertirlo en un círculo vicioso, en el que creyendo tener un rumbo que descubrir solo estamos dando vueltas en el mismo paisaje y sobre el mismo eje: las alucinaciones del ego tanto individual como colectivo, de cuyo estado nace la depresión, la tristeza profunda del vacío y esa especie de vestíbulo que la acompaña indefectiblemente: la melancolía, que en su origen griego signifíca: cólico/dolor negro (melan jolé/jolía), pero que nuestra cultura de ilustres rutinas heredadas ha convertido, en plan palos con gusto saben a gloria existencialista, hasta en un valor estético, 'romántico', lánguido y poético cuando en realidad es un padecimiento estático demoledor y bloqueante, creador de una percepción de belleza inconsistente y ficticia, mediante palabras, sonidos e imágenes estudiadas para que gusten y "seduzcan" por lo que duelen, ya que no se puede alcanzar la felicidad, pues que nos acabe 'colocando' emocionalmente la desgracia y la discapacidad dependiente de su amargura texturizada y pasteurizada. El caso es sacar tajada rentable aunque sea de un desastre. Ya que el amor no es posible, pues disfrutemos de maltratarnos con mucho talento y guante blanco terminator. O sea, a base de sutilezas audiovisuales, que a veces tienen de sutil lo que yo de prima donna; y así olvidamos la frescura del contacto directo con la vida, con la naturaleza, con la mejor cara del Otro y la Otra, con el soplo vital que describen Bergson o Spinoza, Proudhon, Thoreau, Joaquín Araujo, o los bellísimos versos nel dolce stil nuovo de Francesco d'Assissi en Il Cantico delle Creature, alegrándose en la contemplación de la vida en su salsa, desprendidos del ego y muy por encima en calidad de vida e inteligencia vital, de enjuagues financieros y especulaciones sanguijuela cutre fashion pero, eso sí, millonarios totales en fusión cósmica agradeciendo la existencia dei fratelli e sorelle sole, luna, stelle, acqua, aria, fuoco e terra que ci alimenta e ci sostiene, varii frutti lei produce, tanti fiori coloriti e verde l'erba...hasta agradecer su existencia a la sorella morte corporale alla quale nessun che vive puó scappare e che se vi si cammina in pace e nella divina volontà non ci farà mai male...Junto a Lanza del Vasto, lo mejor que ha parido Italia en los dosmil dieciocho años que van de Era.
¿Quién podrá ser feliz en la injusticia de vender su cuerpo a trozos, tantas veces por chantaje bajo las cadenas de un chulo o de una madame sin escrúpulos o de comerciar con los cuerpos de otras y de otros, enriqueciéndose con la degradación y la infelicidad de quienes no deciden libremente a quien amar, ya por ignorancia, por opresión, por abandono y olvido social o por patologia, sino sólo por comercio, liarse con lo primero que encuentran?
Sugiero a los y las defensoras de esa escatológica "profesión" que a la hora de reclamar sus derechos sindicales y su pensión putofashion, piensen por un momento si querrían ver como colegas de oficio a sus madres o a sus hijas y a sus padres, hijos, hermanos o maridos, como gansteres chulos y clientes, y si ellas y ellos mismos se vieran libres de sus turbias historias, y volviendo a empezar el camino de sus vidas, pudiendo elegir otros rumbos más sanos y felices, elegirían ese oficio que ahora intentan reivindicar como una digna profesión.
Y lo mismo vale para las gestaciones a cambio de pasta. ¿Querrían haber sido engendrados ellos y ellas por ese mismo sistema y no saber ahora quién fue su madre o su padre? En realidad esto se parece muchísimo a la amoralidad absoluta del rapto y venta de bebés durante el franquismo, convertida en negocio por monjas y médicos dignos de cárcel además de una tesis propia de Freud, con el agravante de que ahora las transacciones y la compraventa de seres humanos se está haciendo legal y sin responsabilidad alguna de cara al porvenir. Pero el daño al futuro ser humano, por manipulación indecente de su vida planificada artificialmente y carente de amor y pareja unida por el afecto y la convivencia, no lo considera ni lo orienta ningún código legal, científico ni ético. Y es un asunto digno de ser incluido en la Carta de los DDHH. No se puede especular con las vidas de los seres que se engendran y mucho menos promocionar granjas de mujeres fecundables por laboratorio, como si esto fuese un capítulo psicópata en Un Mundo Feliz de Huxley.
La felicidad de un ser humano no puede cifrarse en el secuestro programado de la vida y del futuro de los neonatos sin madre o sin padre por capricho de unos pijos y pijas histéricos con dinero y sin conciencia. La medicina, la ciencia, la ley y la política deberían negarse a jugar en semejante industria del fraude moral y estudiar los límites al esperpento peligroso de un mundo no solo infeliz, sino además trastornado y convertido en un manicomio global, de cuya reproducción en masa desnortada no podemos ni imaginar los resultados, descerebres, desubicaciones y patologías derivadas. Si no se es capaz de vivir en pareja y por eso se requiere el aporte extraparejil de un óvulo, un útero o de un espermatozoide de mercadillo, ¿qué calidad de educación podrá dar al hijo o hija prefabricados tan miserablemente, quien no ha sido capaz de vencer su propia incapacidad para convivir sin sentirse el pantocrator de una familia uniparental y por encima de su propia dignidad necesita hacer el ridículo pretendiendo ser lo que no es: responsable, lucido y ético, solo por seguir la moda arcoiris de ser padres y madres por narices aunque sea aberrante, si la cosa de las gestaciones a lo loco ya es trending topic? La vida es muy elocuente si se sabe comprender su lenguale natural: si la naturaleza reproductora no da hijos biológicos sí nos los da nuestra propia especie, y es que hijos sin padres es un fenómeno mucho más triste, doloroso y dramático que el de padres sin hijos. Los padres sin hijos sufren porque se comen la bola, pero eso tiene arreglo si hay corazón que piensa y un cerebro que siente como humano, pero los hijos sin padres ni mades, no tienen a nadie, solo su abandono y el olvido del resto de los egoísmos circundantes cayendo sobre su soledad como un castigo perenne e inmerecido. Una herida que sólo el amor incondicional que no saca cuentas ni pide nada a cambio, puede curar.
La felicidad de un ser humano no puede cifrarse en el secuestro programado de la vida y del futuro de los neonatos sin madre o sin padre por capricho de unos pijos y pijas histéricos con dinero y sin conciencia. La medicina, la ciencia, la ley y la política deberían negarse a jugar en semejante industria del fraude moral y estudiar los límites al esperpento peligroso de un mundo no solo infeliz, sino además trastornado y convertido en un manicomio global, de cuya reproducción en masa desnortada no podemos ni imaginar los resultados, descerebres, desubicaciones y patologías derivadas. Si no se es capaz de vivir en pareja y por eso se requiere el aporte extraparejil de un óvulo, un útero o de un espermatozoide de mercadillo, ¿qué calidad de educación podrá dar al hijo o hija prefabricados tan miserablemente, quien no ha sido capaz de vencer su propia incapacidad para convivir sin sentirse el pantocrator de una familia uniparental y por encima de su propia dignidad necesita hacer el ridículo pretendiendo ser lo que no es: responsable, lucido y ético, solo por seguir la moda arcoiris de ser padres y madres por narices aunque sea aberrante, si la cosa de las gestaciones a lo loco ya es trending topic? La vida es muy elocuente si se sabe comprender su lenguale natural: si la naturaleza reproductora no da hijos biológicos sí nos los da nuestra propia especie, y es que hijos sin padres es un fenómeno mucho más triste, doloroso y dramático que el de padres sin hijos. Los padres sin hijos sufren porque se comen la bola, pero eso tiene arreglo si hay corazón que piensa y un cerebro que siente como humano, pero los hijos sin padres ni mades, no tienen a nadie, solo su abandono y el olvido del resto de los egoísmos circundantes cayendo sobre su soledad como un castigo perenne e inmerecido. Una herida que sólo el amor incondicional que no saca cuentas ni pide nada a cambio, puede curar.
Es muy posible que este mundo no remonte la cuesta de su declive ni tenga posiblidades de recuperarse mientras se busque perpetuar los propios genes y el propio ego por capricho, a cambio de dinero, como la prostitución, y no se conciba y se engendre por amor, mientras millones de niños y niñas que nadie quiere se mueran en los campos de refugiados y en las fronteras cerradas a la fraternidad solidaria, se ahoguen en el mar o pululen por el planeta como almas en pena, sin hogar, sin padres ni madres de corazón y de alma, sin escuela, ni familia ni vida normal, que acaban siendo pasto de la crueldad, la avaricia, las manías y las patologías de adultos que a su vez deberían ser reeducados y curados en vez de aplaudidos, admirados, valorados y consentidos en asuntos legales como las atrocidades ad hoc que les facilitan ser como son y actuar como actúan. Sólo baste recordar casos como el de Asunta, la niña china asesinada por sus padres adoptivos, inadecuados absolutos para esa responsabilidad, que nadie controló desde las instituciones, cuando tuvieron que afrontar al mismo tiempo su adolescencia y su separación y sólo podían educar a la chiquilla a base de doparla con tranquilzantes hasta que se la cargaron no se sabe como, porque han sido cobardes hasta para ocultar algo tan evidente. En la escuela eran testigos del estado narcótico en que la niña iba a clase diciendo que estaba así por las medicimas que su madre le daba para que durmiese. Qué pena que no hubiera habido ningún psiquiatra a mano para quitarles la custodia a tiempo y meter a tal madre y a tal padre en un manicomio antes del asesinato.
Otro ejemplo de ayer mismo: una pareja española que había pedido una niña por correo a una ONG en la India, la han devuelto, como si fuese un paquete de Amazon, porque se la han enviado defectuosa, con trece años y ellos en el pedido la habían solicitado con ocho, pero la desnutrición de la niñita era tal que por su tamaño, su peso y su altura al envasarla la confundieron con una de ocho años al preparar el paquete de la compra. A los amorosos padres que la esperaban ilusionadísimos, les ha importado un rábano cómo se habrá sentido la niña, les dan igual las consecuencias de su desprecio inhumano. Que la devuelvan y ya está. Como si fuera una batidora o un jersey. Como la falsa madre del juicio de Salomón. Que la partan y den a cada uno lo suyo y si se muere, pues que se muera, ante todo hay que ser justos y equitativos en las relaciones comerciales,y el cliente siempre tiene razón, buenismos tiquismiquis, los justos. El que paga manda. A los amantes padres de pegatina les ha importado poquísimo el hecbo anómalo de que una niña de trece años pueda confundirse con una de ocho, no se les ha ocurrido pensar hasta qué punto habrá llegado su desnutrición y sus condiciones de supervivencia para que se dé tan penosa circunstancia. Ellos, al grano, y que les devuelvan lo invertido si es que no hay a mano otra niña cuyos años se ajusten a la solicitud. Y a la chiquilla rechazada, ¿qué le queda en un país extraño, más tirada que una llave y con una devolución en frío en perspectiva, y vuelta a la noria del desalojo vital? ¿Qué dirá la justicia en estos casos donde el valor de lo cuantitativo no le llega ni a la suela del zapato al daño cualitativo, psicoemocional y ético que se perpetra al ejercer el libre derecho del mercado sobre seres inocentes, abandonados e indefensos sin siquiera pensar en las consecuencias y en los derechos de la "mercancía" hipotéticamente humana con la que se trafica?
Hay tantas maneras de prostituirse...que da hasta vergüenza social y política comprobarlo. Y se te vienen a la mente las banderas y los lazos de quita y pon. Las solemnidades y los discursos, la náusea, pero no la de Sartre, no, la otra, la de las arcadas y los vómitos, la de los CIEs y los piojos, la de las adopciones Amazon fashion, la de los novios de la muerte ministeriales y las romerías rebosantes de inmatriculaciones y pederastas, las del secreto confesión cómplice de los crímenes, las de la compraventa de todo, de sexo asqueroso, de hijos-gominola, de votos filibusteros y escaños corrompidos...
De todos modos, creo que hay que felicitar a la niña india porque seguramente se ha salvado de algo nefasto e impresentable como unos padres de tal calaña y de quedarse en un país como éste que no conoce el pudor ni la vergüenza. No creo que esté peor en su país de origen que junto a dos acémilas occidentales capaces de comportarse de forma tan despreciable. Parejas así no pueden ni debe ser padre ni madre de nadie, no merecen que se les dé esa oportunidad, si quieren compañía que se compren un gato o un perro... de cerámica o de peluche, claro. Que tampoco los animales se merecen amos semejantes. Pobres criaturas. Y pobre mundo, así en general.
Entre sindicatos de burdel con aspiraciones legalistas, gestaciones de granja avícola descontroladas y padres y madres por catálogo con freno y marcha atrás como los corazones de Jardiel Poncela, estamos que nos la quitan de las manos, a esta imponderable democracia, in falliure tuttifrutti, of course!
Hay tantas maneras de prostituirse...que da hasta vergüenza social y política comprobarlo. Y se te vienen a la mente las banderas y los lazos de quita y pon. Las solemnidades y los discursos, la náusea, pero no la de Sartre, no, la otra, la de las arcadas y los vómitos, la de los CIEs y los piojos, la de las adopciones Amazon fashion, la de los novios de la muerte ministeriales y las romerías rebosantes de inmatriculaciones y pederastas, las del secreto confesión cómplice de los crímenes, las de la compraventa de todo, de sexo asqueroso, de hijos-gominola, de votos filibusteros y escaños corrompidos...
De todos modos, creo que hay que felicitar a la niña india porque seguramente se ha salvado de algo nefasto e impresentable como unos padres de tal calaña y de quedarse en un país como éste que no conoce el pudor ni la vergüenza. No creo que esté peor en su país de origen que junto a dos acémilas occidentales capaces de comportarse de forma tan despreciable. Parejas así no pueden ni debe ser padre ni madre de nadie, no merecen que se les dé esa oportunidad, si quieren compañía que se compren un gato o un perro... de cerámica o de peluche, claro. Que tampoco los animales se merecen amos semejantes. Pobres criaturas. Y pobre mundo, así en general.
Entre sindicatos de burdel con aspiraciones legalistas, gestaciones de granja avícola descontroladas y padres y madres por catálogo con freno y marcha atrás como los corazones de Jardiel Poncela, estamos que nos la quitan de las manos, a esta imponderable democracia, in falliure tuttifrutti, of course!
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