El Reino Unido, en el atolladero
De un referéndum con el que David Cameron se pasó de listo nació el brexit, que no ha parado de dar disgustos desde su primer minuto de vida
El referéndum es un artefacto político muy simple y de apariencia inocente, pero es como la llave de un trastero: dentro puede uno encontrarse cualquier cosa. De un referéndum con el que David Cameron se pasó de listo nació el brexit, que no ha parado de dar disgustos desde su primer minuto de vida. Hoy, cuando se tenía que votar en el Parlamento el acuerdo jeroglífico del Reino Unido con la Unión Europea, Theresa May se escapa por la rendija del aplazamiento para esquivar una derrota clamorosa, que además de humillante ni ella ni nadie sabe qué escenarios podría abrir e inicia una gira atolondra sin objetivo claro.Repasar esta mañana la prensa británica es hundirse en el desconcierto. Nadie sabe si el rechazo al acuerdo provocaría la dimisión de la primera ministra o se plantearía una moción parlamentaria de confianza o un nuevo gobierno o unas nuevas elecciones o un segundo referéndum. Lo único en lo que todos coinciden es en lo que dijo ‘The Guardian’ hace un mes, que pasara lo que pasara dejaría un gobierno desunido, un parlamento desunido y una sociedad desunida. Nada puede demostrar mejor la sensación que tienen los británicos de estar en un atolladero que el alivio con el que se recibió ayer la decisión de la Corte Europea de Justicia, que reconoce al Reino Unido el derecho a revocar su decisión de retirada en cualquier momento mientras dure el proceso. Saludan esta posibilidad, la posibilidad de escabullirse de su propia trampa como la mejor noticia del día. Muy significativo.
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La situación actual del Reino Unido es un espejo más del momento que atraviesa la especie humana en la crisis global.
Cada cultura en su momento y en su espacio va desarrollando su catarsis. UK, desde que Enrique VIII cortó las amarras con el Vaticano, fue a su bola respecto al resto de Europa con la que los reinos británicos durante siglos sostuvieron un montón de guerras, pactos, piques y tensiones constantes, sobre todo con Francia y rifirrafes múltiples con la España imperial.
UK son islas y una unidad forzada de territorios, como Inglaterra, Gales, Escocia y parte de Irlanda más los archipiélagos dispersos alrededor. Ya en sí mismo su sistema es un pastiche geopolítico, pero eso no ha supuesto para sus habitantes ningún obstáculo insalvable a la hora de coordinarse en una rara conjunción entre monarquía y pueblo hasta montarse nada menos que el sub-imperio global de la Commonwealth tras la fuga de los territorios de América del Norte, Australia, la India y África, que le hicieron el colonial-exit sin parar desde el siglo XVIII hasta el XX.
En este caso de la UE, los británicos se han sentido por primera vez colonia europea desde la ruptura con los imperios vaticano y español, y precipitadamente le han hecho la cobra a Bruselas sin calcular previamente que dentro de casa el reino dejaría de estar unido y podría entrar en una espiral demoledora como le está pasando.
En este caso de la UE, los británicos se han sentido por primera vez colonia europea desde la ruptura con los imperios vaticano y español, y precipitadamente le han hecho la cobra a Bruselas sin calcular previamente que dentro de casa el reino dejaría de estar unido y podría entrar en una espiral demoledora como le está pasando.
Cuando el mundo se queda pequeño y la convivencia se hace imprescindible por razones de espacio y gestión de recursos, no hay más remedio que aprender a afrontar la realidad con herramientas nuevas, que hay que ir creando en paralelo a la aparición de los nuevos retos y dificultades, por ejemplo la inmigración como resultado del saqueo universal de Europa y Norteamérica por esos mundos ya asolados y arrasados durante centurias, ya sin fuentes de vida y riqueza para sus pobres habitantes que además fueron apresados y utilizados como esclavos en los territorios imperiales del negocio y el abuso. Inglaterra con España, a la cabeza del negocio.
El Brexit también supone un muro político como el de Trump en la frontera con Méjico, su patio trasero o las concertinas del pp en el Magreb.
El Brexit también supone un muro político como el de Trump en la frontera con Méjico, su patio trasero o las concertinas del pp en el Magreb.
Llegados a ese punto, los poderes aposentados a la cabeza del ranking mundial del poderío no admiten con facilidad que lo suyo ya no da abasto en los nuevos tiempos, que si siguen en sus trece se estrellan, se empobrecen y se dividen, pero también piensan y sienten que si deciden aflojar y ceder, ser como todos, perderán indudablemente sus comodidades actuales, que no lo son tanto sino más bien por ese relax de la costumbre controladora y el orgullo invicto de no ser controlados, con el agravante de perder la seguridad de afrontar holgadamente el pago político económico de la euro-hipoteca a lo que se comprometieron en tiempos de bonanza, facilidades y rock and roll, para seguir en el podium del triunfo mundial. En la élite de mandamases, de la que se verán excluidos por propia voluntad, sin vuelta atrás.
Es un dilema muy viejo: en las dificultades por overbooking and sistem in falliure, hay que elegir entre petar o deshacerse de parte del equipaje más pesado e incordiante. Ahí no solo ha llegado el Reino Unido, sino también el independentismo catalán respecto a España. A lo mejor España debería hacer con Catalunya lo mismo que la UE con el UK. Dejarla que decida. Que es lo que debería haber hecho hace tiempo. No tener miedo y comprender que el problema real ahora mismo no es Catalunya para España, sino Catalunya para sí misma, porque no se puede ser una isla en medio de tierra firme, sobre todo cuando como mínimo la mitad de la población catalana no desea conflictos que no asume como propios, sino de los que se siente víctima aplastada por unos y otros bandos de bandera, garrotazo y tente tieso. A punto de que resucite el fantasma de Felipe V, el francés advenedizo que quemó Xátiva con la gente dentro, aplastó Catalunya, Valencia y en Almansa dio el golpe mortal a toda posibilidad de reivindicación plurinacional. El sistema está ahora aguantando al último descenciente operativo del Borbón pirómano, como Jefe de Estado. Es cierto que con un referendum sobre la validez y legitimidad de su presencia muchas cosas se aclararían, pero también lo es que cada acción requiere una adecuación de tiempos y circunstancias. De momento hay que trabajar en pacificar y sosegar el clima catalán soliviantado por el pp, la Corona cómplice, y las discapacidades políticas de la antigua Convergencia y el actual PdCat más heavy encabezado por Puigdemont y Torra, su fiel testaferro teledirigido, y la tarea más básica es la de recuperar el sentido común para poder desarrollar el sentido político, haciendo respetar y hacer respetables y humanas las propias leyes antes de aplicarlas con los instintos de Jak el destripador. O de la Venganza de Don Mendo.
Y desde luego solo un gobierno, un Parlamento y un Poder Judicial por encima de la mediocridad y al servicio exclusivo del Bien Común, más allá de sus intereses y bazofias partidistas, podrían solventar con éxito esas tempestades. No está claro que contemos con ello, dado lo que está pasando. Pero lo último sería perder la esperanza y tirar la toalla.
Es un dilema muy viejo: en las dificultades por overbooking and sistem in falliure, hay que elegir entre petar o deshacerse de parte del equipaje más pesado e incordiante. Ahí no solo ha llegado el Reino Unido, sino también el independentismo catalán respecto a España. A lo mejor España debería hacer con Catalunya lo mismo que la UE con el UK. Dejarla que decida. Que es lo que debería haber hecho hace tiempo. No tener miedo y comprender que el problema real ahora mismo no es Catalunya para España, sino Catalunya para sí misma, porque no se puede ser una isla en medio de tierra firme, sobre todo cuando como mínimo la mitad de la población catalana no desea conflictos que no asume como propios, sino de los que se siente víctima aplastada por unos y otros bandos de bandera, garrotazo y tente tieso. A punto de que resucite el fantasma de Felipe V, el francés advenedizo que quemó Xátiva con la gente dentro, aplastó Catalunya, Valencia y en Almansa dio el golpe mortal a toda posibilidad de reivindicación plurinacional. El sistema está ahora aguantando al último descenciente operativo del Borbón pirómano, como Jefe de Estado. Es cierto que con un referendum sobre la validez y legitimidad de su presencia muchas cosas se aclararían, pero también lo es que cada acción requiere una adecuación de tiempos y circunstancias. De momento hay que trabajar en pacificar y sosegar el clima catalán soliviantado por el pp, la Corona cómplice, y las discapacidades políticas de la antigua Convergencia y el actual PdCat más heavy encabezado por Puigdemont y Torra, su fiel testaferro teledirigido, y la tarea más básica es la de recuperar el sentido común para poder desarrollar el sentido político, haciendo respetar y hacer respetables y humanas las propias leyes antes de aplicarlas con los instintos de Jak el destripador. O de la Venganza de Don Mendo.
Y desde luego solo un gobierno, un Parlamento y un Poder Judicial por encima de la mediocridad y al servicio exclusivo del Bien Común, más allá de sus intereses y bazofias partidistas, podrían solventar con éxito esas tempestades. No está claro que contemos con ello, dado lo que está pasando. Pero lo último sería perder la esperanza y tirar la toalla.
La sosegada y comprensiva actitud de la UE con Reino Unido, debería dar algunas pistas al gobierno actual de Madrid. Por ejemplo, aministiando a los presos políticos catalanes ya. Normalizando las relaciones y el diálogo parlamentario ya, sin ponerse a la altura de Torra y Puigdemont, sino sobrepasando sus miserias sin humillarles, como ya se hizo en otras ocasiones y quitando del medio los motivos de distanciamiento y hostilidad. Enrocarse en la repetición del 155 sería un desastre en todos los aspectos: mal para Catalunya, mal para la política, mal para España, mal para todas y todos, porque una vez derrotada la posibilidad socialista de quitar barreras estaríamos cayendo en picado en los mismos métodos brutales de la ultra derecha, usando los mismos mecanismos rupestres de intervención que ese pp demoledor que se ha echado del Gobierno con la moción de censura del Parlamento, precisamente para que no siguiera haciendo un estropicio detrás de otro.
El Psoe que ahora gobierna, si de verdad estuviera a la izquierda del espectro político como su sigla indica y Sánchez afirmaba hace unos meses, debería comprender la diferencia que hay entre la actitud del socialismo auténtico y la de los fascismos varios. Un 155 aplicado en una democracia por primera vez ya ha sido un remedio mucho peor que la enfermedad, pero aplicado una vez más, y por lo que se supone que es una izquierda civilizada, sería la constatación fehaciente de que no hay democracia posible cuando se aplastan las voces a leches y a cárceles y solo se dan motivos a los ciudadanos para rebelarse cada vez con más razones, que obviamente, hace unos años jamás habrían sido posibles antes del destrozo perpetrado por el gobierno pepero -contra los españoles que no son ricos ni están enchufados-, a favor de sus bolsillos y pprebendas.
Las leyes aplicadas sin justicia y a golpe de instinto consuetudinario sin inteligencia ni reflexión, sin pensar en minimizar daños y ejerciendo como venganza en plan primo de zumosol, son la señal de que el sistema entero está siendo derrotado por su propia torpeza. Y, seguramente, por eso se matan concejales de izquierda unida en Asturias o se suicidan desahuciadas, sin que se mueva ni una pestaña en esos tribunales y parlamentos que están ocupadísimos en castigar las palabras y los símbolos catalanes...Tiene bemoles que importe más la unidad de España que la miseria y el sufrimiento de los españoles.Una patria no es un valor si en ella no hay nada que valga la pena y entre todos la convierten en un vertedero de miedos, rencores y detritus.
El Psoe que ahora gobierna, si de verdad estuviera a la izquierda del espectro político como su sigla indica y Sánchez afirmaba hace unos meses, debería comprender la diferencia que hay entre la actitud del socialismo auténtico y la de los fascismos varios. Un 155 aplicado en una democracia por primera vez ya ha sido un remedio mucho peor que la enfermedad, pero aplicado una vez más, y por lo que se supone que es una izquierda civilizada, sería la constatación fehaciente de que no hay democracia posible cuando se aplastan las voces a leches y a cárceles y solo se dan motivos a los ciudadanos para rebelarse cada vez con más razones, que obviamente, hace unos años jamás habrían sido posibles antes del destrozo perpetrado por el gobierno pepero -contra los españoles que no son ricos ni están enchufados-, a favor de sus bolsillos y pprebendas.
Las leyes aplicadas sin justicia y a golpe de instinto consuetudinario sin inteligencia ni reflexión, sin pensar en minimizar daños y ejerciendo como venganza en plan primo de zumosol, son la señal de que el sistema entero está siendo derrotado por su propia torpeza. Y, seguramente, por eso se matan concejales de izquierda unida en Asturias o se suicidan desahuciadas, sin que se mueva ni una pestaña en esos tribunales y parlamentos que están ocupadísimos en castigar las palabras y los símbolos catalanes...Tiene bemoles que importe más la unidad de España que la miseria y el sufrimiento de los españoles.Una patria no es un valor si en ella no hay nada que valga la pena y entre todos la convierten en un vertedero de miedos, rencores y detritus.
Es inevitable no ver el paralelismo entre la ruptura fatal que el Brexit está produciendo dentro del Reino Unido y la que el independentismo trastornado está produciendo dentro de Catalunya mucho más que fuera de ella. Pero no olvidemos que antes de Rajoy y sus estrategias maquiavélicas en "B", el independentismo solo era una cuento de Navidad para los catalanes más surrealistas.
Ahora el gobierno de Madrid deberá meditar y elegir si es capaz de hacer como la UE: convocar, escuchar y dialogar o va a imitar a Rajoy y a repetir el desastre con el mismo ridículo machirulo, inútil y políticamente suicida.
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