Murióse al fin quien puso con su espada
un orden nuevo de justicia y sueño,
devolviéndole al mundo en loco empeño
su más cuerdo valor, como si nada1.
Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar…
Ayer, escuchando en la voz de Serrat los versos de León Felipe2 tantas veces cantados en mi juventud mientras el tocadiscos Pioneer que me había regalado mi tío giraba, pensaba en la necesidad que tenemos de ver de nuevo a Don Quijote.
Para un mozartiano y beatlemano no debería resultar extraño añorar
una figura literaria que representa la libertad y la justicia en estos
tiempos de injusticia y opresión que estamos viviendo.
Revindicar a Alonso Quijano pienso que es un ejercicio de
sensatez en la bendita locura de los que vamos por la vida armados de
estetoscopios y martillo de reflejos. Un ejercicio reiterativo, porque
muchos de nuestros escritores lo han hecho durante siglos y lo siguen
haciendo en la actualidad1.
Y es que si hay un libro actual en todos los tiempos ese es, sin duda, el Quijote. Por ello, voy a atreverme a compartir esta humilde reflexión guiada por citas de este libro inmortal3.
No puede impedirse el viento, pero hay que saber hacer molinos.
La cruzada anti homeopática o los prodigios del sabio Frestón.
Todo paladín tiene sus enemigos que le tienen ojeriza, y así como Superman, Spiderman o Batman
tienen que luchar contra el mal y su representación en cada aventura,
pareciera que los médicos homeópatas estamos abocados al enfrentamiento
con montones de malvados encantadores, algunos de la región de los twitteros
y otros de estirpe aparentemente más noble. Desde la radio a la
televisión, pasando por los periódicos y las redes sociales, los magos y
encantadores arremeten contra nosotros de modo que a veces sentimos que
no son molinos sino gigantes los que nos acometen.
Sin embargo, después de tantos años de aires cambiantes sabemos que
nuestra fortaleza está en la honestidad y el deseo de mejora que nos
acompañan en nuestra labor cotidiana.
Así que, como cimarrones, seguiremos contra el viento, como diría el viejo Bob contra el viento, vamos corriendo contra el viento4 y con nuestro estudio y trabajo haremos molinos de ayuda, comprensión y ciencia.
Sabe más el tonto en su casa que el sabio en la ajena.
Desde niño siempre me ha provocado perplejidad la capacidad de
determinadas personas para hablar ex cátedra de cualquier tema por
lejano que estuviera de su estudio y competencia profesional.
Este supuesto defecto, es especialmente acusado entre los periodistas
y tertulianos españoles y en estos últimos años una de las dianas
preferidas de periodistas, informáticos, hombre del tiempo y muchas
otras diversas profesiones se centra en la homeopatía y otras terapias no convencionales.
Y me llama la atención fundamentalmente por tres razones:
La primera es que parece extraño e incluso inexplicable que, en la situación actual, con problemas sanitarios como el uso y abuso de medicamentos y pruebas médicas y su iatrogenia, el descenso permanente del gasto destinado a la base del sistema sanitario público que es la Atención Primaria ( los médicos de familia nos quedamos roncos de protestar), el incremento continuo del gasto por fármacos incluyendo tratamientos de dudosa eficacia científica, la deshumanización de la medicina y la dificultad en la sostenibilidad del propio sistema público de salud, cuando se sabe por ejemplo, que cerca de un tercio del gasto sanitario global es un despilfarro5, para políticos y organizaciones la cruzada contra la homeopatía sea prioritaria.
La segunda, es que cansa y aburre incluso a los neutrales y que en
realidad y afortunadamente, a la mayoría de las personas no les llega
tanto mensaje negativo a pesar de que determinados periódicos y cadenas
de televisión lo hayan hecho tema de especial interés.
¿No habrá noticias más importantes para el público?
La tercera, es que esta insistencia me produce vergüenza ajena. No me
veo opinando en público sobre la consistencia de los puentes de Calatrava o la idoneidad de determinada obra pública en Málaga o
la necesidad de recambio en el tribunal supremo por poner ejemplos por
la sencilla razón de que no tengo estudios ni información suficiente
para opinar, pero sobre todo porque no tengo ninguna experiencia que
aportar.
Y ya lo dice el proverbio, cuando no tengas nada inteligente que decir, lo mejor es el silencio.
Pero además, los médicos homeópatas en esta maraña de mediocridad,
tecnología y cientifismo no queremos ser comparsas sino defensores de la
mejor forma de entender el acto médico, y cantamos con el poeta6:
No solo no me quiero atener
a ser comparsa
de esa otra farsa
si no, además, rechazo el deber
del raciocinio,
esa otra trampa que usa el Poder
para el dominio.
La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.
En todo este revuelo, la preocupación fundamental, al menos para mí,
se centra en la libertad de elección de los pacientes, que somos todos, y
en la libertad de prescripción.
La libertad de elección del paciente7, 8,
una vez informado por el profesional que le atiende es uno de los
grandes pilares de la asistencia sanitaria y de un sistema que se llama
democrático y queda regulada en la ley de autonomía del paciente9por
ello, en mi opinión, cualquier decisión política que impida este libre
derecho debe ser considerada un retroceso en las relaciones
profesional-paciente e institución-paciente. Solo por eso, merecería la
pena seguir contra el viento hasta las últimas consecuencias.
Pero además, los médicos que a pesar de las circunstancias
contractuales seremos siempre profesionales liberales, debemos defender
por encima de todo nuestra libertad de prescripción10.
Libertad centrada en el principio hipocrático de que lo primero es no hacer daño.
Libertad de elegir los tratamientos más apropiados para cada paciente
por su seguridad, efectividad y pruebas de su uso (ensayos clínicos y
metaanálisis y experiencia personal) así como las preferencias del
paciente.
Mejor es ser admirado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios.
A diario muchos buenos profesionales se sienten desanimados e incluso
enfadados por estos comentarios de medios de comunicación, políticos y
organizaciones profesionales. Y ciertamente es entendible la amargura
que pude producir.
Pero como dice el proverbio árabe por el amor de la rosa se toleran las espinas.
Todas estas espinas son bienvenidas porque al final el trabajo bien
hecho, con amor, con técnica y con dedicación se manifiesta en la
sonrisa y en el agradecimiento de los pacientes que son para el médico
los más sabios. Así es que, todos conversamos a diario con sabios, con expertos en su vida y en su salud.
Hoy mismo, antes de escribir estas letras recibo el agradecimiento
cálido de una joven atendida en el Centro de Salud a la que he propuesto
Apis melifica y Muriaticum acidum para aliviar una urticaria solar, por prescribirle medicamentos homeopáticos que tanto bien la han hecho en otras ocasiones.
Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.
Por eso, queridos amigos, compañeros, pacientes, debemos desarrollar la paciencia, una cualidad imprescindible para la consulta y para la vida.
Paciencia porque el tiempo dará razón al que la tenga y pondrá a cada uno en el lugar que le corresponde.
Y después de más de 250 años de aventura hanehmanniana la homeopatía
seguirá su camino como terapia segura y eficaz, como terapia de presente
y de futuro.
Al bien hacer nunca le falta recompensa.
Nuestra aventura, nuestra hermosa historia particular con la homeopatía ha tenido y tiene dos razones de ser; el ansia de conocimiento y el deseo de ayudar.
Y en ese deseo, la recompensa llega a diario en cada una de nuestras
consultas en el trabajo bien hecho con cariño, dedicación y estudio
profundo.
Desde hace más de 20 años que comencé a usar medicamentos
homeopáticos en mi práctica las satisfacciones han sido mayoritarias. A
veces, el primer sorprendido por los excelentes resultados de los
tratamientos era yo mismo.
De modo, que tanto esfuerzo de estudio y trabajo tenían su recompensa en los resultados en salud de mis pacientes.
Sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo.
Termino, esperando haber sido capaz de sacar de vosotros algunas
sonrisas, mucha esperanza y grandes dosis de determinación para defender
la homeopatía contra el viento materialista que nos invade.
Y ante esta coyuntura, de la claridad y lucidez, con sensatez, como Alonso Quijano, elijo la locura6.
La locura de perseguir hermosos sueños.
Porque no entiendo la medicina sin el sueño del aprendizaje compartido y de la terapia que alivia, acompaña y cura.
Poco a poco, como el que apaga la luz dejo el libro…
Y tú terminas por colocar el libro, allí arriba,
en su sitio exacto, ese pequeño hueco de sombra y de
olvido
Guy Goffette
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