La lucha
encarnizada entre Eduardo Madina y Susana Díaz aupó a Pedro Sánchez a la
Secretaría General socialista de manera inopinada. Apareció como la
tercera vía de conveniencia, una carambola inesperada. Nadie daba mucho
por sus posibilidades efectivas para acabar figurando como el candidato
socialista a la Moncloa. Pero ahí está, con zapatillas nuevas y listo
para la carrera. Consolidado por sus propios aciertos, empezando por su
habilidad para hacerse con un espacio mediático propio aunque fuera a
costa de algunas ocurrencias, la fortuna de unos resultados mediocres en
el fondo pero bruñidos en la forma y, sobre todo, los errores de los
demás, empezando por una presidenta andaluza que calculó mal tanto sus
tiempos como el volumen de sus victorias electorales.
Aunque a Sánchez le cueste creerlo,
ésta era la parte fácil. La ecuación que tiene como resultado la Moncloa
aún necesita que despeje varias incógnitas peliagudas. La buena noticia
es que va a contar con un aliado inesperado para resolver sus
incertidumbres. La decisión del Partido Popular de convertirle en la
diana de todo su fuego cruzado va a ofrecerle excelentes oportunidades
para posicionarse ante los electores. Sólo necesitará un poco de
inteligencia y algo de audacia.
La primera incógnita que Sánchez debe despejar afecta a su propio
partido. Una parte del PSOE apuesta por su recién designado candidato.
Pero otra parece más preocupada para situarse lo mejor posible para
después de su derrota. La buena noticia es que la mayoría de sus barones
van a andar ahora más ocupados gobernando que conspirando. Y eso
siempre ayuda. No hay nada peor para un partido que el exceso de tiempo
libre.
La segunda se
refiere a la credibilidad de sus propuestas. El principal problema del
partido socialista continúa siendo que muchos entre quienes les votaban
ya no les creen. A Pedro Sánchez no le basta con conformar un buen
programa. Debe lograr que una mayoría confíe en su capacidad y
compromiso para cumplirlo. La buena noticia es que existe una manera de
conseguirlo que jamás falla. Basta con hacer lo que dices y decir lo que
haces, siempre, sin excusas.
La tercera incógnita atiende a cómo va a gestionar sus pactos y
alianzas de gobierno municipales y autonómicas hasta las elecciones
generales. Si el PSOE hace como suele y se empeña en convertir a sus
socios en competidores a quienes pretenda vencer por cualquier medio
necesario, el desastre puede resultar considerable. La buena noticia es
que le servirán para recuperar el voto perdido si, en lugar de
percibirlo como un problema, maneja los acuerdos como una oportunidad
para acercarse a un votante que se sitúa más a la izquierda que el
partido socialista tras la última legislatura de Zapatero y sus
políticas de ajuste. Que comiencen los juegos.
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