viernes, 19 de junio de 2015

¿Qué pasa con Alfon?

Ya llevamos tres largos años con esta cruz a cuestas: Alfon. El adolescente intervenido. Desprivatizado y convertido en objeto público. Alfon está dejando de ser un chico normal para convertirse en un símbolo y eso es un riesgo grave tanto para el individuo y su libertad real como para el colectivo social que se nutre de símbolos mientras olvida la realidad, se entretiene con el estruendo de la traca y se deja manipular por todos los extremos y por todos los bandos. 

España, como todo pueblo acostumbrado a ser carne de cañón masificada y sometida a una figura rutilante y poderosa, del color que sea, a la que obedece dividida eternamente, al parecer, entre el cabreo sordo y la obediencia ovina más inexplicable, se entusiasma con casos puntuales -que sacuden la inercia y el cansancio general de estar siempre en las mismas-, en los que una personalidad concreta supera el listón medio de lo cotidiano o bien porque es un fenómeno en el fútbol, en el tenis, en los toros, en los medios, en la política o en el activismo revolucionario o en el Gran Hermano. Qué más da. El elegido suele serlo, sobre todo, porque se hace famoso, independientemente del porqué. Por ejemplo, Eleuterio Sánchez, alcanzó su más alta popularidad como "El Lute", preso rebelde, analfabeto y bandido acosado por los señoritos del cortijo, cuando era la pesadilla de la policía y de los jueces del régimen franquista. En cambio perdió completamente el glamour popular cuando decidió cambiar de vida, superar sus terribles carencias culturales, asumir que la libertad es mucho más que poder correr durante años delante de la guardia civil, y aprendió a leer y a escribir de verdad y no sólo para matar el tiempo de la cadena perpetua ni para salir del paso; así encontró en el estudio un mundo regenerado en el que creer y crecer. Se hizo abogado en la cárcel, pasó de ser una estrella mediática a asumir la responsabilidad social de cooperar en la construcción de la libertad y de la dignidad de todos partiendo del hecho de su propia recuperación. Eleuterio Sánchez pasó de ser un bandido charmant, a ser un hombre discreto y comprometido, otro tipo de símbolo que coincidía con el momento histórico en que España pasaba de la tiranía a una tímida e incipiente democracia, que en aquel momento era to much. Lo más importante y decisivo que habíamos conocido las generaciones de la posguerra.
"Casualmente" el propio nombre de Sánchez tiene origen griego: eleuzería significa libertad, eleuzerós significa "libre" y eleuzeríos significa "hombre noble y digno de ser libre". Son los matices del antiguo idioma del que deriva el nuestro.
Eleuterio -eleuzeríos con toda su carga semiótica- representó y representará siempre la obra titánica que cualquier ser humano puede elegir y realizar para cambiar su vida, por muchos obstáculos que encuentre por el camino, las maravillas que se pueden conseguir cuando la inteligencia, la voluntad y el instinto se ponen de acuerdo para llegar al bien común, que es el propio bien aplicado a lo colectivo y viceversa.  

Para llegar a reconducir cualquier caso injusto y devolver a los individuos y a la sociedad su dignidad y su integridad, lo primero es que se conozca la verdad, que no se oculte nada ni por parte del lado oficial ni por parte del lado del supuesto convicto e inconfeso y sus apoyos interesados o sus detractores igualmente interesados. Y es terrible, pero en todos los casos al estilo "Alfon" hay unas lagunas de realidad desconocida que, personalmente, me impiden acusar o defender el caso, que no a la persona, cuya integridad y dignidad por supuesto defiendo y defenderé, por encima de todo. A Alfon no se le puede en ningún caso maltratar ni humillar y mucho menos privar de libertad sin pruebas evidentes de culpabilidad . Pensando, precisamente, en el muchacho y en su educación y en sus derechos, me pregunto si será aconsejable y constructivo para él esta bulla política, este mercadillo ideológico con arte y parte  más que evidentes. 

En el caso Alfon hay una parte de la verdad a la que hasta ahora no hemos podido acceder y es la historia del muchacho antes del desgraciado suceso de su detención. ¿Cómo era su vida cotidiana antes del percance? ¿Trabajaba, estudiaba, pululaba sin norte o tenía una orientación determinada como un voluntariado, una ideología o una pandilla, un grupo de música,  unas aficiones, un deporte  que practicar o un grupo friki de amigos con el que divertirse en las redes, etc? ¿Cómo le fue en la escuela o en instituto y qué ambiente le rodeaba, qué versión dan de él sus profesores, sus compañeros de clase o de taller? De eso no se sabe nada. Así que es imposible ajustar el discernimiento a una realidad-iceberg de la que solo se ve la punta. Conocer esas circunstancias es mucho más determinante que las declaraciones de la policía, de los partidos políticos, de sus defensores espontáneos y del propio interesado, que obviamente, están tratando de llevar el agua a su molino. A veces, intentando ayudar a "salvar" a un reo injustamente condenado, es mucho peor el ruido y la confusión que se monta que la causa en sí. Y acaba por enrarecer y empeorar la situación.  

Además hay otro agravante que facilita la rabia y la pérdida de la serenidad a la hora de valorar este caso y otros semejantes. Y es la barbarie que estamos padeciendo con un gobierno cuya arbitrariedad y mediocridad manipulando magistrados, tribunales y poder judicial al completo es una vergonzosa evidencia, y cuyo enlodamiento prepotente y sin pudor alguno, ha desautorizado su gestión. El poder de este gobierno también está usando el caso Alfon como escarmiento general en apoyo de su ley mordaza y como certificado probatorio de su poder. Una parte de los colectivos sociales está cayendo en la trampa y le está contestando en el mismo plan, que es lo que el pp desea para desautorizar y hacer patente su fuerza sobre "el populismo" venezueliforme y dividir una vez más para vencer y recuperar la credibilidad y los votos perdidos. Y que la unidad ciudadana se rompa y se divida una vez más entre casta y pringaos, entre "demócratas" y "radicales".

Ya la "justicia" por sí misma es un galimatías en el que para "salvar" cualquier caso vale  y es paradójicamente  lícita la mentira, el encubrimiento y el falseo de la verdad con tal de engañar al tribunal y salirse con la suya. Ya lo estamos viendo cada día en los cientos de casos de corrupción que casi nunca se solucionan con la aceptación de la responsabilidad del reo y de la restitución o embargo por parte del Estado de los bienes usurpados por cohecho y prevaricación con el resultado de daños incalculables a la ciudadanía.  El abogado defensor -o el fiscal, que en demasiadas ocasiones parece la defensa más que la acusación-, es más hábil y más apreciado cuanto más marrullero es y  mejor sabe buscar triquiñuelas "legales" para justificar cualquier cosa. No es lo mismo defender a un culpable de un delito, admitiendo el delito y aceptando su responsabilidad, pero defendiendo al mismo tiempo su derecho a ser bien tratado, respetado y ayudado si es que se decide a mejorar, que defender inocencias opacas y no demostrables, obedeciendo a una ideología y/o a unos intereses muy determinados . La "justicia" debería quitarse la venda de los ojos, y dejar de hacer comedia barata que nos sale carísima, jugando a ver en plan tuerto. Sólo la mitad de la realidad. Para eso, mejor que no haya venda que tape la visión completa.  

Por otra parte confieso que no me resultan garantes los apoyos o las detracciones de los grupos políticos a favor y en contra de Alfon, porque, simplemente no ven a la persona ni el daño y la alienación que causarán al pobre chico montando  a costa suya un circo mediático y utilizándole como banderín de enganche en época electoral o bien para propiciar el voto a su coleto o para desprestigiarlo, con la misma intención de hacer parroquia.  Lo más importante de este caso no es jugar con la libertad o el encarcelamiento de Alfon, sino encontrar la manera de ayudarle a crecer como ser humano, a proporcionarle la justicia y el respeto que se merece desde la lucidez de la verdad. Sea la que sea. Y que sea como sea la realidad, lo que prime y gobierne la situación sea el bien para el muchacho. Y el bien no se basa en componendas ni en banderías. Ni en el griterío embarullado de un club de fans. Se basa en el equilibrio de reconocer que en el rigor máximo aplicando erróneamente la justicia se ampara la injusticia. Summum ius, summa iniuria.   

El único argumento que no pueden destruir, además del de considerar el bien común en el que está incluido el bien de Alfon, es demostrar que un Gobierno cuya plantilla de base es un partido que está prácticamente judicializado carece de autoridad moral para denunciar nada ni a nadie y mucho menos aprovechando el cohecho y la prevaricación desde el poder estatal para atacar y condenar a su capricho a cualquier ciudadano sin aplicarse a sí mismo esa  ley  manipulada y que nadie salvo ellos ha votado, y que aplica a los demás, cuyos delitos no son demostrables, mientras los suyos se cuentan a cientos y a miles por lo que vamos viendo cada día. Ante un poder tan injusto, destarifado, loco de avaricia y de miedo a perder su chollo, lo único que nos queda es desobedecer la injusticia y llevar al mismo Gobierno y a su partido a los tribunales aquí y en Europa y Naciones Unidas si es necesario. No creo en los barullos emocionales ni en las peleas de gallos políticos, ni en la violencia verbal ni física ni "legal". Creo en la acción noviolenta y desobediente, racionalizada  y argumentada. En el poder de la inteligencia emocional, capaz de convertir una lucha sin cuartel en una cooperación de fuerzas para superar situaciones y estados de barbarie manifiesta disfrazada de demcracia bajo el toldo de la hipocresía y el cinismo.

Lamento que a mis innumerables amigas y amigos que me piden un apoyo incondicional al caso Alfon tal y como está planteado, no les guste lo que pienso y lo que siento, pero como siempre, quienes me conocen de verdad ya saben que por encima de mis simpatías y mis inclinaciones está la fidelidad a mi conciencia y mi amor irremediable por la verdad. Por esa parresía que los antiguos griegos valoraban tanto como Sócrates y que Michel Foucault ha explicado muy bien tantas veces en su obra como en su vida.

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