George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
sábado, 20 de junio de 2015
El túnel
Confieso que me importan un comino
los progresos que pueda hacer tal ciencia
que no atina siquiera a ser humana
que utiliza la fuerza de su ingenio
sólo para medrar y enriquecerse
a costa del dolor y del olvido.
Me pregunto qué quedará en el fondo
de tanta inteligencia y tanto empaque
de tanta prisa por la aceleración
por tanta dramaturgia inoculada
por tanta vida muerta que se vende
en este mercadillo de inmundicias
donde todo caduca
sin miramiento alguno
y sin piedad de tiempo o de geranio
Y resulta que no responde nadie.
La urgencia es poseer , ganar,
mentir, fingir, urdir,
vender y comprar todo, pelear
por el mismo placer de la pelea
para por fin hastiarse y volver a empezar
como si nada hubiera sucedido
a retomar un alma de repuesto ya vendida
en plazos temporales y precarios
andrajosa y enferma, derrotada.
Un alma que no es alma sino burla,
sombra plana y fugaz,
desportillada. Repartida en los twits
y en las proclamas de breve inanidad.
Cosida a la costumbre del vacío
y al hilo inconsistente de la nada.
Sólo queda el murmullo del silencio
en el patio interior. Quien quiera
escuche. Y quien no, calle.
La danza en la quietud
es movimiento a penas perceptible
y nace dentro
donde la luz convoca su palabra
sin contrato ni fecha convenida
porque sí, porque quiere
y no puede evitar ser luminosa
mientras se va la noche
ni el canto del jilguero en esa rama
simple y tal cual, con toque de haiku
pero a su aire,
como orégano fresco en el mortero
baja el abrazo quieto de la tarde
y es como una sorpresa que se alarga
entre la barandilla y la ropa tendida
en la cuerda de un junio imprevisible
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