¿Representan los gobernantes a los gobernados?
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
En el discurso oficial reproducido en
los mayores medios de información del mundo occidental, democracia es
aquel sistema político en el que es la ciudadanía la que, a través del
sistema representativo, escoge a sus gobernantes para que, en su nombre,
gobiernen el país, aplicando las medidas que la población desee. Ahora
bien, lo que está ocurriendo en gran parte de los países de este mismo
mundo occidental es que la distancia entre lo que la mayoría de la
población desea y lo que el gobierno lleva a cabo es cada vez mayor. Es
decir, que la distancia entre lo que los gobernantes hacen y lo que los
gobernados –teóricamente la fuente de autoridad de los primeros- desean
es cada vez mayor. En realidad, en muchas ocasiones hacen precisamente
lo contrario. La evidencia de que ello es así es contundente.
Veamos los datos y analicemos lo que ocurre, por ejemplo, en el
sistema democrático de EEUU, presentado por muchos liberales como el
modelo democrático por excelencia. Leyendo las declaraciones de los
dirigentes de aquel país (que constantemente dan lecciones de democracia
a otros países, incluso sancionando a algunos por su supuesta falta de
democracia), EEUU es un faro que ilumina al mundo en la navegación hacia
un sistema en el que la soberanía derive del pueblo, principio que
retóricamente aparece en todas (repito, todas) las Constituciones de los
países que se definen como democráticos. La propia Constitución
estadounidense comienza con la espléndida frase de que “nosotros, el
pueblo, decidimos…”(“We, the people, decide…”), frase de la narrativa
oficial que entra en clara contradicción con la realidad, que muestra
que, en verdad, el pueblo decide muy poco.
Veamos primero qué es lo que los gobernados desean. Según las recientes encuestas del New York Times y de la cadena de televisión CBS,
publicadas recientemente por tal rotativo (“Inequality Troubles
Americans Across Party Lines”) hace dos semanas, la población en EEUU
cree, por amplia mayoría (que va del 66% al 85% de la ciudadanía), que
1) en EEUU las desigualdades de rentas y de riqueza son excesivas; 2) el
sistema económico vigente es injusto; 3) el gobierno debería reducir
tales desigualdades; 4) las grandes empresas (large corporations) tienen
excesiva influencia en las instituciones políticas y representativas
del país; 5) el gobierno debería gravar las grandes fortunas mucho más
de lo que lo hace; 6) el gobierno debería proteger a los trabajadores
mucho más de lo que lo hace, promoviendo sus derechos laborales; 7) se
debería establecer un salario y/o compensaciones máximas a los
ejecutivos de las grandes empresas, que limiten las enormes
desigualdades existentes entre las élites gerenciales y directores, por
un lado, y el resto de la fuerza laboral, por el otro; 8) el gobierno
debería regular el comercio, incluyendo el internacional, que afecta
negativamente el bienestar de los trabajadores; 9) los tratados de libre
comercio deberían dejar de favorecer a las grandes empresas a costa de
las medianas y pequeñas empresas y de los consumidores; y 10) el
Congreso y el gobierno federal de EEUU deberían dejar de favorecer a los
intereses de las grandes corporaciones a costa de los intereses de la
ciudadanía en general. Hasta aquí lo que los gobernados desearían que
los gobernantes hicieran. Le podrá sorprender al lector que este sentir
sea bastante generalizado en un gran número de países democráticos,
incluida España. La diferencia es que en algunos países se le pregunta a
la ciudadanía este tipo de información, y en otros no. En España,
debido al enorme dominio de los medios por parte de los conservadores y
liberales, tales preguntas raramente se hacen en las encuestas. Pero las
pocas que existen confirman que, en general, la opinión de la
ciudadanía es muy semejante a la que muestra la ciudadanía
estadounidense al otro lado del Atlántico.
Lo que los gobernantes hacen
Veamos ahora lo que los gobernantes han estado haciendo, y veremos
que las políticas públicas aprobadas y llevadas a cabo por el gobierno
federal y el Congreso de EEUU han sido una de las mayores causas del
crecimiento de las desigualdades en EEUU (lo mismo, por cierto, ocurre
en España). La Agencia Tributaria de EEUU (IRS) acaba de publicar un
informe (citado en “Who Pays Taxes in the U.S.? Everyone but the
Super-Rich”, Truthout, 05.06.15) que muestra cómo los más ricos
entre los super-ricos, es decir, los más ricos entre el 1% más rico del
país (que ingresan 62 millones de dólares al año) pagan
proporcionalmente menos en impuestos (nominalmente el 20% de sus
ingresos) que las familias que reciben más dinero en la mitad inferior
de la población estadounidense (36.000 dólares), que pagan el 28%. Esta
desigualdad ha alcanzado incluso mayores niveles durante la crisis
actual, en la que el 1% de renta superior ha absorbido el 95% de todo el
crecimiento de la renta nacional (“Paul Street: Privilege-Serving Story
Placement”, ZNet Articles, 07.06.15), un porcentaje sin
precedentes en EEUU desde principios del siglo XX, cuando se inició la
Gran Depresión. Una situación semejante ocurre con el salario mínimo. El
gobierno federal no ha tomado medidas encaminadas a incrementar el
salario mínimo para recuperar el nivel que ya tenía antes de la crisis
(en realidad, el salario mínimo ha permanecido muy por debajo de lo que
existía en los años setenta del siglo pasado).
En España los gobiernos presididos por el Sr. Zapatero, antes y por
el Sr. Rajoy ahora, han estado aplicando políticas públicas, sumamente
impopulares, que no tenían ningún mandato popular, puesto que no estaban
en las ofertas electorales de los partidos gobernantes. Estas
políticas, tanto en la reforma laboral que tenía como objetivo la bajada
de salarios y el aumento de la precariedad, como los recortes de gasto
público social que han deteriorado los servicios públicos del Estado del
Bienestar de una manera muy marcada, han dañado la calidad de vida de
las clases populares enormemente. Y, repito, sin que tuvieran ningún
mandato popular. ¿Por qué?
La corrupción del poder político La raíz de que esta gran distancia entre gobernantes y gobernados
exista es, como bien percibe la mayoría de la población, el enorme poder
que el mundo empresarial (lo que en EEUU se llama la Corporate Class)
ejerce sobre las instituciones políticas, poder que se realiza, bien
directamente, a través de las contribuciones (legales e ilegales) que
las grandes empresas realizan a partidos e instituciones políticas
(hecho facilitado por el proceso electoral estadounidense, que es
financiado predominantemente con fondos privados), bien indirectamente, a
través del control de los medios de información y persuasión del país.
Es imposible, en el llamado sistema democrático estadounidense, poder
presentarse a unas elecciones (sean del nivel que sean, locales,
estatales o federales) sin tener muchísimo dinero para poder tener
acceso a la televisión (que está desregulada y vende tanto espacio
televisivo como el candidato pueda comprar). Y a eso lo llaman
democracia. Debería haber un movimiento internacional protestando por la
falta de democracia en EEUU. El gobierno federal de EEUU tiene
poquísima credibilidad y legitimidad para abanderar la lucha por la
democracia.
La situación en España
Ni que decir tiene que España y EEUU son países muy diferentes y, sin
embargo, tienen características muy comunes. Entre ellas está la enorme
distancia entre lo que los gobernados desean y lo que los gobernantes
hacen. EEUU y España están entre los países donde esta distancia es
mayor. Y la lista de temas en que tal gran distancia toma lugar es muy
semejante en ambos países. Y la respuesta de los gobernantes es también
similar. Y las causas son parecidas: la enorme influencia de los poderes
económicos y financieros y de las clases pudientes sobre las
instituciones representativas. La respuesta a este fenómeno, sin
embargo, ha sido distinta. En España el movimiento masivo de protesta
15-M, que surgió en rebelión a esta captación de la democracia
representativa por grupos económicos y/o financieros y por las clases
dominantes (que son más que el famoso 1%), fue seguido por el
establecimiento de movimientos y partidos políticos tales como Podemos,
Las Mareas, y otros, que pasaron de las protestas a la realización de
propuestas, hecho, este último, que no ha ocurrido en EEUU. En aquel
país apareció el Occupy Wall Street –OWSM- (en cierta manera inspirado
por el movimiento 15-M), pero tales instrumentos y movimientos de
propuestas no han surgido en EEUU, y esto se debe, en gran parte, a la
falta de la articulación del OWSM con el Estado, constituyéndose en un
movimiento de protesta que nunca tuvo vocación de gobierno. Una de las
causas de que ello no haya ocurrido es el sistema electoral, que al no
ser proporcional en EEUU dificulta enormemente la aparición de nuevos
partidos, lo cual no ocurre en España en las elecciones municipales y
explica la diversidad de partidos que han surgido en las últimas
elecciones municipales, sistema proporcional muy limitado, en cambio, en
las legislativas en España, que favorece, como en EEUU, el sistema
bipartidista. Hoy el sistema llamado democrático está experimentando una
enorme crisis, siendo EEUU y España dos de los países donde las
instituciones representativas están más desacreditadas, precisamente
debido a la enorme distancia entre los gobernantes y los gobernados.
Para resolver esta situación se tendrán que hacer cambios profundos,
mucho más sustanciales que los que se están proponiendo en los programas
electorales de los partidos (tales como primarias, listas abiertas, y
otras propuestas). Sin minimizar la importancia de tales propuestas,
estas se quedan muy cortas, en realidad, cortísimas, pues se necesitan
cambios mucho más profundos, como que 1) el sistema electoral sea
auténticamente proporcional de manera que el voto de cada ciudadano
tenga el mismo peso, lo cual dista de ser así en ambos países; 2) con la
introducción de formas de democracia directa, como referéndums
vinculantes; 3) eliminando además las contribuciones y donaciones
privadas a los partidos y a los representantes; y 4) hacer cumplir el
mandato constitucional que exige la diversidad ideológica en los medios
(tanto públicos como privados), de donde las izquierdas están
sistemáticamente excluidas. Hoy existe en la práctica una dictadura
mediática, donde las voces críticas son prácticamente inexistentes,
siendo vetadas o marginadas constantemente. Así es este país, donde las
estructuras de poder conservadoras son enormemente dominantes. La
reacción de personajes representantes de este poder, como son los
grandes banqueros de este país, frente al terremoto político que ha
pasado en las últimas elecciones municipales, es característica de ello.
En 1936, estimularon un golpe militar. Esperemos que ahora no se
atrevan a hacerlo. Pero supongo que sus instintos antidemocráticos les
están empujando para hacer todo lo posible (legal e ilegal) para parar
el gran deseo popular de alcanzar mayor democracia que la existente hoy
en el país.
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