Suecia: así lo está haciendo el país que lidera la transición ecológica
El país escandinavo se atrevió en los 70 a cambiar su modelo
energético para no depender solo del petróleo. Hoy es el estado europeo
con más renovables y líder de una transición ecológica que ha hecho su
economía mucho más potente

Karin Sundby era una empresaria
sueca normal y corriente hasta que, hace tres años, decidió formar parte
de un movimiento social que resurgía con fuerza. Era una segunda
versión del Parlamento Popular del Clima
que, organizado por primera vez en 2014, convirtió a Suecia en el primer
país del mundo en acoger este tipo de iniciativa participativa por la
sostenibilidad. La idea se inspiraba en los parlamentos populares que se
formaron a finales del siglo XIX para impulsar, con éxito, el sufragio
universal en el país escandinavo. Así, poco antes
de las elecciones generales de septiembre de 2014, un grupo de apenas
cinco personas puso en marcha este proyecto, que era pionero en el mundo. “Al principio consistía sólo en unos pocos profesores y activistas, pero se expandió muy rápidamente”, relata Karin.
El planteamiento era que, si se había podido conseguir el voto para
toda la ciudadanía gracias a las voces del pueblo, ¿por qué no se iba a
poder acelerar la acción por el clima de la misma manera? Así, unas 600
personas –ciudadanos de a pie – se reunieron en
un evento que duró tres días. “Se pidió a la gente que propusiera
medidas, proposiciones de leyes que consideraran necesarias y útiles
para mitigar el cambio climático. Del total de propuestas recibidas, se
seleccionaron unas cuantas, se debatieron, se defendieron y se votaron.
Finalmente, las elegidas se llevaron a los portavoces de medio ambiente
de los partidos políticos, que a su vez trasladaron estos asuntos al
Riksdag el parlamento sueco”, explica Karin. Pasadas las elecciones de
2014, este parlamento popular del clima se disolvió, pues ya había
cumplido su función. Sin embargo, un grupo de personas –entre ellas Karin – decidió
retomar el proyecto para, de cara a las siguientes elecciones de 2018,
repetir el mismo proceso, pero esta vez con vocación de continuidad.
En general, Karin considera que los suecos están muy
sensibilizados con el respeto al medio ambiente, con el reciclaje y con
el impacto ambiental de sus desplazamientos –muchos prefieren coger la bicicleta antes que el coche –
pero lamenta que todavía la huella ambiental per capita sea tan
elevada. De hecho, Suecia tiene de las más altas del mundo: la novena
según el ranking de la Global Footprint Network. “El consumo aquí es
importante y somos de los países que más viajan”, explica Karin.
Aunque Suecia sea considerado por los expertos foráneos un ejemplo en
el ámbito de la transición ecológica, algunos especialistas locales se
muestran críticos. Es el caso, por ejemplo, de Isak Stoddard, profesor y
líder de proyectos en la cátedra de Liderazgo en Cambio Climático en el
Centro de Estudios de Medio Ambiente y Desarrollo (CEMUS) de la
Universidad de Uppsala.
Isak cuestiona la manera
“oficial” de contabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero
en Suecia. Las mediciones reflejan una reducción de emisiones de estos
gases en las últimas décadas al tiempo que el Producto Interior Bruto
(PIB) ha aumentado. Así, se sugiere un desacoplamiento entre las
emisiones y el crecimiento económico, pero este experto critica este
tipo de contabilidad, que califica como “creativa”, porque excluye las
emisiones del transporte internacional, tanto aéreo como marítimo.
"Si contamos con el incremento en los hábitos de transporte de los suecos –que se han vuelto locos volando a Tailandia y a todas partes del mundo – las emisiones totales de Suecia no han descendido en absoluto sino que se han mantenido desde los años 90”, arguye.
Así, aunque admite que se han dado pasos en la buena dirección, se
muestra escéptico respecto a que haya habido una verdadera transición
ecológica en Suecia, sobre todo en el ámbito de acción por el clima. “Lo
que es preocupante es que sólo para tener algún tipo de esperanza de
alcanzar el objetivo de los 2 ºC del Acuerdo de París –que ya de por sí tendría gravísimas consecuencias – Suecia
tendrá que reducir sus emisiones entre un 10 y un 15% por año, y no
hemos reducido nuestras emisiones en 28 años. Por eso soy pesimista”, se
justifica.
Pero, a pesar de estos retos que el país escandinavo tiene aún por delante, –para reducir el impacto ambiental de los vuelos internacionales el Gobierno sueco ya ha aprobado un impuesto de aviación –, Karin sí afirma haber percibido esa transición ecológica que supone un ejemplo para otros países. Los cambios se han notado, dice, sobre todo en los últimos 15 años.
Han sido especialmente visibles en ámbitos como el reciclaje, donde
considera que la información ha jugado un papel esencial. Actualmente,
de acuerdo con la información estatal, el país recicla el 99% de los
residuos domésticos e incluso necesita importar desechos de otros países
para alimentar sus incineradoras, que obtienen energía mediante la
quema de basura.
También en el ámbito de la energía,
aunque de manera más lenta, los hogares han percibido una transición
hacia un modelo no contaminante. "Antes solíamos calentar nuestras casas
con petróleo y para ello tenía que venir una furgoneta a aportar el
suministro. En los últimos 20 años esas emisiones se han reducido
drásticamente y ahora calentamos las casas con energía geotérmica. Eso
sí fue un gran cambio”, reconoce Isak.
Las ciudades
también pasaron a calentarse de manera más sostenible, por distritos,
mediante tecnología descentralizada de bomba de calor, neutra en
carbono. Con un 52% de renovables en el mix
energético –mayoritariamente compuesto por hidráulica (en un 95%),
biocombustibles y eólica– Suecia tiene actualmente el porcentaje de
energía renovable más alto de la Unión Europea, y la Agencia de Protección Medioambiental sueca augura que esta cifra podrá llegar al 55% en 2020.
Para entender la transición energética en sí, hay que remontarse a los años 60, cuando una serie de problemas medioambientales –como
la polución atmosférica, la disputa por la energía nuclear y la muerte
progresiva de los bosques a consecuencia de la lluvia ácida (ocasionada
por la combustión de energías fósiles) – despertaron la conciencia de la ciudadanía sueca, que empezó a exigir políticas más sostenibles.
Como respuesta a esta nueva demanda social, la política comenzó a
hacerse cargo de los asuntos medioambientales. En 1967 se fundó la
Agencia de Protección Medioambiental sueca, convirtiendo al país
escandinavo en pionero en establecer un organismo de este tipo. Suecia
tomó las riendas del cambio a la sostenibilidad y en 1972 acogió la
primera conferencia de Naciones Unidas sobre el medio ambiente.
Con la crisis del crudo, en 1973, el Gobierno sueco decidió hacerse más independiente de su suministro energético –que por aquel entonces era petróleo –
por una mera cuestión de seguridad, y comenzó a centrar sus esfuerzos
en cambiar su modelo energético. Así, a lo largo de las siguientes
décadas, se subvencionaron las renovables –hidráulica, eólica y biocombustibles, sobre todo – y
se penalizó a los combustibles fósiles a través de impuestos. Aunque
hasta ahora el país se ha servido también de energía nuclear, a medida
que sus centrales envejecen se acerca también su apagón.
“Todo ello vino acompañado de una fuerte legislación ambiental”,
señala Helena Looström, asesora de políticas ambientales de la Agencia
de Protección Medioambiental sueca. Esta experta incide en la
importancia que tuvo la legislación verde en la transición ecológica en
el país escandinavo, que se adelantó en este campo a sus vecinos. De
hecho, Suecia fue el primer país en aprobar una ley de protección
ambiental y, en 1998, aprobó su Código Medioambiental, que recoge las
normas fundamentales para preservar el entorno natural. “Este paso nos
dio ventaja; contribuyó a que nuestra industria fuera competitiva en
relación con la de otros estados en el momento en que éstos adoptaron su
propia legislación ambiental”, aporta Maria Ullerstam, responsable de
las políticas de calidad del aire en esta misma institución.
Pero el camino no siempre fue fácil. Al menos en lo que respecta al
transporte, esta especialista asegura que algunas medidas no fueron bien
recibidas por el público. A principios del año 2000, la ciudad de
Estocolmo introdujo tasas por congestión con el objetivo de reducir el
tráfico en la ciudad. “Esto fue objeto de un intenso debate antes de su
introducción pero, una vez instalado, el público se adaptó y algunos
incluso elogiaron las tasas de congestión”, rememora esta experta. “La
gente que vivía en las ciudades apreciaba la reducción del tráfico, a
los taxistas les gustaba, pues ya no se quedaban atascados en el centro
de la ciudad, y el sector de reparto de mercancías vio acortados sus
tiempos de entrega”, aduce. “Hoy en día, en Estocolmo vemos a cada vez
más gente que va en bicicleta, aunque no se sabe si esta tendencia de
incremento en la movilidad sostenible continuará o no”.
En este sentido, el actual Gobierno sueco está subvencionando bicicletas al 25% de su coste,
así como coches eléctricos. Este año, además, los incentivos para
comprar este tipo de vehículos aumentaron un 50%, de forma que ahora,
con la compra de un coche de este tipo, se puede cobrar una subvención
de hasta 60.000 coronas suecas (unos 6.000 euros).
También mediante mecanismos de financiación se está promoviendo la
energía fotovoltaica. “Ahora nos dan facilidades para instalar paneles
solares. Se aplican reducciones sobre el coste de las placas y existe la
posibilidad de rebajar los impuestos de la instalación. Al final,
puedes instalar paneles solares a un precio muy razonable”, mantiene
Karin, y asegura que la medida está teniendo efecto. “Ya no son solo
activistas o gente muy concienciada quienes disponen de placas solares,
sino que mucha más gente lo está haciendo o contemplando la
opción.“Nosotros probablemente las instalemos el año que viene”.
Para Helena Looström, ha sido gracias a una estrategia nacional, junto
con el seguimiento constante de las políticas y otros elementos clave,
que ha sido posible la transición ecológica en Suecia. Looström coincide
con la Red Europea de Acción por el Clima en su evaluación sobre los
progresos de los Estados miembros de la UE destinados a alcanzar los
objetivos climáticos del Acuerdo de París. En el informe, la Red valoró
positivamente que el país escandinavo hubiera fijado objetivos propios
de reducción de emisiones de gases invernadero, más allá de los
requisitos europeos.
El documento Fuera de objetivo: Clasificación de la ambición de los países de la UE y avances en la lucha contra el cambio climático,
publicado este año por la organización, situó a Suecia a la cabeza del
ranking, con el 70 % del camino recorrido. España, por su parte, estaba
en el puesto número 16, al 35 % de la carrera. Además se elogiaban las
exigencias por parte de Suecia para reforzar la ambición europea sobre
los objetivos climáticos, pidiendo metas de reducción de emisiones de CO2 de un 55% para 2030 y a cero neto para 2050 a más tardar.
Los resultados de las medidas también se aprecian en materia de
contaminación atmosférica. Las zonas urbanas del país presentan
actualmente 10,2 microgramos de pequeñas partículas en suspensión (PM10) por metro cúbico, aproximadamente la mitad del promedio de los países de la OCDE, de 20,1 microgramos.
Suecia lidera también la carrera por alcanzar las metas de los ODS
(Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones
Unidas), según consta en el primer índice oficial elaborado por la ONU.
Figura primero en la lista con una nota media de 85, casi 10 puntos más
que España, situada en el puesto 25 del ranking.
Todo
ello, según la Agencia de Protección Medioambiental sueca, se ha
logrado gracias a la inversión en I+D dirigido a tecnologías de energía
limpia como biocombustibles, redes inteligentes y captura y
almacenamiento de carbono. Fruto de estas inversiones, Suecia ha
desarrollado una ventaja competitiva en tecnologías de sostenibilidad
que, en 2014, llevó al país a ocupar el cuarto lugar en el Índice Global
de Innovación en Tecnología Limpia (Global Cleantech Innovation Index).
La empresaria Karin cree en una transición ecológica total: “Yo espero
que los políticos escuchen el mensaje de que se necesitan cambios
radicales para llegar al objetivo de limitar el aumento de temperatura a
los 1,5 ºC para 2100. La política de transición es hacer cambios
pequeñitos, ajustes de aquí y allá, pero lo que necesitamos son cambios
en toda la sociedad”. A su juicio, el efecto que puede tener a nivel
global no radica en la alteración del porcentaje de emisiones, que en
comparación con otros países es muy bajo. “Se trata de mostrar que se
puede hacer, que se puede vivir bien y feliz, y que ello no implica ir
para atrás sino todo lo contrario”, sentencia.
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