domingo, 25 de noviembre de 2018

Realidades aparentes y aparentes posverdades



Después de reflexionar serenamente, de escuchar opiniones moralizantes al hispánico modo y sobre todo, modestamente, y en mi línea herética connatural, debo reconocer que lejos de censurable, me parece sanísima la actitud de protesta de Rufián. Y que  ojalá hubiese más rufianes como él( porque de los otros el cupo está que se sale y hasta hay lista de espera)
Me ha alegrado un montón que haya alguien capaz de decirle al rey desnudo parlamentario que en realidad está en purititos cueros, que no sólo no lleva puesto un traje visible sólo para listos, sino que además su real desnudo es una birria, que le cuelgan los michelines institucionales y se le acumulan las lorzas de la Constitución como flanes caducados, en las estanterías del supermercado estatal, que está fofo y blandurrio en leyes y justicia, que tiene una piel de papel de lija y cemento armado que da dentera y asco, y una celulitis enjuaguista y manga ancha tuttifrutti, ante la que la cáscara de naranja es una seda. Y que ya vale de presumir de lo que no tiene ni tendrá mientras siga en el mismo plan que está. Que así le va y nos va, con esa dieta que es la bomba blanca: la mala lactosa legislativa, el empacho indigesto de la sacarosa ejecutiva y el pegajoso amasijo del gluten judicial. Y que como no cambie de costumbres alimenticias y al paso que van los virus y microbios ultras, la democracia nos va a durar menos que una piruleta en la puerta de un cole o que la inocencia en un confesionario. O la presunción de inocencia de un catalán respondón, aunque sea con razones y derechos, que en cualquier país europeo no tendría el menor problema con la libertad de expresión, pero que aquí se juega una cadena perpetua a menos que haya un milagro de Santa Rita, la abogada de los imposibles. 

Ojalá el Parlamento tuviese que afrontar discursos desde la realidad, como el de Rufián el otro día, en cada sesión ya manufacturada antes de nacer. Ojalá permitiesen al menos una vez al mes y/o en situaciones de crisis grave, la participación directa en el hemiciclo de comisiones sectoriales ciudadanas, más que nada para aterrizar en la realidad y saber por donde anda la vida diaria de los gobernados por quienes parecen estar tan distantes como la Luna de la Tierra. 

Ya sabemos lo mal que le sienta a la casta cualquier innovación que desborde su capacidad de entendederas, pero eso es 'normal' por lo frecuente,  en una sociedad manoseada, desgastada, formateada, hipocondríaca, mal pensada y drogada mediáticamente desde la más tierna infancia durante generaciones, donde, sin que al parecer nadie lo haya notado, una momia gobierna desde hace ya casi ocho décadas, cuatro de cuerpo presente y otras cuatro de corpore medianamente sepulto por una democracia peculiar, en una basílica que la propia momia, previendo el futuro como la Pitonisa Lola,  se hizo a medida con el trabajo forzado de sus oponentes ideológicos convertidos en esclavos manufactureros, como delincuentes políticos.  

La inercia es muy difícil de erradicar, ya se ha visto en el caso de los presos políticos catalanes. La dictadura marcó las pautas fariseas de la rigidez en las formas, el rasgado de vestiduras y mesado de cabellos un kit compatible y muy bien avenido con la permisividad absoluta en los fondos (sobre todo en los monetarios y gestores, of course), donde el pecado no es lo que se hace fatal, sino que se sepa públicamente lo que se ha hecho fatal. Que no se vea. Que no se note. Esa es la actitud. Y Rufián ha hecho que el pecado que todos conocen y toleran por lo bajini, de repente se proclame en alta voz. Para ello el mejor modo de hacerse los locos y dejar al margen la realidad de la denuncia, es poner el énfasis en la cáscara amarga para que pase desapercibido el sentido y el significado del meollo.
Que se tranquilicen las alarmas politicantes a lo Casa de Bernarda Alba. Lo del jaleillo bufoniano es lo que menos preocupa a la ciudadanía, al contrario, el estilo teatral e histriónico de la denuncia es vidilla para un Parlamento tan plasta y medio grogui como padecemos. Y además aporta la riqueza de una realidad directa que cuando se toca solo produce sarpullidos a los que sacan tajada del sistema, pero alivia e ilumina la realidad social de los que son paganinis sistémicos. O sea, nosotras y nosotros: el pueblo que debería ser soberano y se ve condenado a ser vino de garrafa y en el peor de los casos, vinagre. 

Por debajo del folklore nos ha quedado meridiano que el Ministro de Asuntos Exteriores actual es miembro de una asociación ultraderechista catalana. Que Pedro Sánchez lo sepa o no, es más importante que ese mismo hecho en sí. Porque Borrell, como individuo, tiene todo el derecho a ser miembro de lo que quiera, pero todos los españoles tenemos el derecho a exigir la garantía de que un ministro no pertenezca a cosas así. Y a que el Presidente del Gobierno, máxime si dice que es socialista, no le dé una cartera ministerial a un personaje políticamente disléxico e incoherente por muchos títulos que tenga y por mucho glamour de que disponga. 
La conditio sine qua non de cualquier cargo público debe ser la ética y su transparencia inseparable. La extrema derecha no es el lugar adecuado para un representante democrático cuyo objetivo es trabajar por el bien común y no estar al lado de extremistas mucho más preocupados por sus oligopolios que por el bien colectivo. Ya que los oligopolios se nutren y medran a base de causar el  mal común. Así se comprende la defensa de Borrell de la venta de armas a Arabia Saudita, que previamente había desautorizado la Ministra de Defensa Margarita Robles, que al estar en la línea jurídica tiene más sensibilidad ética. La pena es que al final los intereses del dinero y la política a su servicio, se saliesen con la suya, y que una vez más la ceguera del poder no haya permitido que el Socialismo real se haga carne y habite entre nosotros. 
Igualmente debería preocuparnos mucho que un ministro se haya burlado de los presos políticos injustamente maltratados por un tribunal descaradamente al servicio de políticas inmundas sin respetar siquiera la separación constitucional de poderes estatales.  
De ese modo el escándalo mediático a bombo, platillo y berrido, de las formas no ha dejado espacio alguno para asimilar el por qué y el contenido en la denuncia de Rufián y ERC en el Congreso de Diputados y su lógica indignación, y vergüenza ajena, no por Rufián, como pretende Évole en su comentario,  sino por las razones de la protesta del grupo y la falta de escucha por parte de la Cámara, donde la Presidenta usó su poder para poner una vez más la mordaza a las verdades del barquero, cuando a Casado, que insulta mucho más, porque su partido tiene más votos, no es catalán pero sí es el felpudo del Ibex35, no se le censura y se le deja hablar aunque esté ofendiendo constantemente y diciendo disparates y aberraciones, que convierten a Rajoy en un Demóstenes.

Una vez más han triunfado las estrategias de la doctrina del shock.  La banalidad del mal en su salsa. Igualito que en el caso de Dani Mateo y el Palàu en Valencia.

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