lunes, 26 de noviembre de 2018

Iñaki Gabilondo y su firma




Regalamos el patriotismo

Puede que en no demasiado tiempo el concepto patria quede obsoleto y que las conectividades del nuevo mundo impongan nuevas realidades territoriales



Siempre me ha sorprendido la facilidad con la que regalamos el patriotismo a los patrioteros. Como la dictadura nos robó la libertad y los derechos durante 40 años invocando el patriotismo, este término -de noble matriz en la República romana- nos suena caspa franquista, a Frente de Juventudes y a Sindicato Vertical y más aún si enarbolan un estandarte como Gibraltar con el cual se nos taladró el cerebro por tierra mar y aire.
Puede que en no demasiado tiempo el concepto patria quede obsoleto y que las conectividades del nuevo mundo impongan nuevas realidades territoriales construidas ya no por guerras o matrimonios, o alianzas, o identidades de raza, o cultura si lo por convergencia o complementariedad de intereses con lo que tiene eso de mejor o de peor, pero hoy todavía la estructura de nuestro mundo se asienta en estados y en las normas que regulan las relaciones.
En la actualidad el patriotismo lo sostiene la ley y la ley internacional avalada repetidamente por la ONU sostiene el derecho de España sobre Gibraltar. El presidente de España hizo lo lógico al querer hacer consignar ese derecho tal y como se había pactado con la Comisión Europea y Gran Bretaña en el acuerdo del 'brexit'. Si se ha conseguido mucho algo, mucho o poco, si es vinculante o no, no lo sé dentro de un momento nos lo dirá el ministro Borrell pero lo digno de subrayar es que la derecha hace causa de este tema y la izquierda no. Gibraltar no es de su negociado, ese patriotismo lo regala y yo me pregunto por qué.

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Parece que hay pendientes algunos ajustes geopolíticos, cada vez más necesarios según la evolución va haciendo madurar a la humanidad; en ese proceso una de las premisas que se van estableciendo per se, sin que nadie las fuerce, es el paso del Rubicón desde la inercia fundamentalista y natural de los ancestros que el miedo a cambiar produce en ciertas capas de la conciencia social hacia nuevas experiencias colectivas y ya imparables, que nos permiten afrontar los ciclos de la historia desde niveles más adaptados al presente y futuro que al pasado, muy valioso como archivo, experiencia y escarmiento, es verdad, pero también, si se establece como paradigma y dogma emblemático inamovible, es un verdadero fardo que imposibilita la fluidez de la convivencia y la asimilación y gestión de los nuevos valores que vienen dados por las nuevas circunstancias, aprendiendo a distinguir lo perecedero y sustituible, de lo universal y fundante, que no tiene sucedáneos. 

Es la evolución de la conciencia humana la que viene determinada precisamente hacia la superación o la claudicación ante los miedos, por las dificultades inherentes al mismo proceso natural, que Darwin pinta como un combate entre miembros de las especies, donde siempre gana "el superhombre" de Nietzsche y pierden los débiles. Pero la misma evolución descalifica esa visión de don Charles. No es la fuerza ni el "ganar" sobre los otros, lo que permite la supervivencia específica, sino la inteligencia y la capacidad de adaptación y la mejor gestión simbiótica con el medio, la flexibilidad, que es la virtud del soltar y comprender frente al vicio de aferrarse e imponer. 
Por ejemplo, el concepto de patria visceral y estrictamente territorial frente al concepto espiritual y marxista del socialismo, de una soberanía fraterna universal, de la ética, la igualdad, la justicia, la libertad, el pack de deberes y derechos y la dignidad compartida, no impuesta ni ejercida de unos sobre otros, sino compartida, entendida y deseada por todos, unos con más visión, otros sólo por necesidad, pero todos y todas conscientes de estar navegando en el mismo barco y lo que eso significa a la hora de las tempestades. Si en esos momentos lo único que nos une es el concepto inoculado y emocional de patria dividida internamente en clases y castas, en siervos que pagan y amos que se forran a costa de los siervos, puede que nos salgamos con la nuestra por un tiempo, pero a las primera de cambio, volveremos a las mismas, porque el anterior conflicto no solucionó la carencia básica ni hubo toma de conciencia y aprendizaje colectivo e individual, para no repetir las vueltas en la misma noria. 
Los ciclos de la civilización evolutiva no son cerrados, sino en espiral y si no se atina con el sentido esencial positivo, la espiral pude orientarse hacia abajo en negativo, algo que en España es ya una tradición, por desgracia, en esa especie de dislexia en vertical, que por des-educación ignora la horizontalidad, que en el batacazo cree subir y en la superación cree bajar. Un defecto de visión distópica cuya repetición se ha convertido en un estado connatural y que nos hace perennemente vivir en el disgusto, en el mosqueo, en el enfado y en la disconformidad con todo, lo malo por que es malo y lo bueno porque seguro que acaba mal como siempre, y que molesta ya por el hecho de existir y estar ahí. 
No es que  todo esté mal, sino que nuestra sociedad está enferma de un raro "nuestrismo", un empacho de ego desnortado que se debate eternamente entre una patria con complejo de superioridad obligatoria en caso de conflicto exterior, -¡¡¡que adonde vamos parar, pordios y por España!!!- y unos patriotas con complejo de inferioridad que los hace envidiosos, gruñones, picajosos, iracundos  uno por uno, pero inexplicablemente  resignados, sumisos, pelotas  y alienados como resignada colectividad. Y, ay, del que no cumple y honra el estereotipo pactado  con el apretón de manos del poder, e inoculado a los mindundis por  la misma gracia de dios que hace a los caciques caudillos  y reyes de España , que a ése no se le perdona una.

Concretamente en España ya hemos tenido y padecido suficientes lecciones de lo que significa el patriotismo de apego ansioso a una identidad fundada exclusivamente en el territorio y su dominio a lo bestia, no por parte del pueblo que jamás se ha comido una rosca poderística y mucho menos soberana. Sólo con los ejemplos del Imperio, la corona, Falange Española, los Requetés, los golpes militares, 40 años de mili franquista sin rechistar y cantando el Cara al sol y Prietas la filas en la escuela, y la reacción alérgica de la ETA o Terra LLiure, debería bastarnos para escarmentar y dejar los malos hábitos y adicciones tan perniciosas como viejunas, paralizantes y creadoras de conflictos más propios de una combinación letal entre el Stratego, el Cluedo y el Monopoly que de una democracia seria y digna de tomarse en cuenta en el siglo XXI. 

Está clarísimo que Gibraltar es geológicamente un pedrusco estratégico del territorio español, que si hubiera seguido en manos políticas de España ahora mismo sería un caladero turístico para que los británicos visitantes hiciesen balconing en medio de la cogorza, pero que desde el siglo XVIII, en pago a Inglaterra por su ayuda para echar a los franceses, se vendió, como Menorca, a la antaño Pérfida Albión de nuestras pesadillas post imperiales. Fue una transacción entre monarquías, en la que el pueblo español estuvo al margen, como siempre, ya que como en toda monarquía ad hoc el pueblo se limita a ser eco de vivas al rey y carne de cañón para defender una patria que en realidad no es suya sino del rey y sus validos que la compran y la venden a su soberano interés sin que el pueblo tenga que enterarse de nada, que total solo está para pagar tasas, hacer bulto en los desfiles y pagar los platos rotos de todos los tiempos, ya sea con Godoy, con Espartero, con el pp o con Aznar, González, Sánchez y Borrell. ¿No te suena esto Iñaki, amigo, como una repetición del mismo dèjavu de siempre? A mí sí. Tengo que confesarlo. Mea culpa ( y si la culpa no quiere mear y prefiere cagarla apoyando entuertos, allá ella, para eso está el libre albedrío culpístico).

Me pregunto si España reivindicaría Gibraltar con tan recurrente obsesión, si ese pequeño enclave fastidioso no fuera independiente, con españoles territoriales muy espabilados, incorporados a la Commonwealth, que hablan inglés y dicen viva la reina en vez de viva el rey (como Casado) y signifiquen hasta una especie de aval respondón para Catalunya.
Lo que tienen esos territorios chiquitos pero matones, como Gibrlatar, es que mayormente  desautorizan los prejuicios patriotas del poderío obsesivo y los lugares comunes en el rajoyano silogismo del "hacer lo que hay que hacer y no she hable másh".
Seguramente en vez de tanto rebombori, lo más acertado sería un referendum en Gibraltar, que el pueblo decida de una vez por todas a qué palo arrima su vela y yastá. Unas democracias serias y creíbles como Inglaterra y España (tan republicanas ellas) no deberían hacer de este asunto un problema. El pueblo es soberano y el pueblo decide como quiere ser gobernado. El pueblo en democracia debe hacer y votar las leyes de común acuerdo. Y más aun si Europa ya es un ante-proyecto federal de estados soberanos y mancomunados y si los estados son asunto de sus habitantes, es evidente que ni Londres ni Madrid deben tirar del territorio y su pueblo como las madres del niño en el Jucio de Salomón. Y que la madre verdadera deje al chiquillo vivir porque le quiere de verdad y respeta su vida. Da igual que con quien viva si él está bien.

Querido Iñaki, cuando el interés por el bien común es soberanía universal, las patrias como  banderín de enganche, sobran y, frecuentemente, estorban e impiden el curso hermoso y sano de la vida. La patrias unen obsesiones pero separan y dividen a los seres humanos. Al himno de la Internacional Socialista me remito. Las utopías dejan de serlo cuando se trabaja para que así sea y no nos resignamos a vivir sometidos eternamente a la maldición de una Momia, que nuestro miedo convierte en tabú y dota de un poder que no tiene si no se le da.

Para que no se nos olviden ciertas cosas ahí va un necesario repasito:

            
Arriba los pobres del mundo
en pie los esclavos sin pan
alcémonos todos al grito
¡Viva la Internacional!

Removamos todas las trabas
Que oprimen al proletario
Cambiemos al mundo de base
Hundiendo al imperio burgués.

Agrupémonos todos
en la lucha final
y se alzan los pueblos
por la Internacional.

Agrupémonos todos
en la lucha final
y se alzan los pueblos con valor
por la Internacional.


El día en que el triunfo alcancemos
ni esclavos ni dueños habrá
los odios que al mundo envenenan
al punto se extinguirán.


El hombre del hombre es hermano
derechos iguales tendrán
la tierra será el paraíso
patria de la humanidad.


Agrupémonos todos
en la lucha final
y se alzan los pueblos
por la Internacional.

Agrupémonos todos
en la lucha final
y se alzan los pueblos con valor
por la Internacional.

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