Así acaba la noche más larga:
Esta bellísima e inspiradora fotografía de Joaquín Araujo me invita a hacer algunas reflexiones acerca de este momento temporal.
Toda oscuridad acaba amaneciendo en la naturaleza y en el alma humana; la naturaleza lo sabe y simplemente,deja que suceda, en cambio, para el alma humana la tarea es más difícil porque la naturaleza no tiene ego que prolongue las tinieblas y se invente luces de pacotilla. Y el alma sí.
Por ello debe convivir y educar un ego que se las trae. Y para esa tarea necesita despertar y desarrollar una herramienta imprescindible: la conciencia del yo al nosotros. De lo singular a lo plural. El bien común que nace del bien individual inteligente en expansión. Cuando lo consigue se libera y entonces naturaleza y alma humana son la misma energía cooperando en la creación, en la armonía común y en la belleza del mundo que es la manifestación de lo que llaman Dios y es mucho más que un dios o una explicación cosmogónica. Es la conciencia experimentable y el alma inteligente del Todo que respiramos y nos respira. Poesía. Música. Danza. Alimento. Amor.
La navidad es una manifestación natural del deseo y la necesidad humana de nacer a ese estado despierto y lúcido que regenera la vida; por eso se celebra en el solsticio de invierno desde antes de la era cristiana. Sin embargo una cultura espiritual tan pobre como la nuestra ha orientado y reducido la experiencia de ese acontecimiento cósmico con otro registro mitológico y celebra una fiesta a la altura de su estado evolutivo: el consumismo enloquecido y las reuniones para comer y acercarse más unos a otros durante unos días al año, acercamiento que suele ser bastante menos dulce y mucho más tenso y melancólico de lo deseable; es algo incomprensible hasta desde el punto de vista de los cristianos, celebrando en una fecha prestada por las saturnales romanas, el nacimiento de su inspirador, Jesús el carpintero (del que se sospecha por datos históricos que posiblemente nació por Marzo) que eligió y recomendó sin cesar la pobreza digna y solidaria, la justicia de la compasión, independizarse de la imaginería del ego y la sencillez como forma de vida. Un mensaje que a partir del siglo IV cambió de onda y se pasó a todo lo contrario para enmendar la plana a un hijo de Dios tan raro que no era fiable ni serio que se llamaba a sí mismo "hijo del hombre". Y claro, como muy bien explica el Gran Inquisidor de Dostoievsky, hubo que enmendarle la plana en cuanto se pudo y rediseñar su iconografía desde el lado Dark Vader y Pantocrator fashion de las religiones de siempre, que es el que parte el bacalao de los poderes y de los teneres. O sea, lo de ahora.
Por todo ello y con toda la energía y el deseo del cambio imprescindible: ¡Feliz Navidad!
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