Ni Valle-Inclán, ni Miguel Mihura, ni Chiquito de la
Calzada. No hay escritor ni cómico capaz de imaginar la actuación de
según qué políticos y periodistas españoles durante estos días de agite
informativo sobre temas urbanos. Han sido muchas cosas que se han
contado como si fuesen distintas aunque en realidad todas van de lo
mismo: de un modelo que sólo puede acabar... o acabar con nosotros.
Lo que nos hemos reído con Esperanza Aguirre y sus mamandurrias por la Gran Vía, su artículo con argumentos de movilidad otro siglo y su paseo con Carromero
por el carril bus que tanto le gusta bloquear, siempre con los micros y
las tribunas abiertas para dar voz a sus delirios. El despiporre
también lo de Ciudadanos, escribiendo en prensa y redes sociales
sentencias en contra de su propio programa electoral.
Fantástica, por supuesto, la labor de los medios de siempre,
ignorándolo todo sobre las tendencias de movilidad en el siglo XXI,
desconociendo el significado del concepto de urbanismo táctico, calificando de fallida
la acción sin aportar ni un solo dato y destacando en portada a don
Florencio, ese entrañable comodín del asociacionismo reaccionario que nos ha tenido que desenmascarar un dibujante, Mauro Entrialgo.
Pasada la tormenta del puente, vamos viendo datos y sabiendo que hemos respirado menos porquería, usado más el transporte público,
mejorado casi seguro —de esto aún no hay números— el rendimiento
comercial y, en general, vivido mejor. Otra vez, la ciudadanía
demuestra que sabe hacer ciudad a pesar del ruido en contra de muchos de
los que administran la cosa pública.
Porque nada más
quitar las vallas azules de la Gran Vía, como si estuviera en la pole
para la tradicional carrera de las rebajas de enero, la vicepresidenta pasa y para por ahí para comprarse unas camisetas un lunes por la mañana. Maravilloso ejemplo de educación para la ciudadanía, sí señora.
Puede parecer una anécdota pero no lo es. No es que vice viva aislada
de la realidad dentro del coche oficial, es que piensa que la realidad
le pertenece. Esta exhibición de porqueyolovalguismo sucede en el
momento en que su partido se ha retratado como defensor de un modelo
urbanístico caduco para Madrid. Ocurre, además, el mismo día en que
conocemos el rescate a las radiales por
parte del Gobierno, o sea, otro muerto de la burbuja inmobiliaria —como
el rescate a los bancos— que nos explota a todos menos a los verdaderos
responsables. Pasa justo cuando se sabe que Antonio Palacios está detrás de las cocheras de Cuatro Caminos y
se hace por eso más relevante y necesario el debate sobre la defensa
del patrimonio frente a la presión de los poderes económicos (debate al
que, por cierto, contribuye poco el gusto de la Cifuentes). Tiene lugar cuando aún resuena el jolgorio de las noticias celebrando la operación Resacón en Eurovegas 2.
Insisto: todo es lo mismo. Todo es la fuerza de un mecanismo montado a
base de incentivar la fabricación y venta de coches contaminantes para
llenar carreteras innecesarias y pagadas con nuestro dinero a pesar de
ser de peaje y cuyo destino son promociones inmobiliarias absurdas —lean
este hilo de
Nación Rotonda, por favor— que se van cada vez más lejos de la ciudad
sólo para complicar la movilidad, destrozar el paisaje y estropear la
calidad del aire y de vida de la gente. Todo y todos los que han
participado en el esperpento de estos días son parte del sistema, el
mismo sistema en el que se reconocía el domingo Cebrián a Evolé, el de
las constructoras, los bancos, la industria automovilística y, sí, los
grandes medios y los partidos políticos.
Como diría aquél, es el modelo económico estúpido (y la coma falta a propósito).
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