Desafortunadamente, dicen quienes vieron lo que sucedió que el coche -que apareció de repente y atropelló al ciclista cuando ya había atravesado la mitad de la calle- superaba holgadamente el límite de velocidad establecido para circular por ciudad. Los dos peatones, el ciclista y el automovilista infringían las normas, pero con una notable diferencia: solo uno lo hacía convirtiéndose con ello en un arma mortal.
Así, la pasada semana un valenciano perdió la vida de nuevo a causa del exceso de velocidad. Sin embargo ahora, cuando tanto se habla de movilidad en los medios, la noticia de esta tragedia no ha merecido ningún gran titular. ¿Cómo es posible que, cuando tantas páginas se dedican a polemizar sobre cada medida que se toma para pacificar el tráfico en València, la muerte de una persona no abra un profundo debate y ocupe decenas de titulares?
Me gustaría equivocarme pero me temo que es porque no encaja con el relato con el que, desafortunadamente, algunos están tratando de hacer política de baja estofa, aunque sea a costa de la seguridad de la gente. Contar que de nuevo un ciclista ha pagado con su vida la violencia vial con que algunos se mueven por nuestras calles sería reconocer que todo el esfuerzo dedicado a ridiculizar los intentos del Ayuntamiento de pacificar el tráfico y a fomentar la idea de que las bicicletas son el gran problema de la movilidad en esta ciudad, ha sido un grave error. Pero sería un acto de responsabilidad.
Porque desgraciadamente el caso del ciclista fallecido es un ejemplo, pero no es el único. Apenas unos días antes de este suceso, otra persona que circulaba en bici correctamente por el medio del carril izquierdo de la avenida Tres Forques fue literalmente arrasado por un motociclista que también superaba el límite de velocidad. Solo la fortuna quiso que no muriera y nadie excepto los implicados y sus familias sepan de ello. Otras veces, con más suerte todavía, las víctimas son árboles, marquesinas de autobús, y con menos, algunos pasajeros de un autobús obligado a dar un fuerte frenazo por la conducción irresponsable de algún conductor que se cree tan experimentado como para ignorar todas las normas y poner en riesgo la salud y la vida de los demás.
Esa es todavía una realidad en nuestra ciudad y no podemos cerrar los ojos ante ella. Desde la concejalía de Movilidad Sostenible podemos perfeccionar la señalización y nos dejamos la piel en ello a diario, pero nunca será lo suficiente para frenar a los irresponsables e incívicos infractores, que todavía, desgraciadamente, son el gran problema de la movilidad en València. Ignorarlo, poner excusas para legitimar las infracciones (cuántas veces hemos escuchado a algún irresponsable decir que «por esta avenida ir a menos de 50 es peligroso»), o silenciar la gravedad de este problema es un acto de grave irresponsabilidad y de profundo desprecio a València y sus habitantes. Centrémonos pues en hablar abiertamente de esta violencia vial y en acabar con sus autores. Para la política de baja estofa, que no es sino una burla a la memoria de sus víctimas, no cuenten conmigo.
Giuseppe Grezzi es concejal de Movilidad Sostenible del Ayuntamiento de Valencia.
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Valió la pena votar a Compromís en 2015 en las municipales y autonómicas. Es importante que el Ayuntamiento, la Diputación y la Generalitat gestionadas por un tripartito progresista y con conciencia esté gestionando la política y la economía. Que los concejales, alcaldes, y encargados de la Generalitat se preocupen y estén al tanto de lo que le pasa a la ciudadanía. Desde aquí, gracias a todas y especialmente en este caso, a Beppe Grezzi, tan fichado y perseguido por Rita Barberá; un regalo que Italia nos hizo y que nunca le agradeceremos bastante.
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