martes, 23 de agosto de 2016

Que los arbustos enredados no nos impidan ver el bosque


Vuelve a sorprendernos el vanguardismo vaticano, esa visión profética que le hace ir por delante de toda innovación, siempre tan puntera, con un paso al frente y diez hacia atrás...y con un efecto revolucionario e innovador que tumba, y, por descontado, imitando a Jesús de Nazaret en su valor y divina osadía, portando la antorcha del cambio de la humanidad con ese ejemplo arrollador en comprensión, sinceridad, humildad, pobreza digna y feliz, o sea, justa y generosa, eficaz y sana, con desapego de poderes, prebendas, status politicus et oeconomicus, tolerancia y respeto ejemplares ( de los que son verdaderos paradigmas seres de la talla de Escrivá de Balaguer, Rouco Varela o el mismo Cañizares, el obispo de Alcalá de Henares y tantos otros tal cual), flexibilidad, igualdad, honestidad y transparencia a punta pala. No nos merecemos ni estamos al  nivel de miras tan integradoras como las del clan de los altares y los inciensos ad hoc

La iglesia católica se supera a sí misma con una capacidad regeneradora que nos deja pasmadas. Sobre todo a las mujeres y a los niños y niñas, siempre tan bien tratados, respetados y venerados en esa sacra institución, empezando y terminando en la iconografía del Portal de Belén, obviamente. Como San José, la mula, el buey, los pastores y las ovejas. O el episodio de los Santos Inocentes y Herodes en olor de santidad esperando turno para ser beatificado cualquier día en que convenga lavarle la cara como ya hizo Ratzinger con Judas Iscariote, al cual, según, el insigne teólogo, debemos la redención, que nunca habría sido posible sin su generosa cooperación. En fin...Paloma García Ovejero se llama la hierofanta elegida, y teledirigida, para el transplante de no-conciencias. Están de lo más inspirado.

Dosmil diez y seis años avalan ese espléndido curriculum vitae, que se superó a sí mismo especialmente desde la señalada efeméride del 313 de la inenarrable "era cristiana" que ha hecho posible un sacro imperio universal que aún perdura y se regenera constantemente en el mismo compost, inoculado en la mismísima esencia de la globalización de todas las tiranías consumadas ahora en el último de los trust imperiales de la Historia: el de la pasta, el abuso perpetrado fundamentalmente contra los más débiles e indefensos, por cristianos muy demócratas, liberales y hasta socialistas pasados por el control de calidad pastífero-giratorio del forring office y en total armonía diplomática con el jefe de Estado Vaticano.

 Como mujer, como ex-católica y ex-cristiana, pero cada vez más jesusista-marxista, ácrata y libertaria por la gracia de Dios, me pregunto hasta cuándo dormirá esa conciencia colectiva que debería estar más que despierta después del tute que llevamos en el tiempo, espacio y demás circunstancias concomitantes, a cargo de la secta mejor camuflada de todos los tiempos: la católica, apostólica e imperial-romana. Un verdadero ejemplo de tocomocho universal basado en las componendas más devastadoras ajustadas a  cualquier época que se tercie por medio, por muy horrible que se presente.

Y me sigo preguntando hasta qué punto de degradación camuflada de "valores", pensará llegar la frivolidad, ya crónica, del clan de la sotana y del alzacuellos. Hasta qué punto pretenderá seguir aferrado a una superviencia contra natura, transmutando en poder absoluto su miedo "espiritual" a la extinción -como si miedo y espíritu fuesen categorías compatibles- y para ello  compartiendo el burdel de la infamia con todos los poderes del mundo mundial, cuánto más sucios, más lucrativos y rentables en todos los aspectos. No es de recibo, ni siquiera de una mínima coherencia intelectual y menos aún, ética. Aunque el enjuague vaya y venga envuelto  en jaculatorias, dogmas, moralina, bendiciones urbi et orbe y avemarías. Una mentira de dimensiones globales no se convierte en verdad por su volumen y frecuencia, al contrario, acaba por ser una enfermedad descomunal y degenerativa. Una patología social. Porque siempre lleva con ella el mismo estigma, tal vez agazapado en las fanfarrias de una Guardia Suiza o en la burbuja cuadrada de un papamóvil, que el mismo miedo anti-evangélico ha ido haciendo compatibles con el recuerdo manoseado de Jesús el carpintero de Nazaret, que si hubiese hecho lo mismo que sus pretendidos representantes plenipotenciarios sui generis, no habría podido impulsar jamás ningún cambio en la humanidad,cosa que  precisamente logró siendo coherente con su mensaje más abundante y persistente en los evangelios: no temáis. Quién se aferra a su vida, la perderá. Si el grano de trigo no muere no será posible la  espiga.  
No son mensajes suicidas, son el reconocimiento imprescindible del cambio mediante el desapego y la victoria sobre los miedos del ego, con el  que la humanidad sin evolucionar se bloquea y se engaña a sí misma, e incluso acaba en las mismas  garras de las que huye: las de la muerte, no solo física, sino otra peor aún: la de la conciencia, la del alma, que son el doble instrumento necesario para poder descifrar lo que esa secta llama "misterio" y que solo consiste en vivir la libertad de los Hijos e Hijas de Dios, -que son la humanidad entera, sin excepciones raciales, de casta, culturales o ideológicas- con el espíritu dentro de la materia y viceversa. O sea, para coordinar, regular y armonizar las dos energías que nos constituyen, hasta descubrir que son la misma esencia,manifestada en distinto nivel hasta conseguir la unidad en el amor, que no solo es un sentimiento, sino también el único programa de vida sostenible.
Claro, que eso no es teoría y se descubre a toro pasado, por la experiencia vivida y asimilada íntegramente, con el lote de acontecimientos de todo tipo que afrontamos queriendo o sin querer, gestionados desde la elección personal. La experiencia de Jesús solo se comprende y se asimila viviendo conscientemente, plenamente y con sencillez, y no solo rezando o en éxtasis pasmado mientras el mundo se va por la alcantarilla y uno se siente por encima; eso es mísera ilusión y estúpido autoengaño.
La experiencia de Jesús no es la escapatoria ni el amable escondrijo de los cobardes, sino el éxtasis de la vida en plenitud, que se genera afrontando la realidad desde la luz interna, desde la libertad íntima que nada ni nadie te puede arrebatar si tú no claudicas ante el temor o las lisonjas, es sencillamente la energía del amor que te contiene y que tú contienes dentro de ti y que fluye contigo en tu entorno, en todo y en todos.
Eso es lo único que cambia el mundo, porque primero, te cambia a ti, con tu propia colaboración y sin forzar nada pone a tu disposición las herramientas, los tiempos, los espacios, los encuentros y las convocatorias de la vida plena, que es plena, porque tú la llenas de sentido si eres ya sentido y conciencia. En realidad es el cumplimiento exacto en sus cambios, del principio de la bifurcación que explica el Nobel de Física Ilya Prigogine, o sencilla física cuántica, que se convierte en cualitativa, como ya entreveía Einstein. La evolución en positivo de nuestro mundo no sólo no es un imposible, sino el único futuro posible. Y no es cosa de ninguna religión sino una obra cósmica y telúrica del ser humano, que casi siempre, paradójicamente, se realiza a pesar de las religiones establecidas en vez de con su cooperación.

Sin embargo, para la secta católico-imperial esa evolución que Jesús, Buda, LaoTsé y tantos otros vinieron y siguen viniendo a recordarnos, no es posible, simplemente, porque significa que para ese cambio ella es el principal estorbo con su manía de sobrevivir una vez muerta e innecesaria, con lo que se ha convertido en una corteza durísima y tóxica que impide la regeneración del tejido nuevo. En eso radica la diferencia abismal entre el gozo y la liberación que produce vivir los valores evangélicos tal cual los vivieron quienes convivieron con Jesús, y el muermo derivado de la mediocridad que interpretó el mensaje a la conveniencia permanente de su negocio eclesial, del empeño de hacer vivir eternamente un montaje, que basado en una verdad, se ha convertido en el semillero de la mentira como supervivencia del brick, una vez perdido el contenido del mismo. O sea, vacío. 

Mucho me temo que ponerle tiritas a un cadáver no le va a curar sus males ni le va a devolver la vida que perdió hace 1700 años, a esa iglesia adoradora de su  propio ombligo al que llaman dios, como si fuera posible un dios infinito, bondadoso e inteligente y a la vez tan cutre como para manifestarse en semejantes tiberios y rimbombancias. Y tampoco es posible que mujeres despiertas, que como Mª Magdalena, se vayan encontrando por el camino con el Maestro/a en vivo y directo, encarnado en su prójimo, en los problemas por resolver entre la fraternidad sufriente, tengan interés alguno en ser nada menos que "ordenadas" en el patético desorden espiritual y, por ello, in-humano, de una iglesia más muerta que viva, ya por innecesaria, podrida y apestada a base de pederastias y negación de la evidencia con su homofobia y un machismo repugnante con que tapar sus miserias y por ser más un palo en las ruedas de la vida de los Hijos e Hijas del Hombre y de la Mujer y  celadora de viejos ritos sin fundamento ni sentido, refugiados en un dios imposible que es las antípodas de lo que ella misma pretende inculcar con su ejemplo antievangélico mostrado como ejemplo de vida y valores (¿?!¡) Más que una iglesia ha derivado en una auténtica aporía paradoxal. Su única y eterna verdad es su mentira constante y acomodaticia.

Aunque la mona se vista de Blancanieves, mona es y mona se ve. Ya está llegando el tiempo en que, como dice la Biblia, "ninguno tendrá que decir a otro: mira, ahí está Dios. Porque el mismo Dios, que ha puesto su aliento dentro de cada uno de nosotros, será reconocido dentro de cada uno" y en sus hermanos. El gran salto del yo infantil al nosotros adulto. O sea el amor sin enredos ni comecocos. Como aliento vital, élan vital lo llama Bergson. Y para eso, las religiones manipuladoras de mentiras, llenas de fanfarria y distracciones meapilas sin fuste, pero con miseria, concesiones interesadas a la injusticia real, y todo ellos envuelto en barniz pseudoespiritual a tutiplén, ya nos están sobrando.

Como siempre viene sucediendo en la evolución, habrá mujeres que buscando la igualdad de derechos con los hombres y obedeciendo a un esquema machista de poder y jerarquía, se empeñen en ordenarse, pero siempre habrá otras muchas que superen esa trampa saducea que pretende atrapar el alma femenina en moldes primitivos como si fuesen la panacea para conseguir igualarse al macho de la especie en lo más ínfimo, como ser soldadas, cabas, sargentas, tenientas, capitanas, coronelas o generalas. Monaguillas, sacerdotisas, obispas, canónigas, arzobispas, cardenalas o papisas. Unos roles tribales y esperpénticos a los que la cultura del macho gerifalte inclina y en los que atrapa a la peña mujeril, como status deseable y lejísimos de las aspiraciones femeninas de alta gama mucho más hermosas: como maternizar el mundo, dulcificar el Paleolítico emocional y el Neolítico espiritual en el que la humanidad lleva encerrada tantos siglos. Convertir la aspereza de la competitividad, la lucha y la violencia por destacar sobre los demás, en un  camino más amable y hospitalario donde encontrarse, dialogar, escucharse y comprenderse para poder construir juntas. Y salir por fin de la caverna de Platón para sentirnos como lo que de verdad estamos destinados y destinadas a ser: amor sin barreras y libertad en esencia ética y feliz. Poesía que respira, piensa y construye inteligencia, en realidad, cada vez más cerca de hacer posible una bien ganada felicidad individual y colectiva. Y no en modo milonga sermoneadora, amenazante, chantajista  y cutrísima.


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