En teoría la religión, como las ideologías políticas y la filosofía, deberían ser herramientas pedagógicas para desarrollar la conciencia de los seres humanos; en manos de dormidos se convierten en lavadoras y centrifugadoras de cerebros, en droga psicoemocional, y con el tiempo, en sectas controladoras para impedir, justamente, el objetivo original: el despertar de nuestra especie a un nivel verdaderamente humano.
En vez de eso, son la nana que nos canta el sistema del poder manipulador que se enriquece entretenido y enredado en los medios, para que nunca se consiga el fin, que es, exactamente, despertar y dejar de ser el combustible de una maquinaria autómata cruel y desalmada, que se ha inventado hasta una red de leyes justificadoras de su barbarie.
Así, la religión y la ideología se reducen a sectas, que veneran y adoran a hipotéticos fundadores -que seguramente nunca pretendieron fundar nada- mientras se hace lo contrario de lo que aquellos presuntos "maestros" hicieron.
Talmente tomando el rábano por las hojas.
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