martes, 30 de agosto de 2016

En las playas ya no se habla de política

El Congreso sitúa las votaciones de investidura en torno a las siete de la de tarde del miércoles y del viernes



No sé si les ha pasado, pero en casa este verano hemos hablado muy poco de política. Casi nada. Y lo mismo en la playa, en la piscina, de cañas con amigos o en reuniones familiares. Las pocas veces en que alguien sacaba “el temita”, se producía la típica espantada de fumadores a la terraza y de no fumadores al baño. Y si ponías la tele, cambiabas de canal a poco que asomase un portavoz político.
Qué diferente a los dos veranos anteriores, en los que no sabíamos hablar de otra cosa. No queríamos hablar de otra cosa. No había otra cosa de que hablar.
Verano de 2014: recientes la abdicación del rey y las Europeas en que irrumpió Podemos, recorría el país un aire fresco tras tres asfixiantes años de crisis, recortes y corrupción. La telepolítica ganaba parrilla en todas las cadenas, surgían nuevos protagonistas (Iglesias, Sánchez, Rivera), y en el paseo marítimo hablábamos con soltura del fin de la Transición y la inminencia de un proceso constituyente. ¿Lo recuerdan? Fue antes de ayer, pero ya da hasta nostalgia.
Verano de 2015: tras el terremoto de las municipales y los “ayuntamientos del cambio”, teníamos encima las Catalanas plebiscitarias, y en pocos meses unas Generales donde moriría el bipartidismo y todo era posible. Las tertulias no descansaron en agosto, y nosotros mantuvimos la pasión política todo el verano. ¿Desconectar en vacaciones? Ni hablar, quién quería perderse unos momentos tan decisivos para la historia de España.
Normal que el verano de 2016 nos pille ya cansados. Tres veranos de alta temperatura política no hay cuerpo que lo aguante, después de seis procesos electorales en dos años, con sus seis larguísimas campañas electorales y sus seis pactómetros del día después. Así que este año, sí, hemos desconectado en vacaciones. Aunque las tertulias televisivas han intentado mantener la tensión y los periódicos se han resistido al adelgazamiento veraniego, nosotros ya no queríamos saber nada del “temita”.
Ahora acaba el verano y no nos dan ni un día de tregua: en la semana más cuesta arriba del año, con el bajonazo de la vuelta al trabajo y el susto de los gastos escolares, nos reciben con una investidura “prescindible”, el mismo bloqueo institucional de hace ocho meses, y la amenaza de terceras elecciones nada menos que el día de Navidad. Lo poco que nos quedaba de pasión política, por los suelos.
Parece que esta es la vía elegida por la clase dirigente para resolver la crisis política española: por agotamiento.
Agotamiento de las nuevas fuerzas políticas, que a base de repetir investiduras y elecciones se van dejando las ganas por el camino. Pero sobre todo, agotamiento de los ciudadanos, que nos habíamos politizado peligrosamente, pusimos todas nuestras energías en la vía electoral y nos creímos que las cosas se podían cambiar votando, y que el multipartidismo y la regeneración traerían un nuevo tiempo a la anquilosada democracia española.
Si lo que quieren es que desconectemos, este verano lo han conseguido. Si pretenden desinflarnos, poco nos falta. “Qué coñazo”, “qué aburrimiento”, “qué hartura”, eran las respuestas cuando alguien preguntaba en el chiringuito por las opciones de Rajoy o la abstención del PSOE.
Pero si ese es el plan, dejarnos fuera de juego por agotamiento y que echemos de menos los tiempos del bipartidismo y el santo consenso, habrá que resistir, ¿no? El hartazgo no deja de ser otra manifestación de la profundidad de la crisis política. No digo que recuperemos la pasión del último verano, pero cuidado con bajar demasiado la guardia, que vienen curvas.

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