jueves, 6 de diciembre de 2012

La última tentación de Wert o ese toro enamorao de la Luna

Lo acaba de decir y se ha quedado descansando. "Soy como un toro bravo, con el castigo me crezco", palabra de Wert. Y debe ser verdad, porque antes de que lo confirmase personalmente, ya  venía despuntando la cosa taurina en este ministro, cuyas decisiones son una menestra incomestible y un caos monumetal. Como el coso taurino del mismo nombre. Sus últimas declaraciones continúan en la tónica surrealista del entorno rajoyano; esta vez  se acercan claramente a Muñoz Seca y a su ínclito personaje Don Pero, en la Venganza de Don Mendo, cuyo lema de Duque de Toro y bravo rezaba: "No hay barreras para mí y si hay barreras, las salto". Faltaría más, ¿qué otra cosa puede hacer un toro cegado por su bravura, que saltar a lo bestia cualquier obstáculo barreril que se le cruce, como los cables mentales, por ejemplo? Qué fuerrrrte, ¿no?

A decir verdad, la identificación del señor Wert con la familia de los bóvidos nos tiene sin cuidado; allá cada uno con sus fobias y sus filias, con sus tendencias particulares e incontenibles. Lo mismo nos da que se dedique a correr los Sanfermines delante de los mozos por la calle de la Estafeta para que lo encierren, como si le apetece que lo embolen con los cuernos en llamas en cualquier pueblo de la Comunidad Valenciana, tan afín al oficio "embolaor", como que se quede de tranqui, pastando por cualquier dehesa extremeña, salmantina o andaluza, que se solace en los chiqueros de la Maestranza o en la plaza portátil de Villamastuerzos de Arriba o de Cenutriejos del Arzobispo. Nos importan un rábano sus capacidades masocas, que cada uno se las componga como mejor le acomode. Banderillazo por aquí. Rejones por allá o estocada por donde se pueda, dependiendo mucho más de las habilidades del torero matarife que de la bravura del reo rumiante, calvoroto, zahino, werteado, entreveroso, muslifofo, cuernichungo y rabiliso. Allá él y su curriculum tarteso-cretense-goyesco.

Lo que verdaderamente nos trae de cabeza no es que se crea un toro bravo, sino que haya sido nombrado ministro de Cultura y Educación y además ejerza. Mucho mejor le hubiese ido un  ministerio de Ganadería, por ejemplo o una subsecretaría agropecuaria. No sé yo en qué puñetas estaría pensando Rajoy cuando le asignó esa especialidad ministerial, si ya sólo con verle salta a la vista su afinidad con el ramo de la bravura y el arranque tempestuoso, la idea fija contra el burladero de la escuela pública, la mirada obtusa hacia el capote grana y oro o hacia la senyera catalana, ese escarbar compulsivo de pezuñas sobre la arena de las reformas recortables, el desguace sangrante de la universidad, de la investigación y de cualquier atisbo pedagógico a favor de una educación inteligente con vistas a mejorar a la persona, al país y a la humanidad. 

Habría que exigir a los presidentes de Gobierno, por lo menos un par de masters en fisionomía para evitar estos errores de cartera ejecutiva. Porque la cara, el porte, el gesto y la palabra, tienen mucho que decir acerca de unas cualidades personales imprescindibles para ejercer cualquier cargo de responsabilidad social. O para evitar en lo posible que se acceda a él.
¿Qué se puede esperar de un morlaco temperamental y pertinaz al que le gusta el castigo? ¿Qué se puede esperar de un toro bravo en un despacho de ministro? Pues ni más ni menos que lo que está haciendo. Un desastre absoluto. Corre de un lado para otro, mira al tendido con vanidad altanera, bufa, da la vuelta, embiste, decreta y la pifia. Una tras otra. Rajoy desde la barrera aplaude. Merkel desde el palco presidencial, controla y mira para otro lado, por la wertgüenza ajena que produce el panorama. Ojos que no ven, bundesrescate que te llevas auf Tasche,( a la buchaca, en versión CIU, preferentes y Díaz Ferrán).
La plaza se revuelve al sentir las banderillas en el lomo de la dignidad y los derechos. Los maestros desfilan en traje de recorte y camiseta verde fosfi. Maestros con la alternativa tomada por oposición sudada y ganada a pulso. Años de trabajo y dedicación plena a la enseñanza que ahora corren el riesgo de irse por el desagüe de la torpeza y el pensamiento borderline. Debido los humores del astado que ha perdido el oremus o que tal vez nunca lo tuvo, por aquello de su latinofobia heleniforme, que le ha llevado a premiar a un grande de las lenguas clásicas mientras las borra del mapa educativo-lingüístico, y se niega a recibirle y darle un aexplicación lógica, que no está a su alcance, of course, cosa natural, por otra parte si se tiene en cuenta que el patrimonio del lenguaje nunca ha sido cosa de toros bravos que se crecen con el castigo, ni de vacas lecheras amansadas por el oficio lactador.

Y el evento del destarife sigue. Los alumnos tomando el graderío y tomando apuntes en directo de la historia de España; en primera fila. "Pero, profe, ¿Quién es el ministro?", "Pues ¿quién va a ser, Jonathan Kevin? el toro, el toro que ves ahí, bravo y fiero como él solo" "Jo, que desastre ¿no?" "Pues sí, hijo, sí, pero es lo que hay cuando se gobierna con sentido común y como Dios manda" "Pues menos mal, profe...porque sin sentido común y sin que Dios mandase tanto, a lo mejor el ministro no sería un toro sino una lechuga o una chirivía. O pocoyó" "Mirad, chicos, vámonos, que este espectáculo no es para mayores de siete años. Coged los bártulos que nos vamos a dar la clase en el parque, haciendo encuestas a los jubilados, a los farmacéuticos, a los parados,a los sanitarios y médicos, a los desahuciados y a los dependientes, para que vayáis abriendo boca pensando en qué lugar del Planeta querréis refugiaros antes de que España se cabe de hundir entre cornadas a traición y estocadas represivas a cargo del primer infiltrado que se tercie o de cualquier ministro del ramo que se ralle y se empeñe en ser la reencarnación de Islero, el toro de Miura que mató a Manolete. O Terminator, de la ganadería brava de Wertzas que se está cargando la enseñanza pública en favor de la privada, sin que ningún torero consiga rematar la faena y cortarle los trofeos correspondientes, en este caso, los humos y la tontuna, para dar la vuelta el ruedo y salir en hombros. ¿Sabéis que os digo, chavales? que mucho mejor el parque.  Así que, andando.
¡Esto sí que es vivir para wert!"


Nota ilustrativa.
Como variaciones sobre el mismo tema, se puede optar, dado lo inspirador de las circunstancias, a la modificación del título de la obra: en vez de "Mi toro nevao", se puede cantar como "Mi toro negao", un ligero matiz cambiante que ilumina y resalta el valor de la pieza maestra, adaptándola a los tiempos actuales, con la pericia adecuada, a la no-cualidad del protagonista: el toro bravo a destiempo y fuera de tiesto ocupando nada menos que un ministerio de Educación y Cultura. Y que conste que no es ninguna figura retórica en plan hipérbole, sino una confesión real del propio protagonista.

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