martes, 4 de diciembre de 2012

El PSOE, ese huérfano de hijos naturales


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¿Qué rumbo ha de seguir el PSOE?



Los ciudadanos se preguntan, nos preguntamos, ¿qué le ha pasado al PSOE? Era la fuerza política más votada. Tuvo en sus manos la voluntad de todos. La posibilidad del equilibrio, de la cordura solidaria y del respeto, de la eficacia y de la justicia. Toda la esperanza y todas las posibilidades. España estaba harta y convaleciente de una historia pésima, aplastada por una herencia inacabable de vicios sociales, de carencias, de caciques ex cathedra, de analfabetismo social, político y cívico. Ético. Harta de estar sometida por las vísceras al principio automático de acción-reacción, de pisoteo, opresión, miedo, sumisión, rebeldía, represión y otra vez miedo y sumisión...una enfermedad crónica que se hizo callo en   la conciencia de todos, a base de caminar tantos siglos y tanta historia con los peores zapatos imaginables: la miseria, el orgullo y el rencor. Una combinación terrible. Porque los tres ingredientes se retroalimentan cuando no hay madurez que los recicle y los canalice hacia otros horizontes mejores.

En ese estado de anulación y también de desgaste, acabó la dictadura. Las nuevas generaciones que no habíamos vivido la guerra ni presenciado la aniquilación de la república y la masacre de todos, no teníamos miedo y estábamos dispuestas a evolucionar para pasar página, para mirar de frente nuestras carencias y nuestras cualidades. Para reinventar otra España. Y así descubrimos el PSOE, que era, justo, lo que todos deseaban. Una socialdemocracia europeísta, en ese aire Willy Brandt, Olof Palme, Sandro Pertini o Mitterrand. No un comunismo revanchista ni violento ni duro y lleno de aristas obsesivas, leninistas y rabiosas. Queríamos un Estado con vocación social, de diálogo, abierto al futuro y sin miedo al pasado, que nos ayudase a construir un presente de paz, de entendimiento y de solidaridad, donde la cultura y el respeto fuesen los raíles del nuevo tren.
Pero PSOE creyó que ese tren se limitaba al AVE. Y como en una perfecta metáfora ideológica, fue eliminando estaciones y líneas de ferrocarril, dejando aislada la vida del camino, incomunicando y apartando y ninguneando los pueblos, a los campesinos, a los artesanos, a los madereros y cuidadores de los bosques. Así consiguió que aumentase la producción de coches, de créditos para comprarlos y que se multiplicase la inmigración hacia las ciudades, que lo que funcionaba dejase de funcionar para "modernizarse" y dejar sin cobertura al campo, a las energías básicas, a la vida misma. Sólo si un presidente autonómico, por su cuenta, decidía crear universidades, fomentar la cultura y los recursos en los pueblecitos, eso era posible, como fue el caso de Castilla La Mancha con Bono. Un milagro, que los manchegos inmigrantes en otras comunidades reconocíamos en cada viaje de vuelta a las raíces. También sucedió en Andalucía y en Extremadura. Pero eran casos sueltos. El Estado no funcionaba así.

El Estado no sabía. No construía sociedad. Sin bases éticas, como la España vieja y acartonada, pero maquillada de Carmen de Mairena y de ministro Boyer, se recreaba en la fanfarria triunfalista como hizo el régimen anterior. Era un nuevo rico entretenido y enredado en caerle bien a la Europa amiga. Se deleitaba en el automarketing. En el autobombo. En los viajes de Marco Polo, pero sin el ingenio de aquel viajante de comercio medieval. No había valores ni fondo. Sólo formas. Sólo el look. Si rascabas en el discurso del Presidente, no quedaba nada cuando saltaba el barniz de la oratoria. La Expo. Las Olimpiadas. El esplendor del IMSERSO. Las subvenciones a troche y moche, sin discernimiento alguno. La oda al porro, por parte del sabio Tierno Galván, mientras Proyecto Hombre se las veía y deseaba para recoger los trozos de juventud hecha papilla por la droga. El PSOE se había subido a su ala delta y era incapaz de poner los pies en el suelo. Nicolás Redondo lo tuvo muy claro y salió de su escaño en cuanto vio el panorama y a qué clase sacamuelas retórico había investido el congreso de Suresnes. El socialismo español se estaba convirtiendo en un referente cervantino calcadito: el patio de Monipodio. Sevilla. Rinconete y Cortadillo a cargo del gobienno d'Ehpaña...Una corrupción sin tregua nos levantaba cada mañana en las noticias. Iñaki Gabilondo. Cómo olvidar su denuncia y su sentido de la realidad, rescatando la ética y el rostro humano de la política, de la economía, de la noticia. 
Por supuesto que sería injusto meter a todos los socialistas en el mismo saco. Hay muchos más socialistas honrados que corruptos, pero suelen ser los corruptos y los intrigantes los que "hacen carrera" y marcan el paso institucional. 
Felipe cayó aplastado por su propio ego político-demagógico. Y arrastró consigo al partido socialista. Aznar y sus torpezas megalómanas.después de ocho años de vivir en Reaganlandia, hicieron que otra vez los españoles se volviesen al PSOE con un s.o.s. de angustia y miedo. Y llegó Zapatero. Otro cantar muy distinto. Humilde y escuchador. Noble e incapaz de corromperse. Con ganas de cambios y de abrir nuevas vías, como la de la paz y el regreso de Irak. Como la preocupación social y las mejores intenciones. Como el fin de ETA. Sin apego al poder. La Ley de la Igualdad, de la dependencia, la Educación para la Ciudadanía. Las energías alternativas. El ejército profesional y la desaparición del servicio militar obligatorio. Creando la mejor etapa en los medios públicos de información. Eliminando las manipulaciones informativas y aportando una transparencia y una libertad que sus enemigos -a los que él no veía como tales- usaron contra él. Hasta el punto de aniquilar su bienhacer. Le fueron aislando, hasta dentro del propio partido. Pronto hicieron que se olvidase su transparencia y su eficacia. Fueron minándole la credibilidad. Envidias e intrigas le hicieron perder el hilo europeo en la gestión de la crisis, en vez de apoyarle frente al eje Merkozy y propiciar una unión europea de damnificados independientes, con su euro y su futuro. Ha sido, con Suárez, el único presidente del postfranquismo, que ha gobernado desde el primer día, porque tenía un programa ya preparado. Todo eso parece borrado por el propio PSOE. 

Y por eso me dio vergüenza ajena contemplar la momia corrupta de Felipe González inciensada en olor de santidad, mientras el más honesto, el mejor y más decente presidente que, con Suárez hemos tenido, se quedaba reducido a comparsa como un suspiro irreal entre el viejo politicastro y el pusilánime y majete Alfredo P. Rubalcaba. Una pena de socialismo. Un dolor. Mientras los autores de la crisis, los defraudadores de esperanza de justicia y dinero, se ocupan de desmantelar el estado y la dignidad de España, gracias a esa prevaricación ideologíca e inmunda con que el PSOE sin norte ni rumbo, trata de lavar la cara al Dark Veider monipodio fashion. Una cara de cemento armado, que su dueño no tiene el menor inconveniente en maquillar y que su partido no ha tenido la lucidez de mandar al trastero de la discreción y el silencio. 
No es nada extraño que los millones de ciudadanos españoles que no soportan al pp, se sientan cada vez más lejos de ese trust del flotador pseudosocialdemócrata a piñón fijo en medio del oleaje, rascando sólo su glamour imposible de un Titanic social, en un mundo tan distinto y en tan veloces cambios que ya lo han perdido de vista. Ni tampoco que se sientan defraudados y, como Marco, el personaje de Edmundo De Amicis,  buscando a su madre-guía,  más allá de tales referencias. Refugiados en asambleas de barrio, poniendo en marcha bancos de alimentos, de tiempo y de prestaciones a su aire, escuelitas vecinales e independientes para niños que no pueden pagarse el tupper diario, inmobiliarias gratuitas, trueque frente a derroche, protección y asesoría a los expoliados de sus casas frente a la delincuencia bancaria y su gobierno protector y vasallo. Y -¿por qué no?- felices también en medio del caos, por poder experimentar la condición de humanos, de compañeros de camino, de cercanía solidaria, que acrecienta la esperanza en el cambio cada vez más real de las conciencias y de los valores. 

El PSOE, para volver a ser el PSOE, tendrá que refundarse y refundirse, dejar a Felipe González & company en el olvido práctico y en el recuerdo terapéutico, para que no se vuelva a reproducir. Nunca mais, como el chapapote. 




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