lunes, 13 de febrero de 2012

SUS SEÑORÍAS SE OFENDEN

"Al rey la vida y la hacienda se han de dar
pero el honor es patrimonio de alma
y el alma sólo es de Dios"


Calderón de la Barca ("El alcalde de Zalamea")





Con esa entrada del drama escénico de Calderón, puesta al día en su significado más profundo e intemporal, quiero reivindicar la libertad de conciencia y de expresión ante cualquier poder de este mundo. Incluídos los tabúes religiosos, militares, sectarios, ideológicos, políticos, económicos, consuetudinarios y judiciales.

Recuerdo episodios tenebrosos de mi infancia, cuando los pobres mendicantes de la postguerra se secuestraban en las cárceles para no "ofender" con su presencia la conciencia culpable de la sociedad derrotada, fuese cual fuese el bando en el que militó. Las guerras civiles nunca las gana nadie. Las pierde la ciudadanía y las fagocita la crueldad mientras enriquecen a los que sin escrúpulos hacen de ellas un negocio o una trepa social. Y no se acaban con la "paz" forzada ni con el "olvido" prêt-a-porter. Pueden durar siglos. Ya lo estamos viendo. 
A los pobres de entonces se  les regulaba gota agota, como una vacuna,  para que no hubiese inflación de pobres. Al pobre de solemnidad se le obligaba a respetar el "orden". Es decir, debía ser un pobre obediente y sumiso. Limpito. Sin casa. Sin agua. Sin jabón. Sin ropa. Sin comida. Pero eso sí, limpito. Se podía lavar en las fuentes públicas, teniendo la precaución de hacerlo cuando nadie le viese y menos la policía. Se le forzaba a aceptar una casa generosa que le "tocaba" cada día de la semana en el reparto de "lo que sobraba", fuesen los restos de la cena del día anterior o el pan duro que ya no se le daba a las gallinas, porque en la ciudad no había gallinero familiar. Es cierto que en casa de mis padres se les daba lo mismo que se había cocinado ese día para todos. Se les reservaba un plato caliente, pan del día y una fruta o dos, para poner en la lata que él mismo entregaba para recibir la comida. Seguramente otras familias también lo hacían así, pero no todas ,a juzgar por lo que contaban los propios pobres asombrados por la calidad y las condiciones de lo que recibían.
O sea, cada día del año aparecía un pobre determinado en la verja  del jardín. "Anda, niña, dile a tu mamá que está aquí el pobre de los lunes" o de los martes o de los viernes. Daba igual. Los domingos no había pobre, porque tenían permiso para pedir en las puertas de las iglesias a la entrada y salida de las misas.  La caridad bien entendida empezaba en la exhibición del pobre diario y terminaba en la limosna dominical que abre las puertas del Paraíso aunque cierre las entradas a la misericordia real, a la justicia más elemental y al sentido del bien común. Es el lavado de cara y el maquillaje del fariseísmo social. 

Pues estamos lo mismo y parece que nada haya cambiado en lo que se refiere a la justicia como institución limosnera.
Después del espectáculo patético y vergonzoso del linchamiento de diseño a un magistrado intachable, como el juez Garzón, por "defectos de forma" y la absolución "porque sí" al corrupto evidentísimo, Francisco Camps y sus adláteres, que estaban siendo investigados por ese magistrado con el resultado total de unas escuchas vergonzantes para toda la sociedad, sus señorías se ofenden cuando la ciudadanía protesta y no comprende tal maraña de injusticias amparadas en las trampas "legales" que condena las pruebas del delito y a quien las ordena, pero exculpa al delincuente y su trama corrupta. 

Veamos. Sus señorías creen que pueden hacer de su toga un sayo y de las togas imputadas un andrajo o una spontex para ir recogiendo inmundicias que se esconden bajo las alfombras del tejemaneje. Y además pretenden que los ciudadanos que han seguido paso paso ambos juicios, que han visto y escuchado en directo, bendigan la condición "sagrada" de esa "justicia". 
Seguimos como hace sesenta años. Escondiendo las vergüenzas detrás de las pretendidas e inexistentes "virtudes". Absolver al ladrón y condenar al policía que lo descubre siguiendo el rastro del delito. Porque le ha "espiado" . Si a la investigación policial y judicial se les prohíbe investigar con los medios normales ¿cómo podrán cumplir con su deber? Y otra pregunta, señorías, si los imputados corruptos no hubiesen sido políticos ¿cuál hubiese sido el "tratamiento" aplicado al mismo método de investigación? ¿Saben sus señorías que el corruptísimo Berlusconi ha perseguido y atacado a la justicia de su país por lo mismo que ustedes han condenado a Garzón? 
Queridas señorías, lo que ustedes llaman "acatar" lo han convertido en un vergonzoso "soportar". Aunque se haga el paripé oficial de la obediencia, nuestras conciencias y nuestra decencia ciudadana no  pueden aceptar un atropello semejante , además, amparado en las trampas de la Ley. Ustedes mejor que nadie conocen que quien hace la Ley hace la trampa. Y ¿cómo llamar al fenómeno que se produce cuando una sociedad tiene suficientes ciudadanos más despiertos que sus legisladores, juristas y gestores políticos? La imposición tiránica nunca puede oscurecer la conciencia despierta;  esa imposición carece de fuerza moral e impulso ético. Está desfasada. Descafeinada. Mohosa. Como la Constitución. Como el bipartidismo. Como la corrupción salvaje y suicida de la especulación que sale indemne de los tribunales y carga de cadenas al magistrado que la investiga. 
Ustedes pueden ejercer el poder y la presión. Pero la Justicia Real es otra cosa. Habla en otro registro, se explica a sí misma mucho más alto y claro y significa mucho más de lo que ustedes le atribuyen. Ni es ciega ni es un árbitro robotizado y mucho menos parcial. Es precisamente la Justicia como imperativo categórico, como valor indestructible, la que les denuncia y les señala con el dedo de la Ley. De esa Ley que está por encima de las "leyes" acomodaticias que se utilizan a gusto del legislador. 

Una sociedad que esconde y regula la miseria histórica y no se atreve a mirarle a los ojos y a resolverla para siempre con la justicia, el reconocimiento de la verdad evidente, el perdón  y la concordia para TODOS, es una sociedad desastrosa, señorías. Como lo era aquella de hace sesenta años que nos traía a domicilio a los pobres, lavados, planchados y almidonados por la miseria institucional. Porque la categoría de "Institución" no es un abracadabra que consiga por arte de magia que una desvergüenza se convierta en paradigma. La Justicia, el gobierno, el parlamento, la monarquía,  en general son el reflejo de los hombres particulares que las piensan y las administran. No un tótem donde refugiarse ni una alfombra bajo la que esconder lo barrido.
Es lamentable reconocer y comprobar que la transición fue un sueño desvanecido, una tapadera para ocultar al monstruo en la bodega del miedo. Que la democracia es un cuento chino que nos contaron para fingir un cambio que no se ha podido hacer. Una muerta prematura y alevosa. Y son ustedes, señorías, quienes en estos días le han dado el tiro de gracia y le han hecho un penoso y esperpéntico funeral. Al que asistimos millones de españoles, forzados y acatando una comunión impuesta por obligación con ruedas de molino.

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