jueves, 23 de febrero de 2012

RAJOY



Hay personas que con tal de sentirse jefes de algo son capaces de cualquier cosa. No consiguen verse a sí mismos, se pasan la vida devolviendo la pelota que les llega, sin hacer jugada ni movimiento alguno para variar la mejoría de las cosas. Sólo acogen y devuelven la pelota de turno sin añadir al juego la posibilidad de avanzar. Con personajes de tal estilo, el mundo no habría pasado todavía de la cultura aziliense. No está mal que estén ahí, mientras no se empeñen en ponerse a la cabeza de cualquier iniciativa. De colocarse como árbitros o como referencias de liderazgo. Un lider, además de ser una buena persona, necesita más cualidades. Nadie discute, por ejemplo, que Rajoy sea un hombre bueno, sensible y sensato, a su manera, por supuesto. Quizás como registrador de la propiedad, que es su profesión, sea impecable. Porque a un registrador le basta con cumplir su horario de trabajo y hacer de "notario" en el catastro. Pero a un país en dificultades muy serias no le basta un buen registrador de la propiedad aunque se prepare buenos discursos de arenga. O viaje de acá para allá haciéndose fotos en la puerta del 10 de Downing Street o en las columnatas del Eliseo pidiendo soluciones que se le deberían ocurrir a él y a su equipo.
Hay muchos frentes abiertos en España y en Europa. Y no se puede ir eternamente de acólito de alguien cuando se ha querido "liderar" el país y formar parte del equipo que intenta sacar a flote el europroyecto. Ya no valen las viejas soluciones, porque lo que vivimos es nuevo. En este caso la historia no nos sirve demasiado, si no es para recordarnos que no tiene ni hay recetas mágicas, porque ni los tiempos ni las personas, ni la civilización son los mismos. Es como una carrera de relevos, el testigo es el mismo, pero ni los corredores ni el trayecto coinciden ya. O sea que la mentalidad tardofranquista-dictatorial que Rajoy y sus sostenedores siguen practicando, ya no sirve para nada. La conciencia de los ciudadanos ha pasado el Rubicón de la eterna infancia que necesitaba padres-amos a lo largo de siglos. Las "caenas" de la restauración borbónica totalitaria del primer XIX. Y es mucho más fértil y rica que sus ancestros. Hay que tenerla en cuenta y apoyar su visión de futuro en vez de reprimirla. Más bien, el equipo retro debería darse un honesto repaso analítico y comparar lo que ofrece con lo que se necesita urgentemente para reconstruir lo válido que queda de lo viejo e inventar y poner en marcha lo nuevo imprescindible.
Rajoy debería escuchar en vez de ir aplicando las ideas aprendidas de memoria de sus maestros antepasados que ya son inaplicables. Rajoy cuenta, si quiere, con un potencial cívico de una categoría espléndida. Ciudadanos que saben lo que quieren y lo que no pueden permitir. Y ese germen de inteligencia social es un suicidio político desperdiciarlo.
Rajoy, si no estuviese limitado por el registrador que lleva dentro, debería abrir el parlamento y ayudar, por medio de leyes, a que los ciudadanos colaboren con sus ideas y sugerencias, organizados en grupos de reflexión, como asesores vivos que cooperen con los poderes legislativo y ejecutivo a convertirse en miembros útiles de la sociedad y dejen de estar considerados como parásitos de partidos políticos que el sistema impone pero que nadie desea seguir alimentando ni subvencionando puesto que demuestran continuamente que no pueden cumplir lo que prometen ni están a la altura de lo que deben gestionar. Pero claro, cuando un individuo lo que persigue es "llegar" a la cúpula del poder y sentirse "alguien", adorado y publicitado por su camarilla, que a su vez no ha conseguido algo mejor que vivir a su servicio, no hay forma de que pueda darse algún paso acertado. Sólo tanteos. Titubeos. Escarceos con los más carcas y los más progres. Aplicación de recetas pre-keynesianas. Una especie de Martínez de la Rosa, aquel fluctuante "Rosita la pastelera" que no consiguió absolutamente nada en el poco tiempo que gobernó, sino marear al personal que ya estaba bastante alucinado y harto con las revueltas, las proclamas, los reyes-pegatina como Amadeo de Saboya, el furor republicano, con los carlistas y los isabelinos a la greña. Quevoy quevengo, que no me arriesgo porque no me aclaro, pero es que mi catecismo particular no me dice como debo seguir, porque mi "modelo" nunca tuvo que afrontar nada parecido.
Es el drama de Mariano o el marianodrama. Un subgénero escénico que no sabemos muy bien como va terminar, porque tampoco tenemos muy claro que haya empezado. De momento está repitiendo la obra anterior, con estrambote como los sonetos de réplica. La de Zapatero en sus últimas boqueadas.
Así que de momento, el gobierno vivo y consciente está en las plazas y en la calle. En los ciudadanos que se asocian e inventan formas de ayudarse a salir de un desahucio o de un impago o de una necesidad urgente, hacia la transición real antes de que llegue el "corralito" y les pille en tanga. O de una reclamación justa y necesaria. No porque se manifiestan e incordian, sino porque impulsan su barrio, la ciudad, rutas de diálogo, ideas, acercamiento, civismo, apertura y democracia. Calor en medio de un desierto helado lleno de barbies y de kents, que no saben muy bien de qué van en cuanto se les saca del escaparate y de la exhibición electoral. No hay maestría, no hay entendederas, no hay nada detrás de las urnas de cristal y de tongo bipartidista. No hay pluralidad. No hay nada. Por eso hay que construir lo que no hay. Como ilusionistas de la solidaridad ir sacando el día a día de la chistera de la inteligencia y del amor, que son valores no cotizables en bolsa, por fortuna. Amor. Sí, esa fuerza única capaz de encender lo muerto, como canta Silvio Rodriguez.

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