lunes, 27 de febrero de 2012

La moralidad del dinero y de la empresa

Nos han enseñado durante generaciones que la moral era cuestión de barniz social, de asistir los domingos a misa de doce, de no escandalizar al personal con conductas disolutas, sobre todo en lo tocante al sexo, a no  robar por la calle a las viejecitas o los coches molones o las motos de gran cilindrada, o las mountain bikes con cinco marchas, a no hacer gamberradas en público y a no pillarse cogorzas estrepitosas con alcohol, porros, heroina o coca. 
En cambio se les olvidó enseñarnos que el 7º mandamiento de la ley mosaica, ése que dice " no robarás", incluye muchos apartados que se han silenciado por interés y por hipocresía descaradamente egoísta , desde ese mantra que tanto hemos oído: "la caridad bien entendida empieza por uno mismo" y silenciando el resto del cínico contenido semántico real, que en la práctica añade: "...y acaba como el rosario de la aurora, donde empezó, o sea, también en uno mismo". Por ahí van los tiros de la moral celtibérica actual. Un vacío total. Sólo nos quedaba el ultimo cabo enganchado a la teoría moralizante del catolicismo habitual, que por lo menos toda la porquería se reservase para el ámbito privado. Las fechorías podían ser absueltas en confesión, pero el escándalo era imperdonable. Se puede hacer cualquier marranada mientras se mantenga discretamente oculta del dominio público, era el mensaje contextualizado en su pasar silencioso y cómplice. Y así hemos estado años y años. Practicando la doble imagen. El efecto Doppler de la desvergüenza generalizada. Y de ahí se ha pasado a la reproducción holográfica, a  la multiplicación de los efectos y la pandemia de las causas. Ya no se distinguen los unos de las otras ni hay capacidad de reacción que supere el vaciado de bolsillos, monederos, cuentas corrientes, hipotecas y nóminas cada vez más en vilo. Delinquir por cohecho y prevaricación es casi una virtud social que da caché. No hay más que ver a Camps, a Costa y a todo su séquito. A Rita Barberá quitándose de encima las EMARSAs y los Urdangürtels, Alberto Fabra sacudiéndose el accidente del metro sin investigar todavía y tratando de añadirlo a la lista de la cunetas y las fosas de la amnesia histórica metido en el índice de casos prohibidos, como el de Garzón. Los políticos con el mismo talante del ladrón del chiste con el cerdo al hombro ante la pareja de la Guardia Civil, "Hay que veh, ehte bisho, que atrevío eh, ¿qué le paice, señor guardia, adónde s'ha encaramao?" Por no hablar de la corrupción felipista, aznarista, de la SGAE, de la banca, de la diputación de Castellón o de los ERES andaluces...Ética missing. Amoralidad como consumo natural. El que no se pringa es porque aún no ha tenido ocasión de hacerlo, pero en cuanto pueda...!! A esa barbarie hemos llegado. A la decadencia absoluta. A la decrepitud más repugnante. Y su consecuencia. La ruina de todos. De unos, la ruina material y de los otros, la ruina humana, degradante y andrajosa, de lo amoral como forma de adaptación ecológica al medioambiente humano cada vez más agonizante.

El paro. No es una lotería en negativo que te toca por casualidad desafortunada y sólo por derroche del gobierno en gastos sociales. El paro es también una consecuencia de la amoralidad capaz de irse a invertir a la China, a Malsia  a la India o a Burkina Fasso o de ir a sembrar naranjas a Marruecos, Argelia o Túnez, porque los chinos y los magrebíes son esclavos malpagados por regímenes tiránicos que explotan, malpagan y consumen a las personas para que occidente, el maravilloso y hollywoodiano occidente civilizado, demócrata y cultísimo, tan cristiano como cínico, consuma más barato y las tiendas, los talleres y las fábricas, las industrias vayan cerrando ERE tras ERE y las arcas públicas se vayan vaciando en paraísos fiscales, rescates etéricos, miedo a la bancarrota y mientras  los ciudadanos que tenían derechos y libertades, se van acomodando a la misma esclavitud de los orientales aplastados por la dictadura de la esclavitud orwelliana del siglo XXI, que los médicos de la sanidad pública de la maravillosa y ejemplar Alemania, cobren un euro por enfermo asistido con el plan Merkel, una mujer política procedente de la R.D.A, de la antigua y desvencijada Alemania  socialista que sucumbió a la tentación de saltar el muro de la insolidaridad y la deshumanización que tampoco el comunismo supo borrar del mapamundi.
¿Dónde se ha quedado la ética si es que alguna vez ha estado presente más allá de Aristóteles, Sócrates Marx, Hegel, Kant o Feuerbach, como materia de examen de Filosofía? La ética ha quedado reducida a  un papel decorativo en los libros. A una referencia histórica lejana, de los tiempos de maricastaña, mientras se educaba a los niños "para un mundo competitivo y lleno de lobos hambrientos", enseñándoles a ser más lobos e indecentes que nadie, como los cerebritos a sueldo de las agencias de rating castigando a Europa a sueldo de Yankilandia. Como los directores de banco en crisis que rebañan sueldos astronómicos. 

Ahora la sabia indignación de los valores a recuperar está abriéndose camino con el comercio justo, la banca ética, los microcréditos sin intereses, las inmobiliarias alternativas de barrio, el trabajo en el tercer mundo, mucho más preparado que el primero porque está tan acostumbrado a vivir al límite que tiene muchos más recursos humanos que el deteriorado y hueco primer mundo; los alquileres razonables, el gozo de la cooperativa como unidad de trabajo solidario. El transporte público como necesidad de ahorro energético y limpieza medioambiental. Aprender  a vivir y a respetar el ritmo de la naturaleza y consolidar una sociedad en transición hacia la esperanza, la simplicidad y el futuro. La especulación como vergüenza digna de no olvidarse para no volver jamás a ella como medio depredador de enriquecimiento.  El regreso al campo como fuente nutritiva y de calidad de vida. Igual que en la caída del Imperio Romano, cuando la vuelta a la agricultura se convirtió en el único modo de no morir de hambre o masacrados por las invasiones, como se observa en la Villa del Casale, cerca de la siciliana Piazza Armerina, una gran hacienda ejemplar, construída en el bajo imperio romano decadente, que era autosuficiente y podía sobrevivir en la naturaleza entre la fertilidad de los campos y con organización perfecta. 
Lo bueno que tiene tocar fondo en una situación extrema, es que ya sólo se puede salir subiendo.

Recuperaremos el optimismo cuando empecemos a comprobar la calidad de vida que aporta la sencillez y la cercanía de los otros. Pero será un sentimiento mucho más profundo y constructivo que la euforia del consumismo insaciable y estresado. El calor humano cooperando, creando, haciendo crecer y emocionarse ante el cariño y la inteligencia solidaria que ganan cualquier batalla a la estupidez, a la monotonía de los mediocres, al chanchullo y al enredo de las complicaciones innecesarias hasta hacer que los Urdangas , los Fabras, los Capms y los Matas, acaben por envidiar la serena alegría de los sanos, de los libres y de los generosos. De los que tienen la conciencia reconciliada con la vida y conviven con la ética con toda naturalidad, no sólo como con una exigencia social o legal, sino como una compañera esencial, como una madre nutricia y luminosa.

No hay comentarios: