El despótico neocolonialismo paternalista de Trump frente al Néstor político que simboliza Pepe Mujica
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La entrevista a Pepe Mujica que nos regala Evole supone una bocanada de aire fresco entre tanta insensatez. Ver al expresidente de un país vivir en su pequeña granja sin lujos y acompañado de su eterna pareja es la excepción que viene a confirmar una regla manifiestamente mejorable. Cuesta concebir que tras pasar por la más alta magistratura de un Estado alguien pueda seguir viviendo como lo hacía antes, porque no se ha enriquecido ni ha cruzado ninguna puerta giratoria.
Una makilla hace honor a su apellido de origen vasco y todo el mobiliario es tan modesto como acogedor. El más rico es aquel que sabe prescindir de más cosas y no pierde su tiempo coleccionando cosas absolutamente superfluas. Lucia, su mujer, cuenta con gracia que visitan a su marido como si consultaran al oráculo de Delfos. Algo de cierto hay en la broma, porque te pones a tomar notas mentales de sus adagios, impresionado por semejante despliegue de sabiduría.
¿Por qué Trump no se parece a Pepe Mujica? ¿Cuál de los dos es más rico?
Pepe Mujica está luchando contra un cáncer y el tratamiento le tiene bastante chafado. Pero mantiene su buen humor y agradece que un tiroteo le dejará sin bazo ni medio pulmón, porque con ello su corazón se desplazó para hacerse más grande y eso ha permitido que ahora le pudieran aplicar mejor la radioterapia. Se lamenta de cómo se desperdicia socialmente la vejez, aparcando en residencias a los mayores para que no molesten, cuando lo suyo sería rentabilizar su experiencia, como se hacía con los consejos de ancianos.
Homero nos habla de un personaje tan ingenioso como Ulises, pero con mayor sensatez por su avanzada edad. Se trata de Néstor. Mujica es consciente de que su vida está dando los últimos coletazos, pero no piensa en la muerte, aunque haya elegido el sitio de su jardín donde reposarán sus cenizas y las de su mujer. Ambos tienes muy claro que no pisarán una residencia y no abandonarán el que ha sido su hogar desde hace tantas décadas.
Parece creer que sus caprichos tienen rango de ley universal porque puede imponerlos con su bien pertrechado ejército
Da gusto escuchar sus reflexiones acerca de cualquier tema vital o político y por un momento te imaginas que pudiera haber más mandatarios como él. Sus lecturas autodidactas juveniles le han sido de mucho provecho y le hacen mantener fructíferos diálogos consigo mismo. Evita los baños de masas y la grandes concentraciones urbanas, pero sigue atento a los grandes problemas de la humanidad en esta nueva época dominada por la tecnología.
Su perfecto antagonista sería Donal Trump, que hace gala de un despotismo nada ilustrado y harto lustroso, basado en en una manipulación desinformativa donde imperan los bulos y las contradicciones. Divide al mundo entre amigos y enemigos. El primer colectivo viviría mejor eliminando al segundo. Entabla guerras comerciales para desplegar un proteccionismo que puede perjudicar a sus presuntos beneficiarios y cada día tiene una nueva ocurrencia.
Su última hazaña es recalificar el territorio de Gaza para declararlo un lugar con alto potencial turístico que podría reconstruir Estados Unidos para convertirlo en la Riviera de Oriente Medio. Cree merece el Premio Nobel de la paz por ocuparse del pueblo palestino, al que quiere desplazar masiva y forzosamente, para que no sigan expuestos a los horrores de la guerra, como si fuera un pionero del Salvaje Oeste que conquista tierras eliminando a sus pobladores autóctonos. Este despótico neocolonialismo tiene tintes paternalistas y nos deja boquiabiertos.
Los muros de sus fronteras debían ser infranqueables en uno y otro sentido
Parece creer que sus caprichos tienen rango de ley universal porque puede imponerlos con su bien pertrechado ejército. Se impone un aislamiento internacional que impida desplazarse a su protegida ciudadanía, para que no se contamine con los peligros del exterior. Los muros de sus fronteras debían ser infranqueables en uno y otro sentido. Que no entrara o saliera nada ni nadie. Mujica diría que debe negociarse, pero necesitaríamos gente de su talla para llevar a buen puerto semejantes negociaciones.
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