jueves, 20 de febrero de 2025

Parar y reflexionar siempre es recomendable y necesario. En efecto, hermano Juan Torres López, contribuir al Bien Común, de un modo proporcional, como lo es ayudar, con lo que cada un@ pueda, sin tener que privarse de nada necesario, es también fundamental para desarrollar la igualdad de derechos y de deberes, en la sociedad que compartimos, para hacerla tan digna, humana, justa y ética como necesitamos que sea. Es urgente que haya una pedagogía y una praxis desde la base y que , como pasa en Alemania, por ejemplo, los mismos que reciben ayuda social, una vez recuperados por el Estado, contribuyan voluntariamente y sin carecer de nada fundamental, a que sean posibles esas ayudas y que lo vean tan recomendable y digno para sí mismos como necesario y positivo.Pues gracias a esa humanización de lo inhumano, existen casas para quienes sin esa ayuda, estarían durmiendo en la calle y muriendo de frío y si no fuesen ayudados directamente por el Estado mediante la contribución ciudadana, contratados para servicios públicos, como jardinería, limpieza, cuidados urbanos y/o ayuda a los discapacitados, etc, etc. Acabar con el limosneo es ayudar a los pobres a no tener que pedir en la calle, porque ya se pueden ganar la vida dignamente sin malvivir en la miseria, sino hasta pudiendo cooperar para que nadie esté en la precariedad como lo más normal. Es muy reconfortante pasear por Colonia, Bonn, Freiburg, Baden-Baden, Coblenza, Frankfurt, Bingen, Aquisgrán, Münster o por los pueblos y ciudades de Baviera, sin ver a nadie pedir limosna en las esquinas, y descubrir centros urbanos de atención directa del Estado, para preguntar, informarse y solicitar la ayuda inmediata que sea necesaria.Tanto si gobierna el pp alemán como si lo hace el psoe, en ética, transparencia y humanidad no se distinguen el uno del otro...¿No podría aprender España a humanizarse también desde el Estado cobrando proporcionalmente los impuestos, sin hacer la vista gorda para empresas millonarias al mismo tiempo que se permite a los sueldos más bajos contribuir al bien común, sin privarse de nada necesario? Es normal que Yolanda Díaz no haya entendido lo que María Jesus Montero no se ha molestado en explicar, tal vez porque ni siquiera ha caído en la cuenta de la transcedencia del asunto en cuestión...Es lo que tiene centrarse sistemáticamente por encima de todo en la rutina del poder mandando y no en la conciencia del servir integrando y compartiendo. Ojalá lo entiendan, lo asuman y lo practiquen.Seguramente así será. Y así lo esperamos.


TRIBUNA ECONÓMICA

Salario mínimo e IRPF: el mismo fallo de siempre

Desde un estricto punto de vista de técnica fiscal, cabría decir que no es bueno que un impuesto central y fundamental del sistema tributario, como el IRPF, se trocee a base de exenciones particulares.

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Hay bastantes y buenas razones para justificar que el salario mínimo y sus incrementos se declaren o incluso tributen en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas.

Desde un estricto punto de vista de técnica fiscal, cabría decir que no es bueno que un impuesto central y fundamental del sistema tributario, como el IRPF, se trocee a base de exenciones particulares. Una tara que padece el español y que, en lugar de corregirse, se ha ido ampliando a lo largo del tiempo.

Para defender la tributación del salario mínimo puede, por tanto, argumentarse que lo eficiente y equitativo, lo que se corresponde con un impuesto progresivo y sobre el que se quiere hacer descansar una buena parte de la política redistributiva del Estado, no es dejar fuera a una u otra renta por el hecho de que sean reducidas, sino aplicarles el tipo de gravamen que corresponda, en justicia, con su cuantía.

Desde un punto de vista más general, se podría señalar que lo que ocurra con una variable, en este caso el salario mínimo y su sometimiento a tributación, afecta a otros aspectos de la política económica y social. No sólo a la recaudación, lo que no es poco y debe ser valorado, sino también al cuadro económico general, a la producción e incluso al empleo. Por ejemplo, la no tributación del salario mínimo podría producir un efecto perverso sobre los sueldos que estén justo por encima de él: podría no interesar un empleo mejor remunerado y favorecerse la economía sumergida.

Una razón más filosófica, pero no por ello menos profunda o de menor valor, sería la que sostiene que contribuir a las arcas públicas en función de la capacidad de pago no es una carga sino, en realidad, un ejercicio de ciudadanía. Si lo que se busca estableciendo un salario mínimo decente y suficiente es que todo el mundo pueda trabajar recibiendo, al menos, un ingreso que garantice condiciones de vida y de ciudadanía dignas, parece lógico, en consecuencia, que dicho ingreso se declare a la Hacienda Pública y se someta o no a un determinado gravamen en función de lo establecido, con carácter general, en el impuesto. Es exactamente lo que ha dicho la ministra de Hacienda, María Jesús Montero: «Si consideramos que el Gobierno está persiguiendo que el SMI ya no sea un salario de subsistencia, sino un salario acorde a las necesidades básicas que tiene una familia, entenderán que esto significa que participe y tenga derechos y obligaciones”.

El problema es que todas esas buenas razones palidecen cuando no se ofrecen con antelación, cuando no se hace pedagogía o si las explicaciones, como hace la ministra, se dan a posteriori, cuando ya se ha tomado la decisión que la ciudadanía no comprende.

No se puede hacer política y mucho menos política fiscal con el mismo criterio con que se gestiona un hospital o una empresa. Por muy buena que sea, o bien justificada técnicamente que esté una medida política, no podrá tener el efecto deseado si no es bien entendida por la población, si no goza de apoyo y complicidad, si no es mostrada previamente y es objeto de deliberación con transparencia y buena información. Sobre todo, cuando se trata de impuestos, sobre cuya función es sabido que la derecha de todo el mundo mantiene una batalla radical para favorecer que los más ricos paguen cada vez menos.

Por muy acertadas que hayan podido ser las razones que han llevado a la ministra de Hacienda a someter a tributación el incremento del salario mínimo, la falta de explicación previa, la opacidad con que se ha tomado la decisión, comunicada a la opinión pública en el último segundo, y la completa ausencia de diálogo con la ciudadanía convierten a esta medida en un regalo a la derecha, en otro innecesario tiro en el pie que se da el gobierno de Pedro Sánchez. Es más, cuesta mucho creer que María Jesús Montero pueda tener éxito como candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía (precisamente, la comunidad autónoma con mayor número y porcentaje de personas beneficiarias del incremento del salario mínimo) con ese tipo de comportamiento político de ordeno y mando como ministra, sin hacer pedagogía sobre medidas polémicas que, sin explicación previa, sólo van a merecer críticas por la derecha y la izquierda.

No es la primera que algo así le ocurre a este gobierno. Podría obtener buena nota por sus intenciones, pero merece un suspenso por la desastrosa forma en que gestiona su funcionamiento interno como coalición y la toma de sus decisiones.

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