Gracias, Iñaki, por poner, una vez más, los puntos en las íes. Ojalá te escuchen y te relean. Cuando la información se dedica a distraer y a dispersar la atención en asuntos que hoy son rabiosa y atronadora actualidad y mañana desmemoria, se convierte en deformación y manipulación de la realidad que nos afecta. Facilita el olvido por la abundancia exagerada de puntos de atención de mucho menos trascendencia y relevancia de los que tienen en realidad.
Centrarse sólo en la fonética y la morfología de la comunicación hace que la sociedad se olvide de la sintaxis y de la semántica. Es quedarse en el ruido y tirar las nueces a la basura. Quedarse con el traje y dejar desnudo el cuerpo en un banco del parque. La sintaxis de la realidad es el orden de factores, que como muy bien dices sí altera del producto y la semántica es el contenido inteligente del mensaje, el objetivo primordial del entendimiento y de la comunicación. Pues, bien, hasta ahora, muy pocos informadores y medios estáis siendo capaces de hacer esa función sine qua non a la hora de establecer un orden equilibrado de la sensibilidad interna mediante una percepción más sana y lúcida de la realidad externa. Un equilibrio que nos ayude a valorar las prioridades verdaderas más allá del timbrazo, del efecto inmediato, del susto, del shock y de la rentabilidad directa del impacto, que es mucho más productivo cuanto más enfada, conmociona y destroza.
Se está consiguiendo a base de 'en-redarse' y de perderse en el enredo hasta enfermar, que la normalidad sea una dependencia del sinvivir constante, del miedo a todo, del recelo y la desconfianza hacia cualquier cosa que amenace con salir bien, sin dar resultados aceptables que no sean dañinos para nadie y por ello, poco atractivos para las mafias del poder especulativo, que son los pilares de la política de los estados neoconservadores y fascioeconómicos. Precisamente el bien común, que es el oxígeno social, se ignora. La esperanza se reduce a la utopía. Pero en cambio mola mucho la ilusión, es decir lo que ni siquiera es utópico. Utopía es algo que aun no existe pero que puede existir porque tiene un plan concreto con bases y referencias reales, pero la ilusión es humo, que cuando parece realizarse concretamente se diluye y desaparece, dejando en el aire un vacío que nada consigue llenar y eso da lugar a que un nuevo deseo perecedero ocupe el lugar irrellenable y seguir existiendo como humareda remota y comodísima a la que se le adjudica la responsabilidad de los deseos imposibles de colmar que en el fondo no se quieren ni pueden hacer realidad en semejante plan, porque eso significaría realizar un cambio, un trasvase del tener, poseer, temer y controlar, a la libertad consciente de ser y al compromiso inevitable de elegir en vez de dejar que las cosas e intereses vacuos y volátiles elijan en nuestro lugar. La ilusión es solamente el efecto porro. Cuanto más se fuma más se depende de ella y más dosis se necesita para evitar "el mono".
El mal común que se genera en la manipulación individualista y es mucho más rentable en el mundo del negocio y del barullo, que siempre se basa en inventar soluciones a los problemas que el mismo mal que creamos va perpetrando como "lo normal". Por ejemplo, los seguros existen porque hay desgracias, delitos y abusos. Los hospitales y laboratorios que cuestan un pastón, porque hay enfermedades que aliviar (o crear y mantener, tantas veces), los abogados porque hay delitos y conflictos, más rentables cuanto más difíciles, las limosnas porque hay pobreza, la prensa porque hay necesidad de conocer lo que va peor mucho más que lo que va mejor. Siempre me ha llamado la atención que en Alemania no haya papeleras en la calle. Y es que no son necesarias porque la ciudadanía se hace responsable de sus desperdicios y si los consume fuera de casa, los guarda en el bolsillo o en el bolso, para tirarlos en su casa a la basura. Las calles están impecables sin papeleras y el servicio de limpieza comunitaria sale mucho más barato.
Es curioso que para el bien común se exigen pruebas, y que para dar crédito al mal común, la dependencia y la miseria baste con sembrar mala leche y soliviantar a la ganadería, ella ya se encarga de contagiarse y aumentar exponencialmente el valor añadido de la miserable semilla infosembrada.
Ese juego constante es el motor de una sociedad cada vez más vacía de sentido, que superó en falso el existencialismo en su momento histórico de las grandes preguntas, a base de establecer como sistema paliativo un consumismo imparable de todo, de lo fundamental para la vida como de lo superficial para que la vida tenga un sentido, de modo que lo inútil, lo tóxico, lo estúpido, lo banal, tenga el mismo valor antropológico que la respiración, la nutrición, la hidratación, la cultura, la ciencia, el arte, el pensamiento o la voluntad. La frivolidad matrix se ha convertido en negocio, el negocio en sistema de vida, y cuando eso falla, falla el mundo. Y eso sucede cuando llega una crisis, una guerra, una hecatombe, una pandemia mutante. Como la especie humana. La pandemia es nuestro "ka", nuestro doble. Nuestra sombra. Cuanto más la exaltamos para bien o para mal más fuerza le damos. Y se exalta cuando se "normaliza". Es como "normalizar" la injusticia o el delito. La carencia y la enfermedad.
O se "lucha" contra ella o se niega su existencia porque resulta más cómodo echar la culpa de la infección a los gobiernos o "a los malos" . Ambas actitudes son escapatorias para no entrar dentro de cada uno de nosotras, mirarnos a fondo, con objetividad, con empatía responsable y comprender que somos microcosmos destarifados, asustados y manipulados desde fuera, que solo auto ordenándose por dentro, conociéndose a sí mism@s lograrán integrarse en el macrocosmos que somos todos y todas. Dejar las limitaciones del ego y tomar conciencia creativa y creadora del Nosotr@s. La finalidad de estas calamidades es evolucionar, llegar hasta donde la frivolidad y las parafernalias nunca nos permiten alcanzar el anclaje. Y cuando no lo conseguimos por las buenas, nuestra misma especie se lo monta así. Como ahora.
Por eso es un error garrafal querer "curarnos" solo con remedios externos, sin hacer un cambio imprescindible de sensibilidad, de percepción y de conciencia. Es lo mismo que cuando a un enfermo el médico para curarse de verdad, además de los medicamentos puntuales, que nunca deben ser para siempre, le recomienda un cambio de dieta y de hábitos, si no quiere morirse antes de lo deseable y tener mejor calidad de vida.
Esta reflexión de Iñaki, más allá de la mera circunstancia, hoy nos invita a caminar en esa dirección, nos va dejando las migas de pan como en el cuento de Pulgarcito, para volver a casa cuando el camino se ha traspapelado por esos medios que ya es hora de que empiecen a ser enteros...Ains!
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