Qué triste se queda el patio y la calle qué vacía
cuando aquello que se alzaba como proyecto genial
no era lo que parecía...
Es lo que tiene vivir en brazos de la ilusión
con tan poco fundamento
y con tanta devoción por los egos más hinchados
que se nos borran los planos de la casa que soñamos.
La juventud es preciosa, tan bonita y tan activa,
pero si se queda en eso y no crece ni madura
cuando sopla el vendaval y todo inundan las lluvias
en tempestad inclemente,
la casa va y se derrumba
si es que mal se construyó, con débiles materiales
y torpe mano de obra ansiosa por acabar
un trabajo interminable
aun antes de comenzar a tender el andamiaje,
a trabajar los cimientos y a levantar las paredes
antes de hacer el tejado y los áticos tan cucos
que ponen a vuestros pies
las maravillas brillantes del mundo que se imagina,
y no del mundo que es la realidad inclemente,
tan lejos de la ficción y su engaño acostumbrado.
Cómo se pinchan los globos, cómo se pierde el confeti
y se diluyen los votos, qué vacíos y qué pobres
se quedan los argumentos
qué ridículos resultan los discursos palabreros
cuando no hay más fundamento
que salirse con la suya llevando a la gente al huerto
sin que haya huerto al que ir
Si no hay conciencia por medio y el bien común no establece
la solidez del proyecto, la igualdad sin pretensiones
del compartir más honesto,
ni hay prudencia ni visión
de un presente elaborado más allá de unos inventos
fundados y establecidos en las espumas del ego
y tan lejos del Nosotros como Trump del Evangelio,
poco se puede esperar como fruto y sociedad
como vida y como pueblo
No se debe asegurar que se puede lo difícil
mientras se arruina lo fácil, eso que se puede hacer
sin perjudicar a nadie, pero se hace del revés
para que no queden dudas de quien la pifia mejor
porque controla el poder
ya que es el dueño y señor del rebaño que sostiene
la tienda del vendedor de ilusiones ya marchitas
al contraste inevitable
entre cuento y realidad, entre sueños y vigilias.
Engañar al por mayor con estrategias ad hoc
a un pueblo que sufre y grita
agota al mejor postor,
la realidad implacable termina por desmontar
los más perfectos disfraces del más rico carnaval
y acaba dejando en cueros al mejor grupo teatral.
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