Bueno, de momento el alegrón por la vacuna ha sido especialmente por parte del gran capital mundial que ha disparado las bolsas y las ansias de invertir como descosidos. La vacuna no solo puede significar la solución incipiente de la pandemia, sobre todo y sobre seguro, significa una perspectiva estupenda para hacer rentable el problema y hacerse de oro tanto los laboratorios productores que logren colocarse en la cresta de la ola y tener a los estados y al dinero privado a su entera disposición, como se forrarán los gestores del cotarro. Mientras el dinero y sus movidas sigan siendo los reyes del mambo, poco o nada cambiará este sistema letal. Sólo cuando esa alegría financiera se transforme en realidades justas y soluciones reales, se podrá confiar en que haya verdaderas y eficaces soluciones a esta pandemia y la hecatombe social resultante. Curar un descosido importante en medio de un roto y desgarrado mundo al completo no es nada más que un alivio parcial, intentar apagar un incendio global con vasos de agua; aunque se curen todas las gripes, infecciones, epidemias y enfermedades nada podrá mejorar ni remediarse en serio si el modo de vida, las costumbres consumistas, la vacuidad de sentido, la dispersión y el caos vital no se remedian al mismo tiempo que la salud a base de remiendos. Mañana puede saltar a la palestra otro elemento contaminante y que suceda lo mismo. Las industrias farmacéuticas y las bolsas del pastón se volverán a poner como unas pascuas.
No importa la vida en realidad si lo que da dinero es la muerte y sus prolegómenos. El miedo y la inseguridad. En este plan ĺa vida es una mercancía nada más, que solo vale para especular y rentar si consume y se deja consumir. No queda tiempo para nada más y ese tiempo es también dinero en la economía del vampirismo capitalista. El interés por algo que no rente pasta está totalmente devaluado, el ser humano se ha estancado en una fórmula letal si se aplica a la totalidad del vivir: Interés= capital x rédito x tiempo. A ese precio Fausto ha vendido su alma a Mefistófeles. Y al parecer el negocio le ha afectado gravemente a las neuronas, a las entendederas, y por esa razón es incapaz de ver ni comprender en qué locura sin freno ha caído su potencial ni el colador universal de un pasado demoledor por cuyos agujeros se escapan a borbotones el presente y el futuro si el colador no se quita de en medio cuanto antes.
Cuidado con las alegrías de pacotilla y las ilusiones que las apuntalan, como sucedió tras la I Guerra Mundial y la pandemia resultante en 1918. La década de los años 20 fue un torbellino de entusiasmo desmadrado, los dólares y el pastón corrían a raudales por el mundo occidental, hasta que en 1929 estalló la catástrofe, se hundieron las bolsas, la economía mundial saltó por los aires y empezaron a llover fascismos populistas a tutiplén por todas partes , las fábricas de armamento se volvieron locas y claro, armas a lo bestia, totalitarismos y ansias de poder a gogó, malestar social generalizado, Alemania prisionera y machacada por el resto de Europa y crisis sin resolver, gestaron el siguiente descalabro: la II Guerra Mundial.
Convendría no repetir la jugada ni la euforia que produce la superación de los peores momentos, para evitar que el colocón de lo ilusorio nos lleve a los mismos retorteros de siempre. Que se haya conseguido poner una tapadera en la fosa séptica para que no apeste el entorno no significa que se pueda bailar y saltar encima, porque si se hace así, no sólo se romperá esa tapa, es que se caerán dentro y se ahogarán los danzantes saltarines y el contenido de la fosa rebosará y dejará el entorno para el arrastre total. Mucho peor que en el primer tramo del problema, que se dejó sin resolver, para celebrar a lo grande el descubrimiento de la tapa del sumidero.
Pues eso. Que cada uno se aplique el cuento y como dice Jorge Manrique "cuán presto se va el placer y cómo después de acabado da dolor..." Y a veces, horror.
La vacuna no puede ser una nueva patente de corso para volver al mismo estado de postración mental, emocional, económica, social, cultural y miserable camuflada de "neurocientífica", "experta" y "controladora" del mundo mundial. ¡Menudo curriculum!
Así que ojo al parche, que esto no es lo que parece.
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