lunes, 2 de noviembre de 2020

Comparto con Javier Pérez Royo los argumentos sobre la necesidad de una moción de censura en Madrid. Siempre hay que valorar los beneficios y los daños a la ciudadanía con este tipo de decisiones, y en este caso es mucho más el daño que Madrid está sufriendo que el que supondría un cambio más justo y humanitario, como sería un gobierno cualificado, sensato y bastante más ético que el disparate inconcebible en una verdadera democracia que ahora padece toda la Comunidad madrileña. La presidencia actual está para una terapia psiquiátrica, que recuerda a Nerón en "Quo vadis?", quemando Roma para acusar a los cristianos del incendio. O sea la estrategia general del pp y de vox., con el positivo 'agravante' de que ahora no estamos en el imperio romano y la democracia permite cambiar el rumbo de la barbarie enloquecida con una simple y legítima moción de censura


La complicidad por omisión no es una alternativa

 

eldiario.es

Entendí y coincidí con la opinión de Ángel Gabilondo de que no era el momento en la primavera pasada para presentar una moción de censura contra la presidenta Isabel Díaz Ayuso. No era el momento de distraer la atención de los ciudadanos de donde tenía que estar centrada, ni tampoco el de consumir energías por parte de los poderes públicos en un momento tan crítico como el que vivimos en aquellos meses.

En mi opinión, en este otoño estamos en un momento diferente, que exige la activación de la moción. La izquierda tiene que dejar constancia en sede parlamentaria de cuál es su interpretación de lo que ha ocurrido en Madrid, de lo que sigue ocurriendo y de lo que inevitablemente seguirá ocurriendo si Isabel Díaz Ayuso continúa siendo la presidenta de la Comunidad.

A estas alturas del guion nadie puede llamarse a engaño y pensar que la actual presidenta puede dirigir con un mínimo de solvencia una comunidad autónoma de la complejidad que tiene Madrid. Las pruebas son tan abrumadoras y están tan a la vista de todos que cabría decir que la no presentación de la moción de censura por parte de la izquierda supone un punto de "complicidad" con la gestión de la presidenta.

Hay circunstancias en las que la aritmética parlamentaria no puede ser el único dato con base en el cual se tiene que tomar la decisión. Sería muy importante que la moción de censura pudiera prosperar. Pero, incluso en el caso de que no prosperara, su mera presentación y debate tendría efectos saludables.

La presentación de la moción de censura permitiría a la izquierda disponer de tiempo ilimitado con la máxima cobertura informativa para hacer un relato documentado de lo que ha sido la ejecutoria de la presidenta y del Gobierno que ha presidido y para ofrecer una alternativa. En mi opinión, tras lo ocurrido en estos últimos meses, la moción de censura no es una opción sobre la que la izquierda tenga que reflexionar. Hace unos meses, podía considerarse la moción desde la perspectiva de la oportunidad política de presentarla o no. Era una opción a barajar. Hoy, perdida ya toda esperanza de que Isabel Díaz Ayuso pueda comportarse de manera distinta a como lo ha venido haciendo desde su investidura, la presentación de la moción de censura no es una opción, sino una necesidad. Los ciudadanos y ciudadanas, no solamente los de izquierda, tendrían derecho a exigir responsabilidad por omisión a los partidos de izquierda en cualquier futura convocatoria electoral si no la presentan. No se puede ser testigo mudo ante el disparate del que la presidenta está siendo protagonista.

Pero es que, además de por este motivo, hay otro que, en mi opinión, debería conducir a los partidos de izquierda a presentar la moción.

Tras la moción de censura esperpéntica presentada por Vox, la izquierda tendría la oportunidad de exhibir públicamente qué es una moción de censura de verdad, qué sentido tiene la institución en nuestro ordenamiento constitucional-estatutario. Tendría la oportunidad de ofrecer a la opinión pública el contra-modelo de la moción de censura de la derecha española. Los ciudadanos y ciudadanas de todo el Estado podrían tener una visión de por qué la moción de censura figura en nuestra fórmula de gobierno y debe seguir figurando. Podrían comprobar la distancia entre el portavoz de Mas Madrid que justificara la presentación de la moción y el portavoz de Vox traído de Catalunya para darle visibilidad de cara a las próximas elecciones autonómicas en dicha comunidad. Y, sobre todo, tendría la oportunidad de contrastar lo que es un debate parlamentario cuando el candidato es Ángel Gabilondo de cuando lo es Santiago Abascal.

Serviría, además, para ver cómo se posicionan los tres partidos de las tres derechas en el debate sobre la ejecutoria del Gobierno de la presidenta Isabel Díaz Ayuso y sobre el discurso de investidura que propone el candidato Ángel Gabilondo. Tras el debate de la moción de censura contra Pedro Sánchez, no creo que este sea un tema menor.

Las mociones de censuras nunca son estériles. Nunca se queda el terreno de juego después de su presentación, debate y votación igual que estaba antes. Es verdad que la presentación de una moción de censura comporta riesgos, que tienen que ser evaluados. Pero, en determinadas circunstancias, también la no presentación comporta riesgos. Tal vez más que la presentación. Muchísimos más, incluso.

En estas circunstancias se encuentra la Comunidad de Madrid y, como consecuencia del peso de dicha comunidad, todo el Estado. En primavera se podía entender la no presentación. En otoño ya no es posible comprender que no se censure expresamente una trayectoria política tan delirante como la de Isabel Díaz Ayuso y que no se haga visible a los ciudadanos que había otra manera de hacer las cosas. Y que la sigue habiendo.

La complicidad por omisión no es nunca una alternativa. Y menos en circunstancias tan dramáticas como las que estamos atravesando.

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