Mañana es 8 de Marzo. Las mujeres tomarán las calles del mundo, una vez más. Y digo tomarán porque yo no participaré en esa toma universal de la Bastilla feminista. No estoy en contra del feminismo, al contrario, me parece un movimiento indispensable en la historia de la Humanidad, como el de Espartaco en el Imperio Romano o las revoluciones populares desde el siglo XVIII hasta el XX. Cuando solo se dispone del poder del malestar que produce la injusticia y la desigualdad en forma de abuso, malos tratos, barbaridades, asesinatos y crueldad sin límites, la manifestación de protesta colectiva no sólo es un derecho, es un DEBER.
Lo que me aleja especialmente este año de la manifestación y su significado, es el caos y los desgarrones entre diversos aspectos fundamentales del movimiento social en femenino plural, pero enfrentado a sí mismo más desde dentro que desde fuera. También me aleja el uso y abuso de paradigmas patriarcales y machistas, con una reivindicación enloquecida del género femenino haga lo que haga, defendiendo el derecho a ser tan cafres, zafias, brutas y estúpidas como los peores y más impresentables individuos del género masculino. Ni "todas somos manada", ni a todas nos mola ir borrachas por la vida dando tumbos, porque para eso somos "libres", ni a todas nos flipa ir en la procesión solemne y festiva de una falla genital femenina elevada a los altares de bazofia, no todas nos sentimos encantadas con que haya vientres de alquiler como si fuesen bicis o coches y que la dignidad e incluso el equilibrio psicoemocional de los futuros hijos por encargo al supermercado, sea una trivialidad. ¿Qué ocurrirá y cómo reaccionarán los hijos del dinero y la manipulación teledirigida cuando crezcan y descubran que solo son hijos del ego destarifado de unos individuos e individuas irresponsables, narcisos, incapaces de aceptar y gestionar sus propias limitaciones naturales, y sobre el que proyectar su mundo y sus manías locas por sentirse padres y dueños de alguien indefenso y manipulable, que llega al mundo sin saber lo que le espera. ¿Con qué pedagogía los educarán, en qué condiciones de salubridad psicoemotiva van a encontrarse esos niños, con antecedentes tan inestables y basados más en el capricho, la inmadurez, los instintos y la obsesión, que en el amor y la inteligencia emocional? ¿puede considerarse un derecho, manipular cuerpos y vísceras en venta, para traer al mundo a seres humanos, eludiendo el deber de respetar el derecho del engendrado a serlo, al menos con la proximidad y la cooperación de dos seres también humanos? ¿Qué consecuencias, qué trastornos y qué limitaciones pueden acompañar las vidas y el crecimiento en tales condiciones? ¿No estaremos cayendo en un abismo sin fondo, abandonados a la especulación y al afán de lucro de falsos médicos e investigadores corrompidos hasta las cachas, que carecen de conciencia de ética y deontología científica? ¿Puede la libertad de unos convertirse en un juego de azar biológico y psíquico para los posibles 'hijos de nadie', que es como se sentirán cuando descubran cómo han llegado al mundo? ¿Cómo se han sentido los niños y niñas vendidas y comprados por la estafa con los neonatos en las clínicas y hospitales de los años sesenta y setenta, cuando han querido saber y han descubierto su verdadero origen? ¿Qué sentirán por sus "padres" y "madres" de pacotilla fecundadora transversal, cuando les expliquen que su verdadera madre, la que les dió alojo, crecimiento y vida en su cuerpo, en sus emociones, humores, hormonas y sentimientos, está perdida por Rumanía, Ucrania o Chechenia, o que no tienen ni idea de donde pueda estar el hombre que vendió su semen a un laboratorio para que ellos y ellas naciesen con una madre a medias y otra de oferta?
Tampoco todas estamos de acuerdo con que ni mujeres ni hombres tengan como forma de vida "legal" y hasta "legítima", la compraventa de sus cuerpos y la pérdida absoluta de su dignidad humana, convertida en negocio explotador para quienes son secuestradas y obligadas por amenazas, a venderse, en manos de las mafias, en las que no solo hay chulos, también hay chulas, o sea, "madames" tan explotadoras y maltratadoras como los peores hombres.
El amor es libre, claro que sí, pero no se puede llamar amor a lo que solo es una adicción irrefrenable al sexo, que desencadenada llega con tanta facilidad, al delito, a la perdida de control de sí mismos, sin que sea obstáculo el que la otra parte del asunto se niegue a cooperar. Argumentar que el sexo por sí mismo es una necesidad de libre disposición y no una decisión de la voluntad humana, es rebajar totalmente nuestra conciencia a niveles de un primitivismo degradante. Es, justo, en ese punto crucial,donde se producen las agresiones a las mujeres, o las agresiones de las mujeres más "machas", a los hombres menos "machos", algo menos frecuente, pero también real. Hay mujeres asesinas también. Vengativas y violentas. Irresponsables y crueles. Son menos pero ahí están, gritando que quieren el poder, como los hombres, con la misma ambición patológica, para dominar y hacer lo que sea por que se note quien manda. Y ese plan no cambia nada el curso terrible de esta civilización incapaz de verse a sí misma porque la hostilidad contra los contrarios, sean de lo que sean, le nubla y deforma la percepción y la comprensión de la realidad. Se han disuelto y deshecho los viejos y ya inservibles paradigmas y aun no han tomado cuerpo social los nuevos. Esta tierra de nadie es el escenario perfecto para el caos.
Por último queda reflexionar sobre el problema de los trans. Un asunto que es personal y no social, pero que el mundo trans pretende globalizar gerenalizándolo. Si una o uno llega a este mundo y no está cómodo ni se reconoce en el rol de género y de sexo que le ha tocado en suerte , si lo que lleve entre las piernas y en las hormonas no coincide, nadie es responsable ni culpable, ni ellos y ellas, ni el mundo que les rodea. Basta con una educación en igualdad y respeto, una aceptación comprensiva de los casos concretos para que sean tratados como todos los demás seres humanos. Pero los trans no quieren esa opción, olvidan que el mobbing no solo lo sufren ellas y ellos, lo sufren muchísimos niñas , niños y adolescentes en las escuelas, en los parques jugando o en los Institutos o los bares o las discotecas, lo sufren hasta on line, por lo que se han producido muchos suicidios sin que nadie fuese trans. Basta con que haya una fijación en cualquier aspecto y un maltratador sin conciencia de por medio con audiencia suficiente, para que se produzca un verdadero atentado contra la víctima elegida por cualquier motivo que les cruce los cables a los acosadores.
Someter a los menores a un tratamiento hormonal o quirúrgico para un cambio de sexo, a una edad en la que todo está cambiando rápidamente en todos los aspectos, en una revolución constante, es un disparate, sobre todo cuando la Medicina sensata nos pone en guardia sobre los riesgos y efectos secundarios de semejantes trueques en esa época de la vida. Lo más sensato es que se espere a ser adultos y a tener más datos sobre sí mismos, a conocerse mejor antes de dar pasos irreversibles, pues con el organismo humano no se juega a las canicas sin consecuencias terribles. Los padres, madres y educadores, como los médicos y los legisladores,que son los responsables finales del asunto, tienen todo el peso social de la decisión. Los hijos en esas edades son dependientes y no están en condiciones, por mucho que se empeñen, de decidir sobre una opción, cuyas consecuencias les van a pasar factura con toda seguridad, y que pagarán al precio escandaloso de su propia libertad, talada por ellos mismos a una edad en la que sobran las emociones e instintos pero falta la lucidez y la inteligencia madura para acertar cómo gestionarlos. O sea, respeto, cariño, comprensión y paciencia, todo. Complicidad y "normalización del el disparate, cero. Por el bien de los propios interesados, que cuando decidan adultamente cambiar de género en un hospital, deberán hacerse responsables del coste. No son tratamientos a vida o muerte. Son decisión libre y particular de la que el protagonista debe responsabilizarse, no la sociedad.
Por otra parte que el feminismo se apropie de la izquierda o la izquierda del feminismo no tiene mucho sentido en sí. Todos los "ismos" nos separan, nos dividen, -no son "istmos" como lo son Los Pirineos entre España y Europa- sino barrancos opuestos, trincheras de guerra a la greña, y como la misma historia nos demuestra, tantas veces, abismos irreconciliables. No confío en ellos lo más mínimo. No les veo ya ninguna función regeneradora, sino el tirón dogmático con la excusa de que para organizarse no basta la inteligencia colectiva y sus motivaciones diarias y con proyección adaptable a las vicisitudes evolutivas de la especie y de los espacios y recursos disponibles en convivencia y constante acuerdo, sino que debe haber, según la "dogmatitis" unas intocables tablas de la ley que no son universales, sino partidistas ad hoc, que no buscan el bien común, sino que pretenden que ese bien imprescindible sea un negocio y un combustible para mantener encendido el viejo sistema basado en los poderes que oprimen a millones de seres humanos en favor del bienestar de unos cuantos herederos de los imperios sucesivos. En eso estamos implicadas mujeres y hombres al 50%, nos guste o no. Nos necesitamos y no podemos excluir a nadie por sus diferencias de criterio, sino aprender unos de otras y otras de unos. Escucharnos honestamente, Ayudarnos y reconocernos en el espejo del otro y de la otra.
Mezclar el 8 de Marzo ese galimatías a cargo del feminismo no es soportable ni asumible para quienes no comparten objetivos tan desconectados de la realidad como del alma humana. Si las manifestaciones reivindicativas de género, número y casos, solo sirven para enfrentar, insultar, agredir y reprimir, obsesionar, perder el oremus, decir burradas en plan mantra descerebrado y que tras ellas todo siga como siempre, pero con vestidos y colores distintos, con exaltación de genitales en procesión y crímenes como resultado, todo el barullo acabará antes o después en agua de borrajas. La miseria psicoemocional y sus goteras no es patrimonio de ningún género en especial. Creo, modestamente, que es un alto riesgo para ambos. Y lo seguiré manteniendo mientras no se demuestre lo contrario. En lo que cada día confieso que pongo todo mi empeño.
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