En la situación excepcional e inédita que estamos viviendo, la prioridad ahora no es otra que la salud de las personas.
Debemos colaborar para superar esta emergencia sanitaria y evitar que
siga causando más víctimas. Al mismo tiempo, tratamos de seguir
trabajando, acudiendo a la innovación y el ingenio, para combatir y
solucionar la emergencia climática y la crisis de biodiversidad que afecta al planeta en el que vivimos y vivirán las futuras generaciones.
Tardaremos en conocer las consecuencias e impactos sociales y
económicos de esta crisis, pero las circunstancias excepcionales en las
que ha inmerso al mundo esta crisis nos pueden servir también de
aprendizaje para reducir las miles de muertes que la contaminación del aire provoca cada año.
Mañana se cumple una semana desde que el Gobierno anunció el
estado de alarma por el COVID-19. Desde entonces, el tráfico por
carretera ha descendido más de un 60% en las ciudades españolas. Una
bajada sin precedentes que ha permitido reducir la contaminación en cuestión de horas, ya que el automóvil es el principal contaminante.
Esta semana, en ciudades como Madrid y Barcelona, donde
habitualmente algunas estaciones superan los límites fijados por la
Organización Mundial de la Salud y la Unión Europea, los niveles de NO2
apenas han llegado al 40% de ese límite. Estamos comprobando cómo menos coches es sinónimo de menos contaminación
y, tras solo unos días sin tráfico, la calidad del aire ya es
notablemente mejor en aquellas ciudades que venían arrastrando altos
niveles de contaminación.
En China, el país más contaminante del mundo y donde ya
sufrieron las peores consecuencias del COVID-19, las emisiones de NO2
vivieron una reducción sin precedentes a raíz de las restricciones de
tráfico.
Desde Greenpeace insistimos en que la prioridad indiscutible
en este momento ha de ser la lucha contra una pandemia que afecta muy
especialmente a la población más vulnerable. En una situación tan
difícil como la que estamos viviendo deberíamos extraer como lección que
las administraciones nunca deberían vacilar a la hora de tomar
medidas contundentes siempre que se ponga en riesgo la salud de las
personas.
Es tiempo de responsabilidad individual y colectiva
para demostrar que podemos enfrentarnos a los grandes retos que nos
amenazan. Desde nuestras casas, para cuidarnos mutuamente y proteger el hogar único que compartimos: nuestro planeta.
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