Sigo asomado al balcón
A la preocupación sanitaria se suma, con desesperación para la clase trabajadora, autónomos y pequeños empresarios: la pandemia laboral
Esto es lo que pasa cuando el coronavirus ataca tu cuerpo
... Al balcón. porque
mejor no acercase ni a la televisión ni, sobre todo, a las redes; están
infectadas gravemente y también infestadas de malhechores.
Estamos
en la mitad de este estado de alerta revisable. Eso parece; el Gobierno
ha anunciado otros quince días, aunque falta el permiso del Parlamento.
Lo hará, debería hacerlo en cualquier caso, con los antecedentes que
hay; una relajación implicaría que millones de ciudadanos, es un decir
lo de ciudadanos, se irían a la playa o a la sierra en Semana Santa como
ni nada estuviera pasando.
Es duro estar tanto tiempo recluido; me ha venido a las
mientes lo difícil que tienen que ser 25 o 30 años condenado en una
cárcel. Ya no me creeré, nunca lo he hecho, a aquellos que dicen que el
código penal español es benévolo.
A la preocupación
sanitaria se suma, con desesperación para la clase trabajadora,
autónomos y pequeños empresarios: la pandemia laboral. Los mercados, con
nombres y apellidos, están preocupados porque saben que están vez no lo
pagarán en exclusiva los trabajadores. Por eso, han declarado, para
salvarse ellos, su particular estado de alerta, o de excepción si
prefieren, con una oleada insolidaria de ERTES, sin promesa o
compromiso, salvo honrosas excepciones, de que laboralmente las cosas
puedan ir a mejor. Pero nunca más el capitalismo ha estado tan en evidencia, ni los economistas ultraliberales más falsados por la realidad económica.
La mano invisible no existe, pero sí que se les ve la pata, otra de sus
extremidades, y la mano petitoria -muy visible- exigiendo al Estado, al
que tanto han denostado y debilitado; enseñan la patita sin recato para
que todos veamos la auténtica calaña de algunas empresas, empresarios e
inversores. Están a la vista.
Sin noticias de EEUU
Como
a la vista se ha quedado China Sí, ahora dicen desde la caverna (para
lo que convenga) que es un régimen autoritario. No lo dijeron cuando sus
amos mentores se embarcaron en sus negocios relucientes, ni cuando
fueron en peregrinación a unas Olimpiadas incompatibles con la defensa
de los derechos humanos. Pero ahí están los chinos, dando una lección de
solidaridad, compromiso, generosidad y eficacia médica e investigadora.
A
los americanos ni se les espera. Bastante tienen con tener que soportar
a su presidente, un botarate estrafalario, líder de la regresión
mundial y de la extrema derecha europea y española. El que lo primero
que hizo fue acabar con el tímido intento de Obama de poner en marcha
una sanidad para todos. Nunca sabremos cuántos de los trabajadores
americanos sin seguro de ningún tipo han sucumbido en esta crisis
sanitaria que no respeta a nadie y golpea duro -espero que en sus
conciencias- a los que siempre negaron el derecho a la salud pública, Y,
fuera de los EEUU, a los que con sus soflamas y presupuestos taimados
fueron hundiendo poco a poco la sanidad pública con la idea puesta en su
modelo americano. El negocio de la salud, decían, sin vergüenza.
No
llegan las ayudas de los amigos americanos. Dirán que ya nos mandaron
suficientemente leche en polvo y queso amarillo hace décadas, hablarán
de amistad pero no se olvidarán de su escalada arancelaria ni ,por
supuesto, de sus intereses en Rota y Morón. America First.
Cacerolas y cacerolos
El
balcón se ha convertido en el órgano de expresión singular de cada uno.
Estos días han sido de cacerolas y de cacerolos (un palabro
ríoplatense, de los que más saben de cacerolas). Cacerolas contra la
conducta de la familia Borbón, cacerolas contra el Gobierno. Es la
libertad de expresión; libertad para criticar el discurso del Rey,
libertad de todos y de los cacerolos para criticar el discurso del
presidente del Gobierno.
Parece que no ha sentado muy
bien la ruidosa protesta contra Felipe. A Felipe no hay otra manera de
expresarle contrariedad, es inviolable y, lo peor, irresponsable; algo
incompatible, en los términos actuales, con un sistema democrático. Al
presidente del Gobierno se le pueden hacer caceroladas y, además, exigir
responsabilidades y, sobre todo, no votarlo cuando toque o incluso
someterlo a una moción de censura. Hay diferencia, mucha diferencia.
Se
puede hacer un mapeo de balcones en nuestras calles. En donde más
sonaron cacerolas contra Gobierno, más abundaban los balcones
abanderados y el mayor entusiasmo. En algunos balcones, las banderas
están ya ajadas y descoloridas, abandonadas. Sus patrióticos titulares
ya no están, ni comparecieron con sus afines; cacerolos. Se las
olvidaron en su escapada a mejores refugios donde no les hace falta la
bandera. Con la cartera basta.
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