Ya no me callo más
La mezquindad con la que la derecha y la caverna intentan criminalizar a los responsables de sacarnos de esta crisis roza lo ignominioso. Tanto como zarandear al piloto mientras intenta un aterrizaje de emergencia
"No
estamos seguros de que alguna cepa desconocida de gripe no vaya a
propagarse por el globo y a matar a millones de personas (…) lo veremos
como un fracaso humano y pediremos la cabeza de los responsables. (…)
Tales críticas presuponen que tenemos el conocimiento y las herramientas
para evitarlo"
Yuval Noah Harari. Homo Deus (2015)
¡Bienvenidos a la puta realidad!
No, no
somos dioses y estamos más lejos de ello de lo que literaria y
tecnológicamente se nos ha vendido. No somos transhumanos. No hemos
transcendido a nuestra gran vulnerabilidad biológica. Siendo así que
seguimos siendo frágiles, hemos construido sociedades infantilizadas en
las que millones de personas se creían a salvo y seguras, sin más
preocupación que la de consumir y mantener una imagen, y que ahora
claman temerosas e iracundas cuando comprueban que seguimos siendo lo
que éramos: mera humanidad.
Ante este estado de
emergencia y calamidad humana, esta plaga, este dolor, me propuse
mantenerme en la razonada posición del que asume tal miseria y confía en
los medios científicos, logísticos y estatales para conseguir salir de
esta con las menores bajas posibles. Entiéndanme, lo de que había alguna
posibilidad de que esto no nos hubiera atañido y que no hubiera habido
muertes ya lo dejo en el cajón de lo ilusorio. Sucede que para mantener
este estado de patriotismo responsable era necesario que todos
recurriéramos a un juego mental y social de suma cero en el que nadie
resultara beneficiado ni perjudicado mientras dedicábamos todos los
esfuerzos a salvar vidas y a salvar nuestras libertades y nuestro estilo
de vida. La miseria humana también es una constante universal. No somos
dioses ni somos angélicos. Lo peor de nuestra esencia sigue ahí, más
vivo y más repugnante que antes. Por eso, a la vista de que algunos en
vez de una batalla por la vida han decidido librar una batalla por sus
propios intereses, yo ya no puedo callarme.
La
mezquindad y la premeditación con la que la derecha y la caverna están
intentando criminalizar a los responsables de sacarnos de esta crisis
roza lo ignominioso. Es tanto como empezar a increpar, a zarandear o
hasta a pegar al piloto mientras intenta hacer un aterrizaje de
emergencia. Así que ya no se puede uno callar. Hay que hacer frente a
este lodazal en el que interesadamente nos quieren sumir para conseguir,
ni más ni menos, que hacer caer a un gobierno en pleno caos.
En
esta campaña de acoso y derribo se ha intensificado el recurrente tema
de las manifestaciones feministas del 8 de marzo. Desde medios de
comunicación, cuentas de redes sociales y partidos políticos se intenta
equipararlas a una especie de batallón de la muerte del que sería
responsable el Gobierno -las mujeres no organizan solas nada, que son
como niñas- y para mayor regodeo se ha presentado hasta una innecesaria
querella para intentar que la criminalización sea más efectiva.
Afirman,
a voz en grito y con toda la seguridad de su infamia, que el Gobierno
ocultó datos sobre la epidemia -aún no había sido declarada pandemia-
para salvar su agenda ideológica. Pretenden que una mente racional asuma
que Pedro Sánchez y su gobierno, a sabiendas de que las manifestaciones
iban a provocar una transmisión masiva que iba a llevar a España a una
crisis sanitaria y una mortandad sin precedentes e iba a poner a su
gobierno ante una situación de una gravedad sólo comparable a la II
Guerra Mundial, siguieron adelante porque les interesaba más "su
ideología". Que partidos y elementos que han acusado a Sánchez de ser
una especie de equilibrista para cambiar de opinión y de creencias según
les convenga, nos digan ahora que hizo a sabiendas justo lo que peor le
iba a venir, constituye una incongruencia sólo apta para memos.
Por
cierto, las marchas no las convocó el Gobierno sino colectivos
feministas. El Gobierno fue a las mismas como fueron el Partido Popular y
Ciudadanos que ni ese día, ni en los anteriores, vieron mayor polémica
en ellas que la derivada de la "apropiación del feminismo" por unos y
otros. Es decir, señores, aquí no hubo partido político alguno que viera
la necesidad de suspender unas marchas que, por otra parte, habría sido
complejo suspender. Yo, se lo he contado más veces, no fui porque soy
grupo de riesgo por varias cuestiones, y valoré conmigo misma la
idoneidad de que yo, no las personas sanas, corriera algún riesgo. Esa
era la situación en aquel momento. El CIS nos dice hoy que sólo el 3,5%
de la población consideraba que el virus era una preocupación. ¿Cómo
parar la vida y la economía de un país que no se considera en riesgo?
Respecto
a la suspensión de las marchas, que ya habían recibido el visto bueno
con mucha antelación, habría presentado un sinfín de problemas de índole
legal. No estando declarado el estado de excepción -que permite
suspender el derecho de manifestación- ni el estado de alarma, que
permite limitar la circulación, se habrían tenido que atener a la Ley de
Sanidad de 1983 y a la Ley de Medidas Especiales en Materia de Sanidad
Pública de 1986 y a buen seguro las organizadoras en toda España se
habrían opuesto y todo habría acabado en la Justicia. En todo caso, las
manifestaciones se celebraron por todo el mundo, incluido Francia, donde
en aquella fecha ya contabilizaban muertos. Eso sin hablar de la
complicación de suspender precisamente el ejercicio de un derecho
fundamental como ese sin haberlo hecho antes con la Liga, los
conciertos, las misas y cualquier otra aglomeración.
Están
aprovechando la pandemia para pasarnos factura a las feministas porque,
de nuevo, las brujas de las mujeres nos condujeron al desastre. De paso
le quieren cobrar la factura al Gobierno porque creen, y así lo dicen,
que podrán hacerlo caer. Y, por cierto, ya por apuntarlo: ni siquiera
con estado de excepción se podría haber obligado a Vox a no celebrar su
mitin. Todo vale en esta guerra de propaganda. No digo yo que no haya
habido errores, se los contaré cuando esto acabe, pero cualquiera que
tenga ojos y raciocinio y que lea algún idioma es consciente de que
estos fueron generalizados y, por tanto, quizá no sean errores sino la
consecuencia lógica de cómo hemos estructurado nuestra sociedad a
sabiendas de que la interdependencia creciente del mundo iba de la mano
de una vulnerabilidad mayor para cada uno de los actores.
Porque
dicen que España no supo verse en Italia y que Italia no supo verse en
Corea y así hasta el primer motor inmóvil: esa China de la que tan poco
hablamos si no es para aclamarle su envío de mascarillas. De lo único
que podemos estar seguros es de que la primera línea de trincheras para
parar la infección fue China y que en esa línea se perdieron casi dos
meses. La dictadura china censuró, amenazó, represalió y perdió un
tiempo precioso para detener en su propio territorio una enfermedad que
se llama coronavirus, no por gusto, sino porque ese fue el año en el que
se inició. Hay un estudio de la Universidad de Southampton que indica
que si China hubiera tomado medidas dos semanas antes, habría reducido
en un 86% los contagios, dado que el primer caso documentado se remonta
al 17 de noviembre, y probablemente podía haber atajado la pandemia. Así
que no pongamos de ejemplo a China.
Y en el resto de
los países la cosa va igual. Francia votó cuando los españoles ya
estábamos confinados. Johnson, o yo lo soñé o hace menos de una semana
pensaba dejar morir a miles de abuelos para no bloquear la economía y
Trump hace el payaso ostentosamente mientras que en Alemania son
conscientes de que sus datos llevan al menos cuatro días de retraso, por
defectos al contabilizarlos, y los suecos han fiado todo a la
responsabilidad de los ciudadanos para adoptar medidas "recomendadas"
sin ningún tipo de coerción. Todos de distintos signos políticos.
Bienvenidos
pues a la cruda, descarnada y cruel realidad con el deseo de que una
vez más demostremos, también a los innobles, que somos capaces de salir
del dolor, el riesgo y la fatiga remando todos juntos por una vez.
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