lunes, 4 de febrero de 2019

Tienen nombre, son miles y miles, y son nuestra familia humana sin froteras. No nos privamos de nada, ni estamo solos en nuestra miseria, también hay "budistas" de pacotilla como "cristianos" de rebajas, capaces de perpetrar las mismas barbaridades; el destarifado ego devoto no conoce límites ni barreras: como la mona, por más que se vista de sotana o de túnica, ego es y ego se queda. Lo pagan los inocentes, en este caos terrible, las niñas y niños rohingya, a los que nadie quiere ni acoge, atrapados entre Myanmar y Bangladesh. ¿Su delito? Ser de cultura musulmana en un país budista...¿a quién se le ocurre nacer donde no toca, verdad?, qué ocurrencias tiene la vida, ni que lo hicese aposta para molestar...Hále, Sidharta Sakiamuni,carinyet,chúpate ese namasté y esa ahimsa...Válgame,Brahamma...



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La crisis de los refugiados rohingya es una de las más olvidadas del mundo. Cerca de un millón de personas pertenecientes a esta etnia musulmana se han visto obligadas a huir de su país de origen, Myanmar, y viven en condiciones inhumanas en los campamentos de refugiados de Cox Bazar en Bangladesh, el país vecino.
Esta crisis no ha llegado a ser olvidada porque nunca nadie la ha llegado a mencionar. Sin embargo, las cifras nos hablan de una crisis peor que la vivida en Ruanda. Detrás de una emergencia con un nombre difícil de recordar, se encuentran cientos de miles de personas que sí tienen nombre y una horrible historia a su espalda. 

UNA CRISIS DE INFANCIA

Desde hace décadas los rohingya han sufrido represalias por el hecho de ser musulmanes: Myanmar no les considera ciudadanos y ha actuado contra ellos con discriminación y violencia extrema que incluye torturas, violaciones y asesinatos. El punto álgido de esta crisis se produjo hace seis meses, cuando en agosto de 2017 el ejército de Myanmar intensificó todavía más sus ataques y se produjo un éxodo masivo de rohingyas hacia Bangladesh.
La mitad de los refugiados rohingya en Bangladesh son niños y niñas. Después de haber presenciado en Myanmar una violencia injustificada y criminal, ahora se enfrentan a una vida sin futuro y en unas condiciones inhumanas: hacinados, en chamizos hechos de bambú, rodeados de basura y sin apenas acceso a la educación o a servicios sanitarios. 


  • Conocimos a Sentia*, una chica de 18 años con su bebé de 25 días, en los campamentos de refugiados de Cox Bazar, en Bangladesh.
    “Vivo en el campamento de refugiados con mi madre, el padre de mi bebé me abandonó cuando estaba embarazada. Llegamos hace seis meses desde nuestra aldea en Myanmar, que fue quemada y arrasada por el ejército. Tuvimos que huir por la noche, sin apenas recoger nuestras cosas. Caminamos muchos kilómetros descalzas hasta llegar a la frontera. Varios familiares fueron asesinados. La vida en el campamento es muy dura, di a luz dentro del chamizo en el que vivimos y me ayudaron otras mujeres. Pero aquí estamos mucho mejor que en Myanmar, no quiero regresar porque mi hijo allí no tiene futuro”.
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Lo que les está pasando a ellos no tiene nombre, pero ellos sí #TienenNombre. En Save the Children no vamos a dejar de luchar por los más vulnerables.
Los niños rohingya refugiados en Cox Bazar, Bangladesh necesitan nuestra ayuda. 

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