La Iglesia, ante el espejo
Desde mañana y hasta el domingo se reúnen en el Vaticano los presidentes de las Conferencias Episcopales de 130 países en una cumbre histórica sobre pederastia y abusos a menores en la iglesia, convocatoria que ha provocado desgarrones en la institución
Con dos mil años de historia y la eternidad como referencia se comprende que la Iglesia Católica mida los tiempos con criterios propios, por eso necesita décadas o incluso siglos para reconocer errores, cuando lo hace. Por eso adquiere carácter histórico una reunión que hubiera debido celebrarse mucho antes y que solo será posible por la determinación del papa Francisco y la avalancha de escándalos desvelados recientemente.
Desde mañana y hasta el domingo se reúnen en el Vaticano los presidentes de las Conferencias Episcopales de 130 países en una cumbre histórica sobre pederastia y abusos a menores en la iglesia, convocatoria que ha provocado desgarrones en la institución.
“Es la hora la verdad, aunque nos de miedo y nos humille”, dijo el obispo de Malta en línea con la petición de Francisco de que la reunión sea operativa. Pero para que de verdad sea la hora de la verdad es imprescindible que la conferencia además de orar y de pedir perdón salte esa barrera con la que nunca se atrevió la del encubrimiento, una práctica deleznable que protege a la organización escondiendo los culpables en rincones discretos lejos de los focos y que abandona a las víctimas más frágiles, los niños. Para eso bastaría la proclamación solemne de una obviedad, que las violaciones no son pecados que pueda redimir la penitencia en un confesionario, son delitos y los delincuentes tienen que ser entregados a las autoridades civiles. Sin ese paso cuánto ocurra desde mañana hasta el domingo no pasará de música celestial.
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Ya veremos si sirve de algo tanta escenografía a bombo y platillo. Para que ocurran milagros es preciso un convencimiento previo y una seguridad sin fisuras en la consecución del objetivo. Y sería un verdadero milagro que la mejor gestora de la pederastia se denuncie y acabe con esa faceta tan suya y de la que al parecer solo una minoría sale indemne aunque tampoco sea capaz de comprender que hacer durante años y siglos la vista gorda con un delito abominable es también complicidad con el mismo estercolero delictivo y aumentar su volumen y su podredumbre.
La iglesia solo materializa las devociones que le convienen y le resultan rentables desde el poder. Ésa es su especialidad milagrógena desde que se independizó del mensaje evangélico para convertirse en la parte pontifical del imperio romano. O sea, en gran ramera del Apocalipsis.
Tantos siglos de ejercicio antievangélico para "catolificar" el mundo mundial, acaban por crear tal costra de insensibilidad y de soberbia, que es prácticamente imposible quitarla sin acabar con ella, tal y como la conocemos.
¿Tendrá esa religión-estado el valor y la honestidad para autoliquidarse como putón verbenero en tantos aspectos (no solo es pederastia lo que le sobra), y volver al Evangelio tal cual? Ojalá lo hiciese, pero no creo que haya cascabeles suficientes en esa iglesia para tanto gato, ni sotanas capaces de ponerlos donde toca. Los que lo han intentado hasta ahora o están muertos o/y, postergados, amordazados por sus mismos jefes y olvidados en el baúl de la amnesia. La conciencia se les ha ensordecido y asfixiado con tanta vestidura talar, tanto barroco y tanto botafumeiro. Con tanta imaginería, que hasta han perdido el oremus a base de monopolizarlo y hacer negocio con él.
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