miércoles, 20 de febrero de 2019

Todo mejunje tiene un precio. Cuanto más alto se apunta hacia el poder y más bajo se cae en coherencia ética, más cara sale la factura que pasa el club de los propios manejos. Confundir moral con prejucios y barnices sale carísimo. La moral social debe ser urgentemente situada como la esencia y el espíritu de las leyes, como diría esa antigualla de Montesquieu. Y esa moral social, para no fenecer ahogada en pura hipocresía inservible tiene que basarse en una ética individual, en su imprescindible imperativo categórico, que es la luz del espíritu, divino y libre que todo lo armoniza con amor hecho carne iluminada, y más allá de religiones que dividen y rompen el equilibrio cósmico, of course!





Begoña Villacís solo es la primera víctima de una lista que se antoja larga y rezumada en abundante casquería política. Vendrán muchas más piezas cazadas, servidas y abiertas en canal por el fuego amigo y los medios afines. No tienen pinta de ir a hacer prisioneros en la guerra de las derechas por demostrar quién es más duro e implacable. Si Albert Rivera cree que le va a proteger su juramento mágico de no pactar ni con Pedro Sánchez ni con el PSOE, va listo. Pablo Casado no ha podido decirlo mejor: ni barones, ni moderados, los suyos quieren sangre. Los lobos ya están sueltos y han salido de cacería.
A Partido Popular, Ciudadanos y Vox les une a sangre y fuego la voluntad de echar como sea a Pedro Sánchez y el convencimiento de que sus electorados no les perdonarían que, por su acción u omisión, una hipotética mayoría de derechas no cuajase en un gobierno de derechas. Pero, amigo, antes de llegar a eso van a correr ríos de sangre entre los futuros socios para ver cómo se reparten exactamente los porcentajes de la sociedad; sea por lo civil o por lo penal.


Haber ocultado que era administradora de una sociedad mientras ejercía de concejal e impartía lecciones de ética pública a los demás; que a través de esa sociedad se construyera su casa y se dedicara a la inversión inmobiliaria, hasta sumar más de dos millones de euros; y que, finalmente, se lo traspasará todo a su marido dos días antes de las elecciones, en 2015, alegando un supuesto "error" que duró hasta 2018, ofrece la historia perfecta para ir a la yugular de la candidata de Ciudadanos, casualmente justo al día siguiente de que los naranjas lo apostaran todo a ser los primeros en la derecha. Súmenle a eso la hipérbole que aporta el voluminoso patrimonio inmobiliario de la madre de la candidata y ya tenemos el esperpento servido. Ahora solo se trata de facturar el coste político a pagar y comprobar si Villacís conserva crédito suficiente para pagarlo sin que le cueste la candidatura...

Cuestiones morales aparte, hay que ver la facilidad con que se equivocan y despistan tantos aspirantes a la hora de llevar sus papeles y sus cosas. Si así administran sus negocios y su patrimonio, produce hasta escalofríos imaginar el volumen del daño que esos "errores" y "despistes" tan frecuentes pueden infligir al patrimonio público; si así llevan su casa, imagínense cómo van a llevar el Ayuntamiento.

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